Athenea Digital - num. 2 otoño 2002-
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Psicología para el
desarrollo. Alianzas metafóricas contra la pobreza
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Juliana Flórez
Flórez |
Desde hace más de medio siglo ha cobrado una fuerza sin precedentes la idea
según la cual el desarrollo es la solución a la miseria. A pesar de haberse
constatado el grave fracaso de ese modelo de cambio, el deseo de transformar a
la gente "tradicional" sigue instalado en nuestras vidas y no ha desaparecido
del horizonte de las ciencias sociales. La psicología también ha sido partícipe
del proyecto del desarrollo y ha dado por sentado que en él reside la solución a
la pobreza. Primero, explicamos cómo llega ha conformarse el campo del desarrollo.
Repasamos las Doctrinas del Desarrollo del siglo XIX adoptadas en la Europa para
administrar la miseria de la naciente sociedad industrial, las luchas libradas
en la América Latina de la postindependencia para rechazar la modernización y
por último, el carácter desarrollista de las políticas coloniales. Tras este
repaso, contamos cómo a partir de la II Guerra Mundial, el desarrollo se
constituyó en un campo de saber/poder minado de procesos simbólicos que incluyen
la producción, puesta en circulación y fijación de significados y deseos
respecto al cambio social. A partir de 1945, la pobreza empezó a ser considerada
como el atraso del Tercer Mundo, cuya gran solución era el desarrollo
(capitalista): la modernización y la industrialización a alcanzar, gracias a la
asistencia del Primer Mundo. El desarrollo, en tanto que formación discursiva
(Foucault, 1969) ha producido desde 1945 sus propios objetos (Tercer Mundo) y
sujetos (tercermundista/subdesarrollado). Dentro del espacio discursivo del
desarrollo, se ha establecido un sistema de relaciones entre conceptos,
instituciones, procesos socio-económicos, formas de conocimiento, factores
tecnológicos, etc. La sistematización de esas relaciones define las condiciones
bajo las cuales pueden incorporarse al “discurso del desarrollo” objetos,
conceptos y estrategias; desde este sistema de relaciones se ha generado una
práctica discursiva cuya sistematización determina: quién puede hablar, qué se
puede decir, desde qué punto de vista, etc. acerca de la pobreza. Así, se han
definido ciertas reglas para el surgimiento, denominación, análisis y eventual
transformación del problema de la pobreza, en un plan o política de desarrollo.
(Escobar, 1996, 1999). En la producción del campo del desarrollo, las ciencias sociales han sido
fundamentales. Se hace una breve referencia a la “Economía del Desarrollo”, la
“Atropología Desarrollista” (Redfield, Lewis), la "Sociología del desarrollo"
(Germani) y otras ciencias sociales se han consagrado a ese modelo de cambio.
