El Pentecostalismo es el movimiento religioso que ha crecido con mayor rapidez a lo largo del siglo XX. De hecho, ha sido el gran motor de la diversificación religiosa en Barcelona durante la última década, hecho asociado principalmente a la creciente inmigración de origen latinoamericano.

La literatura señala que uno de los aspectos distintivos de este movimiento y que explicaría parcialmente su éxito, es su intensa y rica vida ritual. Sin embargo, en Cataluña no existían estudios centrados específicamente en esta temática dentro de este colectivo. Ante esta problemática, el objetivo de esta investigación fue describir las principales formas de comunicación que establecen los pentecostales latinoamericanos con lo sagrado. Para ello, intenté iluminar el fenómeno desde las teorías de la comunicación centradas en la interacción ritual. A nivel metodológico, realicé trabajo de campo durante 8 meses en la Iglesia Evangélica del Vallés, emplazada en Canovelles (Barcelona); siendo mi principal técnica de recolección de información la observación.

En términos formales se concluye que las prácticas comunicativas desarrolladas en el culto pentecostal se articulan primordialmente en torno a la distinción presencia/ausencia del Espíritu Santo, la cual se va reespecificando (reintroduciendo) en diversas distinciones secundarias. Así, a lo largo del rito, se despliegan múltiples referencias comunicativas orientadas a hacer manifiesta la presencia del Espíritu, propiciando la emergencia de una condensación ritual en torno a este símbolo dominante, el cual suscita la manifestación de la emocionalidad.

En término más concretos, se concluye que las principales prácticas desarrolladas en el culto para comunicarse con el Espíritu son: las alabanzas, la imposición de manos y el hablar en lenguas. Estas sólo pueden ser comprendidas si son consideradas en el marco del rito en su conjunto, destacando el papel que cada una juega en el culto. Así, la alabanza es esencial para invocar comunitariamente a través de la música al Espíritu, permitiendo establecer los primeros contactos con lo sagrado. Posteriormente, la práctica de imponer las manos sobre un afectado que busca sanación, se desarrolla en un momento de mayor emotividad, permitiendo una actuación más cercana del Espíritu sobre el creyente, aunque mediado por la figura del pastor (u otro creyente). Finalmente, sólo en el momento de mayor efervescencia y conmoción ritual se manifiesta la práctica de hablar en lenguas, que expresa una comunicación más directa entre divinidad y creyente, pues este último es poseído por el Espíritu que habla a través de él. A través de esta última práctica, lo sagrado no sólo se manifiesta entre los creyentes, sino sobre todo en ellos: es el propio Espíritu quien se encarna en sus cuerpos, simbolizando la mediación. En síntesis, esta secuencia muestra la especificidad de cada práctica comunicativa, el papel que cada una juega en el desarrollo del rito y los gradientes de intensidad asociados.