Athenea Digital - num. 0 abril 2001-
¿Captas cómo está
el trasfondo? Esbozo para un acercamiento antropológico a la policía tapatía
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Maria
Eugenia Suárez de Garay
Programa de Doctorado en Antropología Social y Cultural. Universidad Autónoma de Barcelona |
Los artesanos de las ciencias sociales se convierten,
voluntaria o involuntariamente, en creadores de sentido; se ven incitados
a prestar su contribución en la fabricación de las diferentes visiones del
mundo actual. Georges Balandier Todo proyecto de investigación tiene una historia que con
frecuencia está asociada a la experiencia o antecedentes de quien investiga.
En mi caso, la inclinación por comprender el mundo policiaco está asociada
a mi incursión en los estudios de género, especialmente en las cuestiones
relativas a la masculinidad. En un trabajo de investigación anterior había
abordado, desde la perspectiva de género, la construcción de la feminidad
-proceso que se da esencialmente en nuestras prácticas comunicativas y culturales-
espacio idóneo para el juego de las representaciones y significaciones de
la realidad. En esta investigación, las imágenes masculinas tuvieron un peso
importante, tras el análisis y cómo una parte importante de las conclusiones,
se evidenciaron las limitaciones y los modelos tradicionales masculinos. De ahí se originó la idea del proyecto que hoy realizo. En
un inicio centré mi interés precisamente en la exploración y reflexión de
la construcción de las masculinidades. Profundizar en esa complicada versión
individual y colectiva de nuestra sociedad, me parecía un objeto de investigación
sugestivo, porque ponía en evidencia el género como uno de los principales
pilares sobre el cual está organizada la vida social. Quería conocer más directamente
los significados, percepciones y vivencias de la masculinidad en sus múltiples
manifestaciones, transformaciones y cambios. Una manera de lograrlo era poniendo
el énfasis en el estudio de la experiencia de vida de un grupo de hombres
en el proceso de construcción de sus identidades de género y examinar los
procesos de aprendizaje y reafirmación permanente de lo que culturalmente
significa ser hombre. Las razones por las cuales elegí trabajar con los policías tenían que ver con varios
elementos. Por un lado, el momento de mi ciudad de residencia, Guadalajara,
Jalisco, México, cada vez más violento y agresivo; y por otro, la reiterada
insistencia con que la policía y sus
agentes aparecían en la escena pública. Sin embargo, mi lectura en aquel
momento y las razones que atribuía a mi propia elección, estaban más asociadas
a la perspectiva de género con la que trabajaba. El oficio de policía, era para mí, un espacio privilegiado
para la recreación y reproducción de ciertos atributos de la masculinidad
hegemónica. Así, los definí como personajes especializados en la acción violenta
y en la corrupción, que paradójicamente están dotados y ejercen los poderes
del dominio y al mismo tiempo, están sometidos a otros hombres de mayor poder. Como el interés por el proyecto había ido tomando forma,
me lancé de inmediato a una primera fase de exploración del mundo policiaco.
El objetivo era obtener un conocimiento de las características aparentes de
los actores sociales. Era un mundo estigmatizado por la mayoría de los ciudadanos
que exigía ser observado. La imagen de aquellos que bajo un uniforme tienen
como tarea principal ser los guardianes del orden está alimentada por los hechos cotidianos donde
sus acciones están acompañadas de prepotencia, abuso y violencia. Lo que termina
por asociarlos con una especie de escoria social. Paradójicamente, también
es cierto que muy poco sabemos de ellos, consecuencia de esa cada vez mayor
desarticulación poder-sociedad donde
la policía aparece como la mayor evidencia. Durante varios meses trabajé buscando y realizando entrevistas
con hombres que se desempeñaran como policías en la Zona Metropolitana de
Guadalajara. Paralelamente realicé un seguimiento exhaustivo de la prensa
local y recogí impresiones generales de los ciudadanos respecto a los policías. Asimismo, en mis recorridos
cotidianos me detuve en toda situación en la que estuvieran presentes los
policías y traté de acercarme a ellos en todos los espacios públicos que
me los encontraba. En algunos momentos, ello fue complicado pues no están
acostumbrados -por norma no escrita- a violar la distancia física de varios
metros con los ciudadanos y menos aún a que alguien se interese por conocer
sus opiniones. Este acercamiento al mundo policiaco significó una gran confrontación
con la fuerza de lo preconstruido. Es decir, con aquello que está inscrito
tanto en las cosas como en los cerebros y que se presenta bajo las apariencias
de la evidencia. Era verdad que como ciudadana, los policías, me inspiraban temor e inseguridad.