Aunque no existe una subdisciplina consagrada al desarrollo como ámbito de
transformación social, sería un error interpretar esta ausencia como la prueba
de que nos hemos mantenido al margen de ese proyecto. Por el contrario, llama la
atención que distintas perspectivas psicológicas, de una u otra manera, aludan
al desarrollo como la solución a la miseria. Se estudia cómo se ha tejido el vínculo entre estos ámbitos, explicando: 1)
la producción de una psicología desarrollista; 2) cómo esa producción obedece a
un ámbito epistémico, de modo que entre las ciencias circulan las mismas
metáforas del desarrollo, y a su vez, 3) cómo la producción de esa psicología
responde a las demandas de control social, fijando esas metáforas en el espacio
cotidiano. 1) Producción de la psicología desarrollista. Para estudiar
el vínculo entre psociología y desarrollo, primero revisamos las teorías
psicológicas de la pobreza y el sub/desarrollo; seleccionamos algunas de ellas y
las organizamos, identificando para cada una: el problema (pobreza o
subdesarrollo), la solución (desarrollo) y las intervenciones que deben
realizarse (Cohen, 1985). No obstante, consideramos que desde el momento en que
se define un problema y su solución, se alude a un concepto de cambio social;
identificamos entonces, tres posiciones en las que se emplaza a la psicología
respecto al cambio de la situación de pobreza: posiciones paralelas al cambio
económico (’50 y del ’60), posiciones complementarias del cambio socio-económico
(’60) y posiciones comprometidas con el cambio social (’60). Tomamos las dos
últimas posiciones para analizar cómo se ha tejido el vínculo entre la
psicología y el desarrollo. Las teorías de la posición complementaria al cambio socio-económico, en su
mayoría, siguen un modelo funcionalista del cambio y una epistemología
positivista. Identifican el problema en términos de subdesarrollo; estudian los
factores psicológicos asociados al sub/desarrollo (motivaciones
dependientes-independientes, creencias y actitudes tradicionales-modernas,
valores y anti-valores del desarrollo, etc.) y formulan intervenciones sobre
dichos factores, las cuales -en conjunto con cambios estructurales-, producirían
el desarrollo. Por su parte, las teorías de la posición complementaria con el cambio social,
siguen un modelo de cambio conflictivista y son de corte marxista. Parten de que
el problema es una estructura caracterizada por la desigual distribución de la
riqueza y el poder. Estudian los mecanismos psicológicos asociados a estas
desigualdades (locus de control externo, desesperanza aprendida, alienación,
ideología de la dependencia). Su intervención está dirigida a que la gente tome
consciencia de su situación de opresión y se movilice (participe) para alcanzar
el desarrollo. Los cambios a nivel psicológico son una condición necesaria para
producir y mantener los cambios sociales. Estas propuestas no identifican la
pobreza con el subdesarrollo, ni a diferencia de las anteriores, se pliegan con
facilidad a este modelo; por el contrario, lo desafían de manera crítica, pues
se nutren de enfoques que desafiaron intensamente al paradigma del desarrollo:
la escuela económica de la Dependencia (Cardoso y Faletto), la Teología de la
Liberación (Martín Baró), la Educación Popular (Paulo Freire) y la Investigación
Acción Participativa (Orlando Fals Borda). Aunque son perspectivas críticas del
desarrollo, aceptan de manera implícita que éste es el modelo de cambio a
seguir. Tenemos dos posiciones fuertemente enfrentadas en sus bases teórico-políticas
que sin embargo, coinciden en un mismo fin: alcanzar el desarrollo. En el caso
de aquellas propuestas que establecen el subdesarrollo como el problema, no es
de sorprender que -por oposición- el desarrollo sea la solución. Pero ¿qué
sucede con aquellas propuestas, que partiendo del compromiso político de dar
cabida a las posturas de los “oprimidos”, no cuestionan a la alternativa de
cambio hegemónica?. Quizás -como sugiere, Escobar (1996)- el esfuerzo de los
enfoques críticos ha resultado insuficiente para articular un rechazo al modelo
de desarrollo porque luchan por construir una realidad diferente dentro del
espacio discursivo del desarrollo. Siguiendo esta idea, podemos decir que las
teorías psicológicas de ambas posiciones (complementaria y comprometida) han
compartido el espacio discursivo del desarrollo para teorizar sobre la pobreza.
