Comentario a: Montero, Maritza. Ética y política en psicología. Las dimensiones no reconocidas

Athenea Digital, nº 0, abril 2001


Nelson Molina Valencia
Programa de Doctorado en Psicologia Social. Universidad Autónoma de Barcelona

En la agenda de investigación de quien quiera mirar el mundo para producir conocimiento  sobre él, es necesario incluir una mirada crítica sobre la estructura de las acciones que construyen el saber y hacerse las preguntas develadoras (Montero, 2001). Cuáles son las preguntas develadoras que permiten llegar a la interrogación del paradigma en las dimensiones señaladas en el texto de Montero? Este es parte del propósito de esta reseña. Habermas explicó en dos los tipos de interés que orientan la ciencia y la construcción del conocimiento. Señaló algunos extra teóricos y otros de orden intra teórico.  Los intereses extra teóricos son aquellos por medio de los cuales existe una orientación particular hacia una teoría u otra, es decir, por qué los investigadores prefieren algunos paradigmas y no otros para llevar a cabo su trabajo, mientras que los intra teóricos definen los objetivos de las ciencias o disciplinas.

La distinción de intereses de Habermas queda disuelta en la propuesta de Montero, al otorgar la misma importancia a las dimensiones éticas y políticas entre los elementos de los paradigmas. Con Habermas cabría pensar que los intereses extrateóricos hacían alusión a las posturas ético-políticas, mientras que los intrateóricos a los lineamientos ontológicos, epistemológicos y metodológicos de las ciencias. Si bien la distinción pudo ser útil para entender algunas dimensiones en juego, disolvió la relación permanente de estas dimensiones manteniendo motivos para la defensa de la objetividad y neutralidad científica.

Por qué se prefiere una teoría y no otra?. Por qué se privilegia un concepto frente a otras opciones?. Qué orienta la elección de un método en relación con otro?. Por qué se proponen diferentes alternativas en torno a lo real y/o posible?. Estas son algunas preguntas que ayudan a introducirse en las dimensiones éticas y políticas de los paradigmas, asumiendo la propuesta realizada por Montero. La elección de una perspectiva teórica se lleva a cabo por la creencia en su conveniencia, su nivel de verdad, honestidad y congruencia con los modos de explicar los fenómenos de los que participa. Toda teoría en sí misma es un planteamiento ético, a su vez que epistemológico, político, metodológico y ontológico.  La preocupación por las características de las teorías y sus efectos es un posible nivel analéctico planteado por Dussel y retomado por Montero.

Incorporar la otredad al conocimiento, a través de una dimensión ética, pone al descubierto la precoupación por la utilidad y efectividad de éste, por un mejor vivir y en consecuencia la necesidad de hacer elecciones conceptuales congruentes con esta preocupación. Sin embargo aquello que es entendido por mejor vivir no es entendido de la misma manera siempre, lo cual en lugar de ser una paradoja, constituye la fuente misma de la diversidad conceptual que permite negar una ontología, una epistemología, una metodología y reivindicar la ética y política en los paradigmas del conocimiento. Asumir e identificar la diversidad explicita valores y opciones que sustentan éste fenómeno, y precisamente son los valores los que definen la ética.

Montero propone una definición de ética entendiéndose como un juicio aplicado a la distinción entre bien y mal.  Bien y mal son identificables en los juicios en torno a prácticas académicas e investigativas que al ser juzgadas son calificadas como adecuadas o erróneas en función de criterios alusivos al objeto de estudio, la relación con el investigador o los medios por los cuales se conoce. Queda claro que las valoraciones ontológicas, metodológicas y epistemológicas, reunidas en trinidad, son solo posibles desde el marco de lo ético que configua un juicio materializado en una acción, política. Pero hagamos un pausa en otras dimensiones posibles de lo ético que también influyen en las valoraciones del conocimiento e investigación.

Bien y mal. Verdad y mentira. Acierto y error. Justificación y especulación. Conjuntos de valores que hacen posible la acción ética del conocimiento y que hacen posible la evaluación ontológica, epistemológica y metodológica de las teorías. Siendo de esta manera, ¿es posible seguir sosteniendo que la investigación científica o académica se basa en la objetividad, la neutralidad y que la meta es llegar a un solo paradigma que como estandarte se eleve de las distorsiones de los valores?. Es un despropósito por muchos autores ya planteado y explicado. Lo que Montero parece exponer es el reconocimiento de los valores y las acciones sociales de los paradigmas de manera conjunta con los elementos tradicionales de éstos. En este punto es viable una pregunta a partir de la formulación que un paradigma no es la suma de sus dimensiones. ¿Hay dimensiones privilegiadas ante otras?

En Montero veo una respuesta a través de la epìsteme relacional coherente con la analéctica , que llevaría nuevamente el centro de la acción investigadora al campo de la argumentación en el momento de formular explicaciones. Sin embargo creo que es una propuesta que corre el riesgo de focalizar la atención sobre la coherencia y no contradicción, haciendo borrosos los elementos de las dos dimensiones que se intentan reivindicar; sigue siendo episteme. Si bien la episteme de la relación es llamativa, puede ser solo una de las posibilidades a tener en cuenta, en lugar de ser la única bajo la cual se plantea la no sumatoria de dimensiones de un paradigma. Quisiera proponer dos alternativas.