Pero como observadora de lo social, si realmente quería introducirme y comprender
el mundo de vida de los policías,
requería de entrada apertura al sujeto. La conclusión más importante que arrojaron los datos trabajados
durante esa fase fue que los personajes y acciones que integran una de las
instituciones esenciales del Estado, la policía, son un dato inmediato y concreto de la dinámica social
en México. Dato que plantea un problema en relación a la manera en que se
forja o no, una cultura del orden, una norma social cívica, una cultura donde
el policía como representante y guardián
de ese orden, simultáneamente es reconocido y autoreconocido como tal. La carencia o al menos la ambigüedad de estos referentes
en el caso de México, es lo que ha permitido poner el tema de la policía, los policías y su lugar social
en el centro de esta indagación antropológica. Los hechos y las impresiones
de los mismos que levanté ponían en evidencia, de nueva cuenta, el poder arbitrario,
el abuso o la indeferencia de la policía, lo cual contribuía mucho a ahondar
más la ruptura entre ciudadanía y policía, pero sobre todo, la dificultad
para genera una cultura distinta, de respeto y apego absoluto a los derechos
elementales de cualquier individuo. Por ello decidí darle un giro importante al proyecto de investigación.
El objeto de estudio no sería la masculinidad y sus múltiples manifestaciones,
sino los policías como individuos
inmersos en una red de oposiciones y conflictos y cuya acción se encuadra
dentro de una organización clave -la policía- bajo la premisa obvia de subordinación jerárquica. Espacio
por excelencia de ambigüedades intrínsecas al orden social. Quiero decir,
los policías como personas encargadas de velar por el orden institucional
objetivado en leyes y normas jurídicas, se han convertido en los principales
transgresores de las mismas, al menos en el caso mexicano. Por tanto, adentrarse
en esos juegos de verdad entre la literalidad de la ley y su transgresión
se vuelve clave. Pues es justo ahí, que el papel central de los policías adquiere relevancia, lo que
a su vez permite comprender la relación entre la norma y la práctica y vislumbrar
así algunas contradicciones esenciales en mi propia sociedad. Para poder internarme en este entramado, he optado por trabajar
desde un enfoque sociocultural, cuyo centro es la significación, es decir,
ese proceso de simbolización o conjunto de procedimientos mediante los cuales
los sujetos dotan, intersubjetivamente, de sentido a la realidad. Este enfoque,
se sitúa justo en esa tensión entre los marcos constrictivos del orden social
y el margen de indeterminación o capacidad de negociación y aún franca oposición
de los sujetos sociales. Lo que permite adentrarse en esos procesos de significación
y acción y comprender las prácticas culturales que se dan dentro de un sistema
determinado. Desde esta lógica, adquiere mayor relevancia estudiar a los
policías dentro del cuerpo institucional que le da sentido a su ser/quehacer
como policías. Es justo en esta
relación que es posible entender y ubicar las formas como se van gestando
los procesos de significación y acciones de estos personajes fundamentales
para el mantenimiento del orden social. Este replanteamiento no niega la importancia del enfoque
de género en las ciencias sociales. Pero al menos, frente a la realidad que
se busca comprender puede limitar la incorporación de otros elementos, en
la medida que se considere al género como "la determinación" y no
como una de las tantas construcciones sociales que orientan y dan forma a
los esquemas de percepción, valoración y acción. Este proyecto se sitúa justo
en el ámbito de las relaciones entre mentalidad y institución, donde el género
debe ser una categoría útil de análisis, pero no la única. Tras el camino andado hay que decir que la policía no puede verse como algo externo
a la sociedad, sino como algo imbrincado en ella, de la cual forma parte y
que, en mayor o menor medida, refleja. Sin embargo, se puede sostener que
el mundo policiaco es una cultura que tiene su propia lógica. Para poder entenderlo,
hay que analizar a la fuerza policiaca desde aquello que la conforma: los
policías. Varias reflexiones se han hecho en este primer momento del
proceso investigativo. De entre ellas, quisiera dejar aquí señalada una y
es precisamente el estigma que constituye ser policía. La corrupción y la violencia en sus múltiples formas, se