Entonces, a pesar de no existir una subdisciplina psicológica para el
desarrollo, podemos afirmar que existe una psicología desarrollista: un conjunto
de líneas teóricas en torno a procesos psicológicos relacionados con la pobreza
que toman por solución el desarrollo, cuyos supuestos beben de distintos
enfoques (Conductismo, Cognitivismo, Humanismo y las vertientes Comunitarias) y
atraviesan la psicología impregnando distintos ámbitos de intervención
(evolutiva, clínica, escolar, organizacional, etc.). Siguiendo el interés de conocer cómo estas dos posiciones comparten el modelo
de desarrollo, analizamos: a) El tratamiento de conceptos claves. En primer lugar,
ambas posiciones establecen una equivalencia entre pobreza y subdesarrollo, ya
sea de manera explícita (posición complementaria) o implícita (posición
comprometida). Con ello reducen todo proceso de cambio a un proceso de
desarrollo; además, reducen la vida social a la necesidad de cambio
(progresivo). En segundo lugar, las dos posiciones revisadas parten de una
crítica al carácter econocéntrico del desarrollo. Ambas posiciones toman este
econocentrismo como el punto de partida o momento fundacional de una producción
teórico-práctica vinculada al campo del desarrollo. Estos conceptos introducen
cambios en la disciplina, marcándole determinadas funciones. b) Los Cambios y funciones de la Psicología Desarrolista.
Los aportes psicológicos generan cambios en el «campo del desarrollo». Temas
psicológicos son incluidos en definiciones de desarrollo. Estos cambios suponen
que la función de la psicología es humanizar al homoeconómicus rescatando su
olvidada dimensión psicológica. Pero además, suponen la función de identificar
los procesos psicológicos asociados al sub/desarrollo, aplicando sus conceptos
básicos (motivaciones, creencias, valores, ideología, etc). Una última función
de la psicología desarrollista es construir vínculos con la economía. Sea que la
dimensión psicológica complemente los cambios económicos (posición
complementaria) o sea una condición necesaria para que éstos ocurran (posición
comprometida), se insiste en tejer vínculos entre ambas disciplinas, de modo que
se asegure una labor mancomunada por el desarrollo. Estos vínculos se crean
siguiendo diferentes estrategias: 1) el uso de indicadores económicos para
derivar los psicológicos 2) las citas directas a textos económicos y 3) la
referencia directa a procesos económicos. La necesidad de construir vínculos con
la economía, supone que ésta y la psicología son ámbitos inconexos y que al
vincularlos habría una evolución disciplinar. c) La evolución interna de la disciplina. A lo largo de las
lecturas, encontramos referencias a la evolución de la psicología gracias a su
aproximación a un campo convencionalmente económico (el desarrollo). Se
describen las tres lógicas del conocimiento progresivo a las que aluden estas
referencias: la verdad última, el conocimiento especializado y el monismo. Era
de esperar que aparecieran estas tres lógicas, pues difícilmente la producción
teórica moderna escapa a ellas; pero más que “nuevos hallazgos” interesaba
conocer cómo se configuran éstas lógicas, específicamente para la psicología
desarrollista. Las tres lógicas se entrecruzan con la noción misma de
desarrollo, pues el sentido moderno otorgado a este proceso promete una verdad
última (la cima del desarrollo) de la que estaremos más cerca mientras mayor sea
el número de áreas de nuestra vida abarcadas por el progreso (religiosa,
política, económica, psicológica, corporal, etc), y mientras mayor sea también
la exactitud con que llevemos a cabo los pasos de este proceso. 2) Circulación de metáforas del desarrollo. En este apartado
se aborda la producción de la psicología desarrollista en relación a la episteme
que la posibilita. Tomamos el eje horizontal saber-saber propuesto por Foucault
que describe cómo diferentes ámbitos de saber existentes en un momento
determinado comparten un mismo modo de conocer, de modo que entre ellos se
establece un isomorfismo que remite a lo que es pensable en ese momento (Morey,