(1). Considerar simétricamente las cinco dimensiones  de los paradigmas, superando la limitación analítica de razón y valor, estimulando una redeficinión de los cinco elementos. (2). Suponer la ética y la política como entes fundamentales del conocimiento antes que la ontología, la epistemología y la metodología, principios en los cuales se ha basado la ciencia moderna.

Hacer una consideración simétrica supone considerar las cinco dimensiones en el mismo nivel de importancia, con las mismas herramientas analíticas y con las misms posibilidades explicativas. No se trata de la sumatoria de los elementos pero sí del reconocimiento de una dinámica entre éllos que definen la manera como se construye el saber y se realiza la investigación. Se trata en últimas de incorporar nuevos elementos al modelo y mediante su uso modificar las prácticas y los efectos que ha generado la exclusión de la ética y la política en la evaluación investigativa. Montero cita a Smith (1990) quien argumenta a favor de lo dicho: todo lo relativo a los valores que intervienen en una investigación es tan importante como lo epistemológico...

Por su parte, considerar ética y política como entes fundamentales, supone priorizar estas dimensiones sobre las tres restantes. Si los valores definen las elecciones que se hacen de las teorías no parece descabellado pensar en esta alternativa. Cómo es viable?. La respuesta no es innovadora: mediante la reflexividad. Cómo identificar dimensiones éticas y políticas en la teoría y  en la investigación si no es mediante la metacomprensión y meta-análisis de lo que las hace posibles, efectivas y actuales? De esta manera se mueve en un bucle de permanente re-visión acerca de la acción, siendo el primer efecto político de la valoración reflexiva. En, consecuencia teoría e investigación no son otra cosa que posturas éticas que políticamente se traducen en códigos y deontologías, y si se quiere,  en maneras de moralidad deseada, no siempre compatibles, ni valoradas por todos de las misma  Esta es buena parte de la dinámica social de la actividad investigativa que premia, excluye, detiene o sospecha de las prácticas realizadas. Nuevamente las preguntas: por qué se premia, se sospecha o se excluye? ¿Por la epistemología y la defensa del método. o por los valores que sostienen estos parámetros argumentales?. Quisiera creer que por los segundos, porque de otra manera no tengo forma de presentarlo.

El planteamiento se ha desplazado desde la inclusión de las dimensiones éticas y políticas a las teorías y prácticas investigativas hasta el análisis de la forma como ha de praticarse dicha inclusión. La importancia radica en otorgar viabilidad al proyecto, quizá por medio de la analéctica en tanto que asume al Otro en medio del proceso de conocimiento, pero teniendo en cuenta los riesgos de la episteme de la relación. Proponer un proceso que indague por las consecuencias y prácticas que tradicionalmente han estado desconocidas, no evaluadas o no tenidas en cuenta es el propósito de estas líneas y las que preceden en el texto de Montero.

Finalmente queda en duda la verdad de la verdad, permaneciendo circunscrita a la relación de valores que definen prácticas y que a su vez se ven transformados en éstas. La verdad aparece también como consecuencia de valores y opciones acerca de lo que consideramos bueno o malo, deseable o indeseable, acertado o erróneo. La verdad no se trata solamente de un elemento de correspondencia, es más que eso. La correspondencia no pasa de ser un efecto físico de plantilla, si se quiere, pero la verdad implica un bien o valor en defensa de otro. Quién y cómo dice la verdad ha sido el tema de la ciencia, queriendo ser élla quien la promulgue inequívocamente. No hay aquí valores, prioridades, políticas en juego. Serres (1995) sostiene que solamente es creíble quien dice que está mintiendo porque así es posible que haya dicho la verdad; y la ciencia nunca he creído mentir, por ejemplo resultados equívocos no son publicados o procedimientos inexactos sirven de excusa para invalidar la creación.

Habrá quien quiera seguir dejando de lado, luego de la invitación que retoma Montero, la ética y la política?. Etica y política aparecen borrosas por el ejercicio que con ellas se ha hecho en la investigación. No confundir ética con deontología es un reto loable y forzoso que hará de la acción del conocimiento un práctica renovada en sí misma moral. Imposible dejar de lado la afirmación que toda la argumentación precedente supone las cinco aristas del paradigma.  La pregunta final es si se trata de hacer solamente un reconocimiento de estas dimensiones como propone Montero, o ir un poco mas alla y considerarlas fundamentales en la elaboración de todo conocimiento, antes que las argumentaciones epistemológicas, ontológicas y metodológicas?

 

Referencias

Habermas, J. Ciencia y técnica como ideología. Madrid: Tecnos.

Montero, M. (2001). Etica y Política en psicología. Las dimensiones no reconocidas. Atenea Digital. # 0.

Serres, M. (1995). Atlas. Madrid: Cátedra.

 
4/12/01