REDES- Revista hispana para el análisis de redes sociales
Vol. 21 #11, Diciembre 2011
http://revista-redes.rediris.es

De redes sociales recíprocas a grupos de acción para el intercambio de mercado: la “privatización espontánea” en la Hungría post-comunista[1].[2]

 

Larissa Lomnitz  y Diana Sheinbaum

IIMAS- Universidad Nacional Autónoma de México, México

 

Resumen

Siguiendo el trabajo previo sobre la importancia que han tenido las redes sociales para la supervivencia económica y social del funcionariado de clase media latinoamericano y soviético, este artículo explora el papel de las redes sociales (las conexiones) en el proceso de privatización y liberalización del mercado en la Hungría post-comunista. Nos basamos en estudios académicos precedentes y en trabajo de campo desarrollado durante varios meses en Budapest para mostrar que las redes sociales son estructuras intermediarias centrales en las que los individuos y los grupos construyen soluciones que les permiten sobrellevar las deficiencias del sistema formal. Desde esta perspectiva, exploraremos la importancia de las conexiones entre gerentes durante el primer periodo de privatizaciones en Hungría, conocido como “privatización espontanea”.

Palabras clave: Redes sociales, Privatización, Post-comunismo, Intercambio informal, Reciprocidad, Amistad.

 

Abstract

Following previous research on the significance that social networks have had for the economic and social survival of Latin American and Soviet state-employed middle classes, this paper explores the role of social networks (connections) on the process of privatization and market liberalization of Post-Communist Hungary. Based on former academic studies and on field research conducted for several months in Budapest, we will try to show that social networks are central intermediary structures on which individuals and groups construct solutions that allow them to cope with the deficiencies resulting from the formal system. From this perspective we will explore the importance of manager’s connections in the first period of the Hungarian privatization process known as “spontaneous privatization”.

Keywords: Social Networks, Privatization, Post-communism, Informal Exchange, Reciprocity, Friendship.

 

Introducción

Siguiendo el trabajo de Adler sobre la relación entre las esferas formal e informal en distintos sistemas socio-económicos y con marcos institucionales diferentes (Adler 1971, 1977, 1981, 1988, 2000), nos hemos centrado en el estudio de las redes sociales como estructuras intermediarias centrales en las que los individuos y los grupos construyen soluciones que les permiten sobrellevar las ineficiencias del sistema formal[3].

Empezando con un estudio de las clases medias chilenas (Adler 1971), Adler describió un sistema de reciprocidad generalizada basado en redes egocéntricas (contactos) que suponían una red de continuos intercambios informales de servicios, realizados en y motivados por una ideología de la amistad. Este sistema, conocido como el compadrazgo, se interpretó como una expresión de solidaridad de clase, necesaria para la supervivencia del grupo. La horizontalidad y la reciprocidad, la amistad y la confianza eran sus características principales. Treinta años después, Barozet (2002) ha observado que el intercambio informal de favores es una práctica social que todavía resulta central para la supervivencia de las clases medias en Chile. Sin embargo, cuando el intercambio de favores se desequilibra, la relación se vuelve asimétrica y las redes adquieren una estructura vertical. Esto resulta bastante claro en los sistemas políticos en los que aparecen relaciones de cliente-patrón como mecanismo por el que los cargos políticos usan su posición en la burocracia formal para intercambiar recursos por lealtad y votos.

Más tarde, el trabajo de Adler sobre la supervivencia de los trabajadores en un barrio de chabolas mejicano (Adler, 1977) mostró que la supervivencia física del grupo se basaba en la existencia de redes sociales exocéntricas (redes estrechas), que se describían como nudos locales con una gran intensidad de intercambios, cuyo aspecto más característico consiste en que el intercambio no se centraba en un individuo, sino que lo practicaban por igual todos los miembros de la red. Cada miembro de la red exocéntrica podía, al mismo tiempo, mantener formas de reciprocidad diádica adicionales con relaciones fuera de la red, pero esas relaciones tienden a ser menos intensas y menos estables que las mantenidas dentro de la red exocéntrica (Adler, 1977, p. 135). Este sistema de intercambio basado en redes sociales actuaba como un sistema de seguridad informal, que aseguraba la supervivencia bajo la inseguridad estatal crónica que caracteriza a este estrato de la población. De nuevo, la horizontalidad y la reciprocidad, y en este caso, el parentesco y la confianza eran sus principios organizativos.