1983). Siguiendo esta hipótesis, el desarrollo no sería la forma “natural” de
solucionar la pobreza, sino la manera de entender el cambio privilegiada por la
modernidad, que ordena las cosas de manera progresiva. Y el vínculo entre
desarrollo y psicología, no sólo obedece a que ésta haya tomado por objeto a
aquel; sino además, a que comparte con disciplinas contemporáneas la misma
episteme y por tanto, un mismo espacio discursivo para teorizar sobre el
cambio. Entre los diversos ámbitos de saber -científicos o no- han circulado
metáforas del desarrollo que configuran redes de significados, dan coherencia a
las teorías y generan una intersubjetividad en torno a ellas. Las metáforas, una
vez ancladas en nuestro lenguaje acerca del cambio, se convierten en «metáforas
muertas» (Ricoeur, 1975), de modo que evocan un modelo de cambio que parece la
solución “natural” a la pobreza. Se pueden trazar estas redes al ver la
correspondencia conceptual entre distintas disciplinas. Identificamos tres redes
entre la psicología y la economía: a) la «teoría de la Motivación al Logro»
(posición complementaria) y la «teoría del Crecimiento Económico» de Rostow, b)
las teorías del «enfoque de los valores» (posición complementaria) y las teorías
«neoinstitucionalistas» y c) las teorías de la «dependencia económica» y las de
la posición comprometida. 3) Fijación de las metáforas del desarrollo. En este
apartado destacamos que la producción del conocimiento también obedece a
prácticas sociales. Tomamos el eje saber-institución, propuesto por Foucault
para describir cómo los ámbitos discursivos obedecen a sus ámbitos prácticos e
institucionales asociados. (Morey, 1983). A partir de este eje nos proponemos
explicar cómo la producción de una “psicología desarrollista” responde a las
demandas de control social, contribuyendo a fijar en el espacio cotidiano las
metáforas del desarrollo. En ese sentido, el vínculo entre psicología y
desarrollo, también obedece a un ámbito práctico que fija ciertos sentidos para
los procesos sociales. Como recuerda Miguel Morey (1983), un eje de análisis no
es independiente del otro, pues interesa encontrar la relación entre dos ámbitos
de saber (eje horizontal) en la medida que puedan relacionarse con las
prácticas, instituciones, relaciones sociales, políticas, etc. (eje
vertical). Las intervenciones sobre la pobreza, en tanto que foco de control social
(Cohen, 1985:15) activan dispositivos de poder/saber (Foucault). Mediante los
mecanismos de institucionalización y profesionalización, las metáforas del
desarrollo, se traducen en técnicas racionales (de evaluación, clasificación,
planeación, medición, etc.) que producen un conocimiento normalizado del “ser a
desarrollarse”. (Escobar, 1996). En este sentido, las funciones de la
“psicología desarrollista” forman parte de los mecanismos de
institucionalización y profesionalización, a través de los cuales esta
disciplina ha respondido a las demandas del control social, contribuyendo a
mantener el orden jerárquico que busca eliminar. 4) Implicaciones del abordaje de la pobreza desde una psicología
desarrollista. Partiendo de las perspectivas críticas del desarrollo,
se analizan tres implicaciones de abordar la pobreza desde una psicología
desarrollista: a) Re/construcción de sujetos anhelantes del desarrollado:
las categorías producidas por la psicología desarrollista instauran y mantienen
una subjetividad del pobre en términos de carencia; serían narraciones cargadas
de metáforas sobre sujetos anhelantes del desarrollo que abren espacios de
gobierno del Otro. Espacios que no se clausuran indefinidamente. Por ello es
importante estar atentos a la paradoja de la representación que impide llevar a
plenitud nuestros deseos de emancipar al Otro y por la cual, nuestra identidad
“pura” como investigadores/as se diluye, y la neutralidad del lugar desde donde
hablamos desaparece. b) Dejar en «Paz» a la pobreza: La psicología ha potenciando
al «campo del desarrollo» a lo largo de sus sucesivas transformaciones. Si bien
ha logrado humanizar al «campo del desarrollo», en un intento desesperado por