expanden y se convierten en las prácticas por excelencia de la policía. Esto refuerza, como ya he dicho,
la ya tradicional desconfianza por parte de la ciudadanía hacia el poder y
la autoridad que ha ido produciendo que toda la institución policiaca sea
vivida con recelo en un permanente aislamiento social. Los policías se convierten así en incomprendidos e incomprensibles
para el resto de la sociedad. Para los ciudadanos, al parecer existe una percepción habitual
que habla de un sujeto sin cara, y no de un miembro más de la colectividad
con nombre y apellido e integrado en la comunidad. "Todos son iguales...",
decimos. Este prejuicio actúa como una barrera interiorizada en unos y otros
que suele tener un cierto trasfondo visible y conocido. (San Román, 1986:209)
Así cuando se dice que los policías son corruptos, extorsionan al ciudadano y hacen uso de
la violencia se habla de aquellos que sí extorsionan, agreden y atentan contra
los derechos humanos. A su vez, cuando los
policías hablan de los ciudadanos que ofrecen mordida o de aquellos que
echan mano de su capital social llamando al compadre
que está bien parado, para salir de algún problema o de quien también
los ataca, están hablando de cosas conocidas en nuestra cultura y de cosas
que son vistas y vividas así por ellos. "Lo que ocurre es que el prejuicio
no consiste exactamente en el mensaje que comunica; consiste en hacer de este
contenido un atributo (del otro) y en su aplicación indiscriminada".
(San Román, 1986: 210) En teoría, todos esperan que el policía haga cumplir la ley en su sentido más amplio, pero al mismo
tiempo nadie la aprecia y los policías
no se atreven a ir de uniforme cuando no están en servicio. De ahí cobra sentido,
el permanente reclamo que los mismos policías hacen respecto al trato que reciben de los ciudadanos. En
este sentido, hay que recordar que las imágenes sociales no solamente informan
sobre la realidad, sino que inciden activamente en la acción de los individuos
de esa realidad. En este caso, el imaginario social que circula sobre la policía, también es consumido por ellos
mismos e influye significativamente en sus propias maneras de ser/hacer. Estas imágenes culturales hablan de una relación profundamente
conflictiva que alimenta, decisivamente, las expectativas, las formas y los
modos de ser policía. Pero también
los modos en que una institución y una cultura del orden comparten con la
ciudadanía, con los otros una fluidez entre la norma y la anomia que termina
por dibujar un territorio social contradictorio, ambivalente y paradójico.
Es ahí donde es posible comprender el estigma que constituye ser policía. Si aceptamos este supuesto del estigma que constituye ser
policía, se vuelve fundamental pensar al policía
no sólo como aquel individuo concreto que está situado entre la institución
y el ciudadano, sino también como un individuo familiarizado con un mundo
simbólicamente estructurado desde una lógica donde está ausente la norma y
los valores de la ciudadanía, del individuo y sus derechos. En este sentido, ser policía se convierte en un pesado encargo social que tiene efectos
profundos sobre la vida de estos individuos. Con diferentes orígenes, distintas
historias de vida y diversas maneras de concebir el mundo, estos personajes
simbolizan, marcan y norman el espacio mismo del ser/quehacer policiaco. Para finalizar habría que decir que este trabajo de tesina
ha tenido más que nada un carácter introductorio. Mis descripciones son incompletas
y mis explicaciones no pretenden agotar el tema, sino dar pie para profundizar
en él con cautela e imaginación en mi tesis doctoral. Aquí tan sólo se ha
tratado de explicitar los límites de la trama policiaca, pero eso no significa
que haya dado con el modo discursivo verdadero. En todo caso, sólo he pretendido
comenzar a esbozar el escenario a través de mi primer acercamiento a las vivencias
y representaciones sobre el mundo policiaco y sus implicaciones en la vida
social. Referencias Carrión, Fernando; Concha, Alberto y Germán Cobo (1994):
Ciudad y violencias en América Latina,
Vol. 2, Programa de Gestión Urbana, Ecuador. San Román, Teresa (1986): "Reflexiones sobre marginación
y racismo", en Entre la marginación
y el racismo. Reflexiones sobre la vida de los gitanos, Alianza Universidad,
Madrid. *Tapatía/o:
originario/a de la ciudad de Guadalajara, Jalisco.