Comentario a: Fernández Christlieb, Pablo. La estructura mítica del pensamiento social

Athenea Digital, nº 0, abril 2001


Jordi Pagés Pedrola y Álvaro Ponce Antezana
Doctorado en Psicología Social. Universidad Autónoma de Barcelona

La lectura de "La estructura mítica del pensamiento social" de Pablo Fernández Christlieb es, no solo un placer literario, sino una fuente de sugerencias y un caldo de cultivo para variadas reflexiones. Así, nuestro interés no se constituye en hacer un resumen anticipado del texto, sino que más bien pretende arrojar las ideas e interrogantes surgidos a partir de su lectura, con una "tradición mítica" y unos "intereses" particulares. 

Queremos traer aquí algunas ideas alrededor de las actuaciones que los tecnócratas llevamos a cabo y como, en muchos casos, pareciera ser que la ausencia de una referencia mítica podría estar en el origen de nuestros fracasos profesionales, a saber, el introducir soluciones o conocimientos, sin tener presente las estructuras míticas previas del entorno, región o situación en las que las vamos a aplicar.

Así, tendemos a introducir un discurso que es notablemente diferente, al menos en el uso de nuestra jerga, al del resto de los ciudadanos. Hablamos un lenguaje para iniciados, para entendidos, que nos separa y nos hace distintos de los demás. A menudo, además, nuestras explicaciones son precarias y los resultados de nuestras predicciones más bien pobres. Los psicólogos y los científicos sociales en general, somos expertos en encontrar aprioris que construimos a posteriori (para decirlo con P. Fernández.). 

Si nos remitimos a la propia palabra que hemos utilizado para designarnos, tecnócratas, ya sugiere que se trata de sujetos que utilizan de la técnica para desarrollar sus actividades profesionales. El diccionario de la RAE los define como: "Técnico o persona especializada en alguna materia de economía, administración, etc., que ejerce su cargo público con tendencia a hallar soluciones eficaces por encima de otras consideraciones ideológicas o políticas" (RAE, 1992.), y en esta misma definición encontramos ya elementos para la discusión: ¿Qué es una "solución eficaz"? ¿Eficaz en relación con qué? ¿Puede estar una "solución eficaz" desligada de la ideología y de la política? Y ya para entroncar con el artículo de P. Fernández, ¿Puede una solución ser eficaz, es decir, puramente técnica (o científica, que a menudo se utilizan casi como sinónimos) sin tener ningún contacto ni ninguna ligazón mítica? O al contrario ¿ no será que cualquier solución eficaz tiene que estar vinculada míticamente a una sociedad concreta en un momento preciso, es decir, al proceso de construcción social de que es una solución eficaz para ese caso concreto?

Los tecnócratas  - y en concordancia con la definición de la RAE, creemos que cualquier psicólogo, en tanto que aplicador de unas "técnicas" lo es -  a menudo tratamos de desarrollar una serie de soluciones basados únicamente en nuestros principios teóricos y conceptuales y olvidamos a menudo los demás aspectos.

De hecho, nuestro posicionamiento tecnocrático nos lleva a silenciar la ideología o la ética que sustentan o argumentan nuestro conocimiento, técnica o solución, y por tanto no se manifiestan de manera explícita, apareciendo esta acción como neutral y "científicamente correcta".

Es de esta manera como los tecnócratas nos presentamos centrados, erguidos y a la derecha, es decir, con "derecho" a guiar, pero, probablemente, para muchas personas, somos vistos como sujetos oscuros, en la sombra, hacia la izquierda "es decir, siniestros, - con intereses oscuros... vamos, poco de fiar. La pregunta, claro esta es porque esto es así.

Pretendemos ajustarnos a aquello que la "ciencia" nos dice que son las soluciones correctas y atribuimos a menudo nuestros fracasos a dificultades propias de aquellos o aquello en los que hemos aplicado nuestra solución y no a limitaciones propias de nuestras teorías. Olvidamos pues que "una sociedad que se cree científica y desmitificada, usa modos de ser, de moverse, de pensar, e incluso de hacer ciencia que son notablemente míticos y primitivos" (Fernández 1998).

De este modo caemos en el error fundamental de atribución, y caemos en él, por que quizá, no tomamos en consideración (o no lo hacemos suficientemente) los esquemas, posiciones, orientaciones, trayectos, etc. que están debajo de los mitos. Por que negamos esos modos míticos y primitivos del quehacer científico y práctico. Estamos sumidos en nuestras prácticas, en nuestro sentido de pertenencia profesional, en nuestro marco de seguridad.

 Y de ésta manera sólo apostamos a fortalecer y privilegiar nuestra posición a través de negar la  presencia del mito en la ciencia, con otro mito más fuerte "el de la ciencia misma" como única forma de verdad y método para "acceder a la realidad", para dictaminar "la verdadera solución".