compensar su econocentrismo, ha ofrecido un modelo de cambio que parte y termina
en el sujeto. Pareciera que es en la “psique” donde reside la posibilidad
(decisión) de integrarse al sistema. La situación de miseria pasa a ser una
responsabilidad exclusiva de la gente pobre. La pobreza es vivida “en paz” sin
que perturbe al orden social existente. c) Sofisticación del desarrollo (controlado). La función de
“construir vínculos con la economía” trata de acoplar dos disciplinas para
asegurar el engranaje de las diferentes parcelas de la realidad, de modo que
ésta pueda llevar un curso de desarrollo “normal”. La búsqueda de este vínculo,
en vez de seguir una tendencia evolutiva, responde a un efecto fragmentario que
parcela el conocimiento sobre la pobreza y conlleva a una sofisticación del
control social (Foucault, 1975). La disciplina psicológica tendría “su lugar de
intervención” y como diría Castel (1973), los problemas psicológicos que son
económicos, sociales, psicológicos, etc. se reducen a éste último ámbito,
psicologizándolos. Al mantener “su lugar”, la psicología desarrollista
contribuye con el funcionamiento de las otras ciencias desarrollistas y con el
del campo mismo del desarrollo. Pero además, al asegurar “su lugar”, esta
ciencia no logra desprenderse de sus viejas explicaciones circulares, pues sigue
estudiando a los pobres para describir aquellos factores en los que difieren del
resto de la sociedad y esas descripciones se toman como la causa; se mantienen
así las explicaciones tautológicas tan rechazadas por “culpabilizar a la
víctima” (Escovar, 1979). Con esta investigación hemos querido mostrar la importancia de no
sobredimensionar la metáfora del desarrollo para explicar la condición de
pobreza. ¿La psicología debe enmarcarse dentro del proyecto del desarrollo?,
¿debe procurar el desarrollo de la gente?. En ese caso, ¿de cuál desarrollo se
habla?. No debemos obviar que todo cambio no implica necesariamente desarrollo,
ni que toda solución a la pobreza no exige cambios modernizadores. Pero
entonces, ¿cuál es el modelo de cambio a seguir?. Esa no es una respuesta
exclusiva de la ciencia, ni que podamos dar ahora. Con Mires (1996) consideramos
que eso dependerá de la trama indeterminada que se conforma mediante la
conjunción de acciones sociales, y que sólo es seguro que esos actores no serán
únicamente los hasta ahora privilegiados por las ciencias sociales, marcadas por
el evolucionismo histórico; lo urgente -sostiene Mires- es abandonar un modelo
de cambio que determina al actor social a través de teorías económicas, para
imaginar propuestas económicas a través de la determinación del actor social.
Así podremos potenciar los grandes esfuerzos de la psicología por no permanecer
indiferente ante el vertiginoso aumento de la pobreza.Problemas del abordaje de la pobreza desde una Psicología desarrollista
El objetivo de esta investigación es estudiar cómo se ha tejido el
vínculo entre la psicología y el desarrollo, como ámbito de transformación
social de la pobreza. A la par que nos proponemos ésto, cumplimos otro objetivo:
contribuir desde la psicología como disciplina con las perspectivas críticas del
desarrollo. Estas perspectivas han ignorado los aportes de la psicología al
debate del desarrollo. (Burman, 1994, 1999; Lalueza, Crespo y otros, 1994, 1996,
2001; Morss, 1992; Walderkine, 1993).
Tomamos aportes de tres perspectivas epistemológicas: 1) Desde el
socioconstruccionismo (Gergen, 1994; Ibañez, 1996) damos relevancia el carácter
histórico de la producción del conocimiento, así como la necesidad de
problematizar las explicaciones cuya verdad damos por sentada. 2) De la
epistemología feminista tomamos por un lado, la necesidad de incorporar los
deseos a la teorización del cambio (Braidotti, 1994, Pujal, 2000) y por otro,
tomamos el conocimiento situado (Hesse, 1966; Haraway, 1991). 3) Desde una
perspectiva hermenéutica (Gadamer, 1975; Ricoeur, 1975) abordamos los textos
(material de análisis de la investigación).
* * *
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