Athenea Digital - num. 0 abril 2001-
La construcción social del inmigrante
en contextos de exclusión. Estrategias de estigmatización
y autoafirmación
|
Esta trabajo se ocupa de analizar (desde una perspectiva discursiva) las condiciones
y procedimientos a través de los cuales ha tenido lugar la polémica emergencia
del inmigrante (no comunitario) como figura social dentro del Estado español.[1]
El planteamiento central es que para comprender esta emergencia es indispensable
tener presente tres perspectivas. En primer lugar, los cambios económicos, sociales
y geopolíticos que recientemente han tenido lugar, tanto en el ámbito europeo
como el español, y sus consecuencias en cuanto la percepción y tratamiento del
fenómeno migratorio. En segundo lugar, el conjunto de discursos e imágenes que
circulan dentro de la sociedad española sobre los inmigrantes y las cualidades
que les son atribuidas a través de estas construcciones simbólicas. Y por último,
las estrategias de naturaleza discursiva producidas por los propios inmigrantes
tanto para responder a las prácticas de exclusión y estigmatización de las que
son objeto, como para autoafirmarse en tanto actores políticos.
Las transformaciones recientes
en el sistema económico mundial y en el orden geopolítico europeo delimitan
el contexto en el que se va dar la construcción de este nuevo sujeto. Este
contexto, está marcado fundamentalmente por dos tendencias. Primero, las transformaciones
en las formas de integración social que tienen lugar con el paso de la sociedad
capitalista industrial a la sociedad post-industrial. Y segundo, los cambios
en la economía europea, su configuración como bloque geopolítico, la anexión
de España este bloque y las consecuencias de todo ello en el tratamiento los
flujos migratorios. Las características de las
sociedades capitalistas de la década de los noventa, (en contraste con las de los años sesenta) en cuanto a mecanismos
de inclusión y exclusión social, a mi juicio, deben considerarse a la hora
de entender las condiciones en las que intentan insertarse los colectivos
de inmigrantes que van llegando en diferentes periodos, tanto a Europa y al
Estado español. La pérdida de centralidad de trabajo como factor de integración,
la reducción del papel del Estado como agente regulador, la tendencia a la
individuación y la crisis de las antiguas instituciones y actores políticos
son algunas de estas características. Todas, apuntan al debilitamiento de
la cohesión social y la ampliación de sectores potencialmente vulnerables
a ser excluidos y marginados del sistema. En este contexto, de aumento del
desempleo y precarización de las condiciones laborales y de reducción de las
políticas sociales destinadas a compensar las deficiencias integradoras del
sistema, evidentemente es mucho más difícil integrarse a las
sociedades receptoras que en circunstancias pasadas. Estas características que
constriñen las posibilidades de inclusión de los inmigrantes van a ser complementadas
con otros elementos. Las transformaciones en la economía de la región y los
cambios en cuanto a demanda de mano de obra inmigrante producen variaciones
significativas en la política migratoria desde la postguerra hasta el momento
actual, pasando de periodos de amplia aceptación de inmigrantes hasta momentos
fuertemente restrictivos, a partir de la constitución de la Comunidad Europea
y la entrada en vigor de los acuerdos
regionales sobre la inmigración no comunitaria. La existencia de una política
europea de tinte restrictivo y disuasorio en relación con la inmigración no
comunitaria, es un elemento clave para entender lo que va a ser la legislación
española en esta materia. La anexión de España a la Comunidad Europea impone
un verdadero giro en lo que hasta el momento había sido el tratamiento de
la inmigración. De la permisividad, dispersión legal y la ineficiencia administrativa
se da paso a un nuevo periodo, con la elaboración de un instrumento jurídico
en el que se definen en forma global y coherente todos los lineamientos sobre
el ingreso y estancia de los extranjeros en el país; la Ley Orgánica de Derechos
y Libertades de los Extranjeros de 1985.
Esto explica que las características
de la ley de 1985 no sean distintas al perfil de la política migratoria comunitaria,
sino que más bien tiendan a profundizar sus rasgos. La desproporción entre
la mínima relevancia dada a los derechos y libertades y el énfasis en los
deberes, restricciones y limitaciones para los extranjeros es un indicador
de este perfil. Las exigencias de regulación
de la inmigración impuestas por el proceso de incorporación al bloque europeo,
marcan la pauta a partir de la cual se hace visible la población inmigrada
residente en el país, e incide directamente en el tratamiento práctico y discursivo
que en adelante se le va a dar a este sector. El proceso de visibilización del inmigrante va a estar marcado por
un clima general de alarma y aversión, así como por una magnificación cuantitativa
de la población inmigrada realmente existente. Dentro de este contexto, comienzan
a circular una serie de construcciones discursivas producidas y reproducidas
por diferentes instancias (Administración,
medios de comunicación, especialistas, ONGs) que van delineando en un tipo
de sujeto marcado por el etiquetamiento y la estigmatización. De este complejo
entramado de construcciones discursivas en torno al inmigrante, hemos seleccionado
unas para analizar con detenimiento como estrategias, que hemos denominado:
criminalización, racialización, culturalización y victimización. La primera de
ellas, denominada criminalización, consiste en la asociación
de la población inmigrada a acciones delictivas, situaciones al margen de
la ley o problemas de orden público. Esta asociación se produce constantemente
en las enunciaciones de diferentes posiciones sociales, dentro de las que
destaca el discurso de la Administración y el de los medios de comunicación.
El espíritu general de la política de inmigración en
el Estado español y sus herramientas jurídicas de implementación, contienen
elementos que de forma directa o indirecta conducen a la asociación de la
inmigración con la ilegalidad, la delincuencia y las amenazas al orden público.
La identificación de la población inmigrada, en la legislación, como un sector
que es preciso controlar, regularizar, detener, sancionar, internar y expulsar
es ilustrativa al respecto. A partir de la promulgación de la Ley de Extranjería
los inmigrantes extracomunitarios pasaron a ser considerados un grupo que,
entre otras cosas, debía ser objeto de toda esta suerte de regulaciones, es
decir, un grupo peligroso para la sociedad. Un efecto similar ha producido
la asociación de una situación administrativa (como es carecer de permiso
de residencia o de trabajo) con la condición de ilegalidad, a partir de la
cual las personas en estas situaciones pasan a ser definidas como irregulares,
ilegales o clandestinas. Por otro lado, la criminalización del inmigrante a través de los medios
de comunicación suele llevarse a cabo a través del privilegio exclusivo de
noticias de carácter conflictivo, de hechos delictivos (robos, tráfico de
drogas, tráfico de personas) o desprestigiados socialmente (como la prostitución),
y la alusión a problemas que afectan el orden público (peleas, bandas de la
calle) o de carácter irregular (llegadas masivas, deportaciones, expulsiones) La segunda estrategia que
hemos identificado es la racialización: procedimiento discursivo
de definición de un individuo a partir de su adscripción (asignación) a una
raza, o a un grupo humano fenotípicamente
homogéneo cuyas características comunes, de naturaleza hereditaria, determinan
sus capacidades y comportamiento. Además, esta adscripción racial suele venir
acompañada de juicios negativos de valor, en función de una jerarquización
de tales grupos humanos. En el contexto social contemporáneo, es difícil hallar esta forma pura
de racialización, con excepción de reducidos grupos sociales, como los partidos
de ultraderecha o los grupos neonazis. El desmontaje
científico de la idea de raza y la critica moral a su implementación debilitaron
seriamente la legitimidad y difusión de discursos de esta naturaleza. A partir
de década de los cincuenta y sesenta, comenzó a ser científicamente difícil,
pero sobre todo moralmente cuestionable, sostener tesis de la diferencia racial
entre grupos humanos. Sin embargo, esto no quiere decir que este tipo de discurso haya desaparecido,
más bien se ha matizado y trasformado. Se han hecho muy frecuentes los discursos
indirectos y solapados en los que el planteamiento de la diferencia por adscripción
racial persiste en forma subyacente o aparece mezclada con otros elementos.
Han comenzado también a producirse desplazamientos claros en su núcleo
argumentativo hacia otros ejes como la adscripción étnica o diferencia cultural.
Por su parte, el discurso
de magnificación de la diferencia cultural, que hemos denominado culturalización,
es un procedimiento cada vez más frecuente de construcción de identidad, sobre
la base de la atribución a los inmigrantes de un bloque rígido de patrones
culturales que establecen una distancia infranqueable entre éstos y la población
autóctona. Se trata de una estrategia a través de la cual se lleva a cabo
la producción del inmigrante como sujeto especialmente condicionado por patrones
culturales, en muchos casos inferiorizados en función de patrones occidentales
de conducta. En las sociedades
europeas contemporáneas, como hemos visto, el argumento de la diferencia racial
ha pasado a ser cada vez más difícil de sustentar, por lo cual la tesis de
la diferencia e incompatibilidad cultural se ha ido convirtiendo en un sustituido
idóneo para fundamentar prácticas y estrategias discursivas de efectos similares.
Planteamientos originados en el seno
de la antropología y utilizados como consignas de defensa de las minorías
culturales, están siendo empleados, en la década de los ochenta, por sectores
de la derecha europea para inscribir y legitimar una distancia entre los colectivos
de inmigrantes y el resto de la población. Por último, destacamos la victimización: procedimiento discursivo
a través del cual los inmigrantes son definidos como colectivos que padecen
problemas, como víctimas de otros sujetos o como personas que necesitan ayuda
de los miembros e instituciones de la sociedad receptora. En España este discurso
es producido frecuentemente por entes
asistenciales, medios de comunicación, ciertas ONG. y sectores progresistas
autóctonos. En este tipo de estrategia se suelen dramatizar los motivos y
condiciones de la inmigración o presentar a sus protagonistas como sujetos
pasivos presos de determinaciones sociales, objetos de la práctica de sectores
inescrupulosos (como las mafias) o víctimas de las constricciones que imponen
sus patrones culturales (tal es el caso de la mujer árabe). De esta manera,
a pesar de sus frecuentes intenciones xenofílicas, este discurso produce y
reproduce al inmigrante básicamente como un no-sujeto. Estas son, a nuestro juicio,
algunas de las principales construcciones discursivas que circulan en el entramado
social en el ámbito español, delineando la figura del inmigrante no comunitario.
Las prácticas y discursos promovidas por los colectivos de inmigrantes para
revertir esta imagen adversa, difícilmente logran llegar a la esfera pública
(la desigualdad en el acceso a los medios de comunicación parece ser factor
clave en este sentido) Los discursos de los propios colectivos de inmigrantes en
el contexto asociativo[2]
están centrados, en gran medida, en la discusión y denuncia en torno a la legislación
de extranjería como práctica que produce e institucionaliza la discriminación
e impide el disfrute de derechos en términos de igualdad con la población española.
Sus principales demandas aluden a la difícil situación laboral, a la precariedad
social y económica y a la permanente inseguridad jurídica padecida por los inmigrantes.
Estos cuestionamientos comunes son expresadas a través de diferentes estrategias
discursivas. Con fines analíticos, hemos clasificado esta variedad de posiciones
discursivas en cuatro grandes categorías. a)Discurso apolítico y/o conservador: Se trata del discurso producido por las asociaciones
que no hacen mayormente referencias críticas a las condiciones de existencia
de los inmigrantes en la sociedad receptora, o bien porque consideran que
esto no les compete (centrándose exclusivamente en sus actividades) o bien
porque asumen posiciones de corte institucionalista. b) Discurso reivindicativo: Es el tipo de discurso a través del cual
se realizan críticas a la situación social, jurídica y laboral de la población
inmigrada en la sociedad de acogida, desde la perspectiva de la tradición
de los derechos humanos. Se denuncia fundamentalmente la discriminación de
las personas inmigradas y se defiende como principal bandera la búsqueda de
condiciones de igualdad con la población autóctona. c) Discurso combativo (de izquierda): Es aquel
discurso en el cual se realiza un cuestionamiento profundo a las condiciones
de existencia de la población inmigrada, subrayando su situación de exclusión
social, sobreexplotación, precariedad laboral, etc. En él, se recurre a un
lenguaje y argumentación propios del
pensamiento de la izquierda política. Se apela al tema de la inmigración para hacer una crítica profunda a las instituciones,
características y tendencias de las sociedades capitalistas. d) Discurso de crítica sistémica: Es un discurso
semejante al anterior en cuanto a sus críticas, sólo que en éste el diagnóstico
de la situación de los inmigrantes incorpora otros elementos, como las relaciones
de poder entre los géneros. Se nutre de los planteamientos del movimiento
feminista, incorporando elementos propios
de la particularidad de las condiciones de subordinación de las mujeres inmigrantes.
La apuesta desde éstas posiciones es producir transformaciones profundas que
no sólo pasen por la conquista de la igualdad de los inmigrantes o la transformación
de las relaciones de clase, sino también el fin de otro tipo de relaciones
de dominación y la necesidad de respetar la diferencia. Este es, a grosso
modo, el mapa de los discursos -y las identidades políticas que en ellos
se construyen- producidos en el espacio asociativo de los inmigrantes en Cataluña. A través de formaciones discursivas
de esta naturaleza los colectivos incursionan en la agenda pública, asumen
posición política con relación a los asuntos les conciernen y trazan estrategias
de defensa de intereses comunes. Dentro del panorama asociativo analizado, los colectivos
con mayor convocatoria y capacidad
para hacer llegar su voz al espacio público, son aquellos que tiene un discurso
de carácter reivindicativo, cuyas asociaciones tienen un número mayor de afiliados
y simpatizantes, y cuyas propuestas (expresadas en términos de igualdad y
de derechos políticos, civiles y sociales) son susceptibles de ser consideradas
(en alguna medida) en los debates y decisiones públicas sobre la materia.
Los colectivos que sostienen un discurso contestatario
o de crítica profunda- tienen al contrario, una reducida capacidad de
movilización y mínima capacidad de incidencia en decisiones públicas, aunque
cumplen con la importante función de ampliar los márgenes del debate en ciertos
espacios de discusión. Mientras que
las organizaciones cuyo discurso he denominado de crítica sistémica,
comparten esa escasa capacidad de
incidencia y movilización social. Sin embargo, tienen a su favor el uso de
un lenguaje más fresco y novedoso, la apuesta por transformaciones amplias
que atraviesen transversalmente la vida social y la capacidad para crear afinidades
con colectivos de la sociedad de acogida. De la mano de estos discursos
de diferente índole, acerca de las condiciones de existencia de la población
inmigrada, tiene lugar la formación de identidades a través de diversas estrategias.
Los colectivos de inmigrantes apelan a distintas categorías para crear identidades
y formas de pertenencia, para posicionarse y enfrentar las condiciones sociales
en las que se inscriben. Dentro de esta variedad hemos definido tres tipos
de construcciones identitarias: identidades locales, identidades inclusivas
e identidades transversales. a) Las identidades locales serían aquellas en
las que la afinidad se construye con base a elementos puntuales como la existencia
de una procedencia común (provincial, nacional o regional), la pertenencia
étnica, lingüística o la adscripción religiosa. Se trata de identidades creadas
a partir de una cierta ascendencia cultural compartida cuya utilización es
de poca utilidad para intentar producir movilización política de cierto alcance. b) Lo que denomino
identidades inclusivas son comunidades
imaginadas más amplias, que apelan fundamentalmente a la condición de extranjería
para construir una base compartida. A partir de ello, forman categorías tales
como inmigrante, colectivos de inmigrantes, población
inmigrada, trabajadores extranjeros en las que, independientemente
de la procedencia, la cultura o la religión se comparte un hecho común, ser
extranjeros que residen y trabajan en una sociedad que no es la suya. Estas
son, probablemente, las categorías más frecuentes en el debate público sobre
temas de inmigración ya que con ellas se puede designar a un amplio conjunto
de personas que comparte, por este hecho, a pesar de su diversidad, ciertas
condiciones de existencia comunes. c) Las identidades transversales son construcciones
que apelan también a otro tipo de marcadores (no sólo la condición de inmigrante)
para construir afinidades. Sus protagonistas echan mano de elementos como
el género o la edad para definir un tipo de subjetividad muy específica
(mujeres inmigradas, jóvenes inmigrantes, hijos de personas inmigradas)
pero que a la vez tiene empatía con los colectivos homólogos de la población
autóctona. Se trata de construcciones identitarias poco abundantes pero, sin
embargo, interesantes, por las estrategias trazan para construir formas de
subjetividad y establecer alianzas con otros sectores. [1]Es
conveniente aclarar que esta investigación fue culminada y presentada en octubre
de 2000, es decir, antes de que se produjeran las recientes polémicas y movilizaciones
suscitadas por las modificaciones y restricciones a la Ley de Extranjería realizadas
en diciembre de ese mismo año. En el texto, por tanto solamente se hace alusión
a la Ley de Orgánica de Derechos y Libertades de los Extranjeros en España (1985)
y a la posterior Ley de derechos y Libertades de los Extranjeros en España y
su Integración social (2000). Por el mismo motivo las consideraciones que se
hacen en torno al discurso y situación de las asociaciones de inmigrantes aluden
al periodo anterior a estas reformas y movilizaciones. [2]
El tratamiento de este tema se basa en nuestra investigación de campo sobre
las asociaciones de inmigrantes existentes en Cataluña.