No es fácil hacerse una composición de lugar en estos tiempos revueltos, de expansión de la precariedad material y moral. Menos aún hacerlo razonadamente en un mundo del que hemos perdido casi todas las certidumbres y que se nos aparece cada vez más opaco, confuso y, por ello , cada vez más incomprensible. Como hace ochenta años, parece cada vez más difícil situarse en un razonable punto en el que domine algún sentido común porque éste está desapareciendo a marchas forzadas. Pero a veces tiene uno iluminaciones, profanas claro es. Por ejemplo, yendo a dar una conferencia sobre la precariedad a mediados de noviembre, nos topamos en el centro de la plaza de Cataluña de Barcelona con una pancarta colgada por jóvenes indignados del 15-M en la que podía leerse la frase “Ninguna democracia nos hará libres” junto a un símbolo anarquista. Walter Benjamin empleó la ambigua expresión “imagen dialéctica” para referirse a imágenes visuales o intelectuales que son momentos del despliegue en flashes o fragmentos de la Idea que está citando el pasado de un modo alegórico.Millones de europeos de antes de la segunda guerra mundial también creyeron que ninguna democracia les haría libres. Dejaron de creer en la democracia, aunque, desde luego, ni el fascismo ni el estalinismo les hicieron libres.  Hoy se ha vuelto muy difícil creer en la democracia, y más en un país como España que un par de meses después del movimiento de los indignados entrega masivamente el poder a una derecha abiertamente dispuesta a grandes recortes o a una liquidación sistemática de derechos sociales. Miedos y anomias de otros tiempos parecen citados en esta imagen dialéctica que no augura nada bueno.