En el mismo barrio de chabolas, Adler observó que cuando un individuo dentro de la red horizontal y recíproca organizaba a algunos familiares y amigos para trabajar en la esfera formal de la sociedad que requería mano de obra, se empezaba a desarrollar una relación asimétrica. Entonces, el carácter horizontal de las redes recíprocas se hacía vertical, y los líderes individuales se convertían en intermediarios, poniendo en relación al empleador formal con los compañeros de la red, y formando en consecuencia un grupo de acción (Mayer, 1968). La permanencia en los grupos de acción, su tamaño, y su estratificación dependen del flujo de recursos desde la esfera formal. Cuanto más grande era el flujo, más permanente y más estratificado era el grupo vertical. Si el flujo se cortaba, la red vertical que configuraba el grupo de acción regresaba a la forma de red horizontal. Por lo tanto, el mantenimiento de lazos horizontales era importante tanto como recurso (trabajo e intercambio de favores), así como colchón de seguridad cuando se acababan los empleos y se interrumpía el flujo de recursos. Estas redes, basadas en los principios de lealtad y redistribución, constituían mecanismos de articulación entre el sector informal y la economía formal.

Al estudiar la economía informal en la Unión Soviética (Adler 1988), Adler observó una institución social tradicional de intercambio (similar al compadrazgo) llamada blat (Ledeneva 1998). El blat se define como un sistema horizontal de intercambio de bienes escasos y de servicios, que permitía sobrellevar las ineficiencias de un sistema planificado centralmente y sobre-regulado (Kornai 1992). Esta institución tradicional, el blat, tuvo un papel fundamental en la resolución de los problemas de escasez de bienes, así como en la obtención de trabajos y servicios subministrados por el estado. Al mismo tiempo, aparecía en la esfera formal otra configuración de redes, en forma de grupos de acción basados en relaciones verticales. Por ejemplo, dentro de las fábricas estatales, surgían pequeñas empresas informales que producían nuevos bienes de modo informal, y que entraban al mercado de consumidores también de modo informal, pero usando los recursos de las fábricas, incluyendo tiempo de trabajo, herramientas y materia prima. Los gerentes usaban habitualmente estos productos para alcanzar las cuotas que se les asignaban desde la planificación central, y con el tiempo, para aumentar sus ingresos personales o los de los trabajadores. Estas actividades eran ilegales y severamente castigadas, lo que las hacía altamente dependientes de las relaciones de confianza.

En Hungría, el programa estalinista introducido por la Unión Soviética después de 1948 se hundió en 1956, a lo que siguió una “experimentación post-totalitaria de un autoritarismo ilustrado, pragmático y paternalista (…) popularmente conocido como ‘comunismo de goulash[4]’. Más tarde, en las décadas de los sesenta y los setenta, apareció una ‘segunda sociedad informal latente’, independiente de estado, en la esfera oculta del espacio social informal, con sus propios principios organizativos y redes” (Hankiss 1990, p. 82-85).

Como parte de este desarrollo, emergió una “segunda economía” informal, en las áreas de la producción agrícola y los pequeños comercios. Muchos académicos pensaron que estas empresas familiares informales serían la semilla del desarrollo del capitalismo, en la medida en que constituían un terreno para la promoción de la iniciativa privada (Gábor 1997, p. 158-151; Szelenyi 2001). El proceso de transición a una economía de mercado, sin embargo, mostró que esta transformación no ocurrió como resultado de tal forma de capitalismo primitivo familiar y de pequeños negocios informales, sino que fue el resultado de modificaciones promovidas en parte por cambios en la Unión Soviética y, más tarde, por el grupo tecnocrático de la Nomenklatura, particularmente de las élites directivas[5]. Estos individuos, por virtud de sus conocimientos políticos y técnicos y de sus redes (capital social) eran capaces de proponer y lanzar reformas económicas que, con el tiempo, llevaron a la privatización de las empresas estatales (Voslensky 1978).

En las secciones siguientes, trataremos de analizar la importancia de las redes sociales de los directivos durante el primer periodo del proceso de privatización en Hungría (el periodo llamado “de privatización espontánea”), en el cual ciertas propiedades del estado socialista se convirtieron en propiedades privadas.

Trasfondo Histórico

A principios de la década de los sesenta, las economías socialistas se encontraban en una profunda crisis económica. Hungría no era una excepción. La producción rural experimentó una racha de decrecimiento. Como resultado, en 1963 el régimen de Kádár cambió drásticamente su rumbo, entró en una trayectoria de reformas e implementó transformaciones de un modo más consistente que ningún otro país en Europa central. Tras los años de represión y de confrontación social que siguieron al levantamiento popular de 1956, Kádár y sus aliados en el Partido Comunista viraron hacia una política de concesiones y compromisos (Szelényi, et al., 2001, p. 48).

Kádár, de tendencias populistas, ofreció un “trato” a la clase trabajadora, que fue conocido como las Nuevas Políticas Económicas. Este trato empezó a aplicarse en las zonas rurales. Como Hungría había colectivizado la agricultura a principios de los sesenta, también adoptó una política muy flexible hacia la producción familiar (Szelényi, et al., 2001, p. 49). El arreglo resultante sobre las relaciones de propiedad agrícolas creó la práctica de la actividad agraria en micro-parcelas, en paralelo a las explotaciones agrarias estatales y cooperativas a gran escala (Böröcz 1993, p.87). Esta aproximación a la producción socializada mostró ser tan exitosa que, a principios de los setenta, fue copiada en los otros sectores de la actividad económica. En la industria, los húngaros inventaron el equivalente a las parcelas familiares (o el sistema del responsable individual), al permitir que se desarrollaran complejos arreglos de subcontratación dentro de las empresas de propiedad estatal. Por ejemplo, si un grupo de trabajadores quería usar la maquinaria de la compañía, podían alquilarla y producir los mismos bienes en sus horas extra. Con la segunda economía, los trabajadores aprendieron a encontrar sus soluciones y empezaron a creer que les ofrecía una oportunidad única de promoción social, al proporcionarles estrategias de ingresos de distintas fuentes.

Estas concesiones constituyeron un terreno fértil dentro del sistema monolítico en el que la iniciativa privada empezó a crecer. Por lo tanto, las reformas promovidas por el gobierno posibilitaron a los trabajadores a aprender a moverse dentro de una economía capitalista. Este proceso implicó la des-criminalización del sector no estatal, así como la transformación de la estructura de propiedad en Hungría, mucho antes de que empezaran los cambios políticos en el régimen (Böröcz 1993, p.89).

Otra característica importante de la reforma promovida por Kádár fue el arreglo con las élites intelectuales. Tras la muerte de Stalin, varias burocracias socialistas perdieron su legitimidad, que se basaba en el carisma del líder y en el énfasis en la lucha de clases. Como consecuencia, hubo un intento de recuperar la legitimidad a fuerza de reclutar a profesionales cultos en las posiciones de poder y para reinterpretar el socialismo como “proyecto científico”. En Hungría, el contrato social con la clase profesional se llevó más lejos, y se aplicó más consistentemente que en otros países socialistas (Szelényi, et al., 2001, p.49-50). El Partido Socialista Húngaro de los Trabajadores (MSZMP) estaba tan decidido a reclutar a líderes entre los segmentos altamente educados de la sociedad que fue más flexible con la obligación de que estos nuevos cuadros se afiliaran al partido o con que expresaran su lealtad a los principios del marxismo. Irónicamente, esta actitud más flexible hacia la intelligentsia tecnocrática puede haber jugado un papel no intencionado en el debilitamiento de la legitimidad del sistema socialista, puesto que la nueva tecnocracia que iba ocupando las posiciones de poder empezó a cuestionar al régimen socialista (Péteri 1998, 2002). Finalmente, este proceso fue reforzado por la profunda crisis que precedió a la transición política y a la llegada de la Glasnost y de la Perestroika.

La nueva tecnocracia, dirigida por gerentes de grandes empresas, introdujo la idea de la reforma de la propiedad en la agenda del Partido a principios de la década de los ochenta. Lo que presentaron en esta etapa no era un programa de privatización en toda regla, sino una solución simple al problema de “vacío de propiedad”[6] que afectaba a todas las economías socialistas. Hoy resulta evidente que, con esta maniobra, la élite tecnócrata empezó a llevar a la economía húngara en dirección del capitalismo, y los directivos de empresa empezaron, poco a poco, a renegociar sus derechos de propiedad con el fin de legalizarlos, extenderlos más allá de la mera posesión, y obtener un control importante sobre qué producir y cómo invertir el capital (Böröcz 1992).

Al principio, los miembros de la “vieja guardia” política burocrática lucharon contra este cambio, pero fueron vencidos en el verano de 1989, durante la Mesa Redonda de negociaciones que señaló el final del monopolio del Partido Comunista Húngaro. A partir de este punto, la nueva tecnocracia tuvo las manos libres para completar la transformación de las relaciones de propiedad en Hungría. Pero más allá de simplemente simular la expansión de la segunda economía, los legisladores empezaron a diseñar una variedad de medidas para la privatización del sector público. En cuestión de meses, se aprobó la legislación para crear el marco legal de lo que dio en llamarse “privatización espontánea” (Rona-Tas 1997; Stark y Bruszt 1998, p. 58-64).

La privatización espontánea

Algunas formas de privatización espontánea empezaron a suceder en Hungría en 1988, todavía bajo el régimen socialista (Voszka 1996, p.182). Durante un tiempo, se desarrolló la conversión de empresas individuales a partir de propiedades estatales mediante lagunas jurídicas abiertas por dos leyes vigentes que daban a los directores de empresas un amplio margen de maniobra. La Ley de Consejos de Empresa (1984) transfería formalmente algunas funciones de la propiedad desde los ministerios hasta estos cuerpos de nueva creación, controlados por la dirección de las compañías; y la Ley sobre la Transformación Económica, y la Ley de Empresas, aprobadas en Enero y en Junio de 1989, que incluían disposiciones para establecer sociedades anónimas y sociedades de responsabilidad limitada. Estas medidas legales proporcionaron el vehículo para la “privatización espontánea” de empresas estatales, al poner un poder enorme en las manos de la dirección empresarial para negociar y controlar la transferencia de activos desde las compañías estatales a manos privadas (Rona-Tas 1997, p.171; Böröcz 1993; Stark y Bruszt 1998).

Los pasos básicos en este proceso fueron los siguientes. Primero, la dirección de una empresa estatal establece un gran número de afiliados, sociedades de responsabilidad limitada. Entonces, transfiere todos los activos de la empresa estatal a las nuevas compañías de modo que la dirección de la primera, y no los organismos centrales del estado, queda a cargo de los activos. De este modo, la empresa estatal se convierte en un caparazón virtual, al ser reducida a una estructura legal sin ningún activo productivo directo. En la siguiente vuelta, se expiden acciones para los afiliados y su valor se rebaja abruptamente. La dirección de la empresa estatal, y en gran proporción sus familiares y amigos, compran una parte sustancial de las acciones para afiliados con precios preferentes, y una vez que la transferencia se ha completado, los nuevos propietarios incrementan el valor de las acciones mediante el mismo procedimiento por el que fueron devaluadas (Böröcz 1993, p.92-93). En síntesis, los directivos usaron dos mecanismos para ganar derechos sobre el capital productivo:

“En un escenario, los directivos hunden el precio al que se venden las acciones de empresas estatales privatizadas, usan sus redes sociales para obtener créditos de bancos, y entonces compran las acciones a precios increíblemente bajos. En otro escenario, los directivos establecen compañías privadas satélite en paralelo a las firmas que dirigen. Estos satélites privados adquieren entonces los activos de la empresa estatal a cambio de acciones en la nueva empresa. (…) En cualquiera de los casos, los directivos pueden adquirir una gran cantidad de derechos de propiedad sobre los activos estatales” (Hanley, et.al, 1998, p.13).

 

Una segunda versión de la privatización espontánea vio a las firmas Húngaras entrar en empresas conjuntas con inversores extranjeros. En este caso, la dirección sólo compraba una parte de las acciones, preferiblemente una cantidad suficiente como para ser capaces equilibrar la balanza entre los propietarios privados extranjeros y el estado. Este tipo de transformación ponía el conjunto del proceso en manos del Consejo de Empresa, es decir, en manos de los directivos. Los directivos seleccionaban a los inversores extranjeros, normalmente en términos que les eran favorables, con la condición de mantener sus posiciones de dirección, o de ganar intereses en una operación lucrativa forjada a partir de la empresa estatal original. Los directivos también eran responsables de preparar la tasación de sus propias empresas. Sin embargo, la dificultad de determinar un precio justo dejaba un amplio margen de maniobra en la negociación de los contratos (Voszka 1996). De acuerdo con un entrevistado que tomó parte en las reformas legislativas, las estrategias de los directivos húngaros no diferían de las que suceden en un país capitalista: “esto es igual que en un país capitalista en el que la gente con poder cambia las reglas, para hacer todos los cambios legales. En Hungría, las cosas se hicieron siguiendo las normas, incluyendo la valoración legal de lo que valía una empresa, aunque esas valoraciones en general eran muy bajas, y por lo tanto los pequeños grupos de directivos podían comprar una empresa o incluso recibir un préstamo de un banco que pagarían luego”.

Fogarassy y Szántó ilustran las estrategias de los directivos al describir la privatización de una gran compañía. En este caso, los autores muestran que las interacciones estratégicas entre los máximos dirigentes influenciaron el proceso y el resultado de la privatización (2001, p. 92-103). Por una parte, podían impedir la iniciativa de los empleados de adquirir una parte de la propiedad, y por la otra, podían facilitarle las cosas al nuevo propietario potencial para mantener sus posiciones.

La mayoría de la literatura sobre la transformación húngara sugiere que los actores clave en el proceso de “privatización espontánea” fueron los directivos de las empresas públicas. Fueron redes simétricas horizontales las que determinaron el proceso en prácticamente todas las transacciones mediante las que los activos estatales se transfirieron a particulares. Sin involucrar a organizaciones estatales, los directivos de las empresas y, ocasionalmente, inversores extranjeros, tomaron las decisiones sobre la venta de empresas y activos públicos. La negociación implicaba intercambios de favores claramente definidos entre familiares y amigos (Volska 1996; Albert y David 2000, p. 247-253).

La alta incidencia de las transacciones informales y ocultas entre los directivos durante el proceso de redistribución de las relaciones de propiedad sobre los activos públicos a lo largo del cambio de propiedad post socialismo de estado indica la importancia de sistemas muy extendidos, y a menudo muy complicados, de favores, ardides, privilegios y exclusiones, filtrajes de información y engaños. Como señala Böröcz:

Las redes informales de los antiguos directivos estatales bajo el socialismo se convirtieron en un rasgo tan crucial de la transformación que la estructura de sus lazos informales ha determinado, no sólo la selección del personal - p.e. quién ocuparía las más altas posiciones en la dirección y la propiedad en el capitalismo post-socialista de Hungría - sino que también dieron forma a la organización económica. Los antiguos dirigentes socialistas no sólo han mostrado una enorme resistencia ante las distintas presiones para su eliminación, sino que incluso las estructuras empresariales en transformación terminaron por reflejar las dotaciones de las redes de sus máximos directivos en el momento de la transformación (2000, p. 351).

Eyal, Szelényi y Townsley propusieron en su libro Making Capitalism Without Capitalists[7] que el proceso de transformación del régimen socialista húngaro fue el resultado de algo paralelo a la revolución gerencial en el Oeste, donde los directivos, y no los capitalistas individuales, se convirtieron en el nuevo bloque de poder. De acuerdo con los autores, sólo los antiguos tecnócratas socialistas con capital social y cultural, es decir, con redes sociales, conocimiento, información, pericia y la capacidad de manipular símbolos, pudieron retener sus posiciones tras la transformación post-comunista. Si contaban sólo con capital político, perdían sus privilegios, poderes y prestigio (1998, p.13). En la misma línea, Böröcz sugiere que “a quién conocías dentro del complejo laberinto institucional de la economía húngara suponía la gran diferencia en tu capacidad de controlar el proceso. Las camarillas y coaliciones de directivos, formadas durante los diez años precedentes, estaban ahora perfectamente preparadas para convertirse en instrumentos para manipular todos los elementos de la transformación. Como la transformación implicaba la demolición y reescritura de las estructuras políticas heredadas, las rentas extraídas durante la transformación por este grupo de directivos no se derivó principalmente de su posición política, o siquiera administrativa, per se. Emergió principalmente de los activos sociales informales (Szelényi, et al., 2001, p. 49-50).

¿Cómo se convirtieron las redes de los directivos en la semilla de las empresas privadas y de los beneficios económicos? Podríamos caracterizar la evolución de las redes sociales de los directivos del siguiente modo. Antes de la transición, había formas de reciprocidad generalizada como las descritas en el caso chileno, en las que redes egocéntricas horizontales eran la base de intercambios recíprocos de recursos escasos. Este sistema informal proporcionaba una amplia red de solidaridad. En cierto punto, dentro de una red egocéntrica, se empezaron a concentrar redes exocéntricas más estrechas (redes ajustadas), sobre la base de niveles más elevados de confianza mutua y relaciones en las que los intercambios recíprocos ocurrían con regularidad. Finalmente, de estas redes más estrechas y mediante la acción de líderes individuales, empezó a desarrollarse un tipo distinto de red social vertical, formando “grupos de acción”, que podrían convertirse, en el caso de los directivos, en pequeñas empresas[8] (Völker 1995).

En Hungría, los directivos reclutaban tanto a miembros de sus redes exocéntricas como a conocidos en sus redes egocéntricas, incluyendo familiares y amigos en quienes confiaran, y que tuvieran determinado conocimiento especial o una conexión útil para sus nuevos propósitos económicos (Albert y David 2000, p. 247-253; Kuczi y Makó 1997; Utasi 1996). El capital social formal de los directivos post-comunistas se basaba en las posiciones dentro de las asociaciones profesionales, en la junta directiva y las juntas de supervisión, especialmente en los economistas que estaban situados en distintos puestos en calidad de asesores. Durante el breve periodo de transición en el que sucedió la privatización espontánea, un directivo podía organizar un “grupo de acción” reclutando a miembros de sus redes con conocimientos técnicos así como conexiones sociales valiosas (Bartha y Martin 1998, p.235).

Por lo tanto, la nueva clase emprendedora era la gente con capital social y cultural. Como nos explicó una fuente húngara: “los ganadores de la transición fueron individuos que conocían desde dentro cómo funcionaban las cosas, principalmente los que trabajaban en el sector financiero”. De acuerdo con este individuo documentado, las conexiones y los contactos de los directivos no eran necesariamente relaciones de parentesco, sino que se trataba de relaciones adquiridas cuando eran miembros del Partido Comunista, en el trabajo y en grupos deportivos. En estos contextos, grupos de hombres podían, por ejemplo, salir de cacería durante varios días en los cuales comían, bebían y bromeaban juntos, estrechando sus redes sociales: “la mayoría de los líderes comerciales exitosos de los últimos cincuenta años estaban atrincherados en las redes del Partido Comunista”.

Otro contexto en el que se forjaban conexiones sociales relevantes era la carrera diplomática: “Si querías ser diplomático, tenías que tomar un curso en la URSS, donde había una escuela especializada. Durante ese periodo, los futuros diplomáticos se organizaban por grupos de edad, dormían en los mismos dormitorios, iban juntos a beber vodka, salían y se lo pasaban bien”. Las conexiones entre húngaros y extranjeros que fueron a esta escuela siguen en uso hoy en día: “por ejemplo, si un político perdía su empleo durante la transición, podía buscar a uno de sus viejos camaradas que estuviera bien situado en una gran empresa. En una reunión social, mientras se bebe y se come, podría quejarse ‘yo solía ser un cuadro, un miembro de la Nomenklatura, pