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John Stuart Mill (1806-1873) y su esposa, Helen Taylor.
Foto: Archivo

La razón liberal de John Stuart Mill

El profesor Pérez Salazar señala los importantes aportes del pensador inglés J. Stuart Mill a la causa de la independencia, a la construcción de nuestro sistema político y a la economía de mercado

Mauricio Pérez Salazar
Decano de la Facultad de Economía
Universidad Externado de Colombia

Este año se conmemora el bicentenario del pensador inglés John Stuart Mill. Su obra es mejor conocida, y más debatida en países de habla inglesa que en nuestro medio, pero aún tiene mucho que aportar a la reflexión sobre los problemas de un país en proceso de desarrollo, con agudas desigualdades y donde no siempre se respetan las libertades de los ciudadanos.

Una vida singular

Es difícil sobreestimar la influencia de John Stuart Mill sobre sus contemporáneos en las áreas del conocimiento que le interesaron: la filosofía de la ciencia, la economía, la política y la ética. En cada uno de esos campos fue preeminente. Para hacer una analogía con nuestros días, es como si un solo autor fuera responsable de los escritos de Popper, Keynes y Rawls.

Tuvo una vida singular. Fue excepcionalmente precoz. Heredó de James Mill, su padre, las convicciones que entonces se denominaban radicalismo filosófico –una versión del utilitarismo unida a un hondo compromiso con la reforma social–. Aunque se desempeñó como alto funcionario de la Compañía de Indias Orientales británica durante la mayor parte de su vida, fue un agitador permanente en beneficio de muchas causas de avanzada, como periodista y como parlamentario. Sus escritos académicos (entre ellos la Lógica y los Principios de Economía Política) fueron reconocidos como obras maestras, y rápidamente se volvieron textos de enseñanza standard en las universidades de su país. Siendo joven, se enamoró de una mujer casada, Helen Taylor. En plena época de la moralidad victoriana, mantuvo una relación apasionada (aunque casta) con ella hasta cuando Helen enviudó. Luego se casaron y Mill reconoció pública y reiteradamente los grandes aportes de su esposa a su obra intelectual. Fue librepensador y ateo vitalicio

.La agenda económica de Mill

La corriente principal de la economía política inglesa en el siglo XIX defendía el libre cambio, la propiedad privada y la eficiencia del mercado. La grandeza de Mill como economista consiste en haber enriquecido esa tradición con conceptos que son fundamentales para economía pública moderna. Si bien expuso las bondades de la competencia, formuló el argumento de la protección a la industria incipiente con mayor claridad que List. Señaló la importancia de la intervención estatal en la economía cuando hay fallas de mercado –incluyendo la regulación de los monopolios, que tanto preocupaban a Marx–. No aceptó que la distribución desigual del ingreso y de la riqueza fuera un hecho inevitable. Abogó por la reforma agraria, los impuestos sobre la valorización de la tierra y la restricción del derecho a la herencia. Sostuvo, por razones económicas y sociales, que el Estado tenía la obligación de asegurar el acceso universal a la educación. Destacó la necesidad del control de la natalidad y de la conservación del medio ambiente. Analizó cuidadosamente los argumentos a favor y en contra del socialismo, y aunque manifestó su simpatía hacia este sistema rechazó tajantemente el socialismo de Estado, por considerar que desalentaba la innovación y era incompatible con la libertad individual.

La libertad y la igualdad

Mill afirmó, en su Autobiografía, que su libro más importante había sido Sobre la libertad. Este es una de las más vigorosas defensas que se hayan escrito de la libertad de pensamiento y de expresión. Mill señaló que en el foro público jamás podemos tener la certeza de no estar equivocados y que quien calla a un individuo roba a la raza humana entera del aporte de sus ideas. Para Mill esa libertad extendía a la manera como vivimos nuestras vidas. Salvo que causemos daño a otro no es lícita la interferencia ni del Estado, ni de la sociedad, con lo que hoy se llamaría el derecho al libre desarrollo de la personalidad.La desigualdad no justificada le repugnaba. Mill fue ardiente opositor de la esclavitud y de la discriminación que afectó a libertos luego de su emancipación. Extendió este principio a la situación del género femenino en su época. En el Sometimiento de la mujer planteó tesis que eran entonces perfectamente revolucionarias: igualdad de derechos civiles para la mujer dentro del matrimonio; igualdad de derecho al sufragio; igualdad de derecho a la educación.

La recepción de las ideas de Mill en Colombia

El utilitarismo fue un problema central del debate político en Colombia durante el siglo XIX. El precursor Francisco Miranda fue íntimo amigo de James Mill y de su maestro, Jeremy Bentham. Durante su exilio en Inglaterra, Santander también frecuentó ese círculo. Para la generación de la independencia, el utilitarismo representaba un código de ética laica que servía como alternativa a la enseñanza moral de una Iglesia comprometida con la metrópoli y la reacción. De hecho, uno de los primeros cambios realizados luego de la Batalla de Boyacá fue la introducción de las obras de Bentham en los currículos de las facultades de derecho, hasta el atentado septembrino de 1828, cuando Bolívar los prohibió por subversivos. A lo largo del siglo XIX, textos utilitarios fueron prescritos y proscritos, respectivamente, por gobiernos liberales y conservadores.

No es fácil trazar la influencia personal de Mill en la época, porque no era entonces frecuente la citación. Sin embargo, ideas suyas se hallan en escritos de radicales como Santiago Pérez, Salvador Camacho Roldán, Aníbal Galindo y Carlos Arturo Torres. En la pacata Bogotá de 1873, el Sometimiento de la mujer fue objeto de una reseña aprobatoria firmada por Carolina Freire de Jaimes.

La contribución más duradera de Mill a nuestras instituciones fue la adopción de la representación proporcional en las elecciones. En su libro El gobierno representativo, Mill presentó este sistema (en la versión de Hare) como un antídoto a la tiranía de las mayorías. Ese libro fue traducido al castellano por el estadista liberal Florentino González y la representación proporcional se volvió parte del programa liberal durante la excluyente dictadura civil de la Regeneración. La reivindicación liberal fue finalmente adoptada en la reforma constitucional de 1910, que puede considerarse el verdadero inicio de nuestro siglo XX. Y la representación proporcional de Hare –el sistema del cuociente y residuo– se aplicó en todas las elecciones colombianas hasta cuando fue reemplazada por un esquema similar en la reforma política de 2003.