A pesar de ello, nuestros argumentos están elaborados siguiendo pautas míticas: un esquema conceptual, la creación de un orden teórico y la descripción de un conjunto de orientaciones, numeraciones y trayectos que acaban constituyendo, según Fernández, un espacio heterogéneo. Y esta estructura, que es captada por los no expertos, les permite pensar que la diferencia entre lo que ellos piensan y lo que los tecnócratas decimos, está únicamente, en el uso de un vocabulario y en la negación a través de toda la parafernalia científica, de las bases míticas de nuestro discurso, ya que no aportamos significados que para ellos sean comprensibles. Siendo esto así, no es extraño que a menudo se nos vea en el lado oscuro.

Según Fernández, las leyes de la perspectiva producen, a la postre, "la desmitificación del lugar, del espacio, del universo y de la naturaleza en general." Creemos que por analogía, las leyes de la ciencia (es decir, las de la ciencia moderna y positiva) se convierten en elementos desmitificadores, en tanto que creadores de un espacio homogéneo, y en cierto sentido reductores de la complejidad social. Y aún, apurando el argumento, es probable que las leyes de la psicología hayan alejado a esta de su propio objeto de estudio en tanto que han simplificado y complicado[1] una realidad especialmente compleja.

Sin embargo, en este sentido, muchos tecnócratas se encuentran como pez en el agua cuando las ideas se vuelven simples y las leyes se convierten en recetas. Recetas como fórmulas para vivir, independientes del contexto, independientes de la historia, independientes de los procesos, formuladas para satisfacer una demanda, en el tiempo más corto posible, de modo que las enfermedades se solucionan con una píldora, los cambios con ojalá un rayo láser sin dolor, sin cicatrices y ojalá con la hospitalización de una hora como mucho, de manera que las soluciones a los problemas se hacen de manera immediatista, a corto plazo (no incluyendo en su operar los aspectos procesuales) y situándose en la posición de la absoluta certeza respecto a como funcionan las cosas, y conjuntamente, al como estas pueden ser manipuladas.

No hay duda que manejarse en la complejidad es un proceso especialmente difícil y que la tentación de la simplificación es especialmente fácil. Lo malo de la simplificación se da en la puesta en práctica de estas ideas: a menudo suelen fallar.

Y esta es una percepción que mientras que ellos, los otros, los que no son como nosotros, perciben, a menudo, nosotros, los tecnócratas, somos incapaces de comprender...

Ante tal problemática, siguiendo a P. Fernández, quizá la dificultad mayor en poder tomar otra posición, sea la necesidad de situarnos en el límite, ni en la parte exterior ni en su interior. Quizá nuestra prueba de fuego, como tecnócratas, esté en saber situarnos en este punto entre dos aguas y poner en contacto lo de fuera con lo de dentro. La ciencia formalmente estructurada con la comprensión del mundo mitológicamente diseñado.

Para ello pensamos que puede resultar útil recurrir a las nociones de tradición y horizontes de expectativa de Gadamer, que nos permitiría enlazar el "mito", "la tradición", con un proyecto compartido a través de la generación conjunta de horizontes de futuro, así como entender que las formas de pensar la "realidad" se encuentran inextricablemente entrelazadas ya que el mito da forma a la experiencia, que es una manera de pensar y vivir el mundo forjado en la cultura antes de su composición. El mito configura, organiza y permite que el azar se vuelva causa o  destino, de modo paralelo a como el horizonte de expectativa gadameriano orienta configura y organiza nuestra comprensión del texto.

De forma complementaria, debemos asumir que somos traductores de lenguajes distintos. Pero no solo en el sentido de trasladar las palabras, buscando sinónimos, o reinterpretando ideas (con el permiso del señor Umberto Eco) sino en el sentido de trasladar una estructura mítica, la del pensamiento científico, a otra estructura mítica, la de los modos de pensar llamémosles comunes. Y así otorgarle nuevos significados para que puedan pensar el mundo de una forma mucho más comprehensiva para ellos mismos.

Quizá el ubicarnos en una posición más humilde y volvernos a imbuir del sentido de pertenencia de la sociedad a la que tratamos de explicar, habitando sus mitos y situándonos, como dijimos antes, en los límites de la misma, ni dentro ni fuera. Asumir esa estructura mítica y desde ella hacer nuestras propuestas basadas en la asignación de significados en ese punto complejo y de difícil equilibrio que es el límite.  Es preciso reconocer las "pautas que conectan" los diversos saberes, seres y haceres. El pensamiento posmoderno, como comenta nuestro autor, utiliza mejor la estructura mítica del espacio cualitativo, recreando así un espacio orgánico e integral.

Al final ocurre, que estando ubicados en una sociedad construida míticamente, no podemos hablar de otra forma que no sea usando la estructura de su propio lenguaje: El lenguaje mítico.


[1] Es importante señalar la distinción que queremos indicar entre "complejo" y "complicado", al respecto, en el primer concepto nos referimos a una serie de niveles diferentes entrelazados por diversas y variadas formas o maneras de relación, y por tanto con múltiples y variados efectos, en sus distintos niveles. De manera diferente el segundo concepto hace alusión a un mismo nivel con enmarañadas y enredadas relaciones que se desenvuelven siempre en un mismo horizonte, produciendo efectos de una misma naturaleza.

 
4/12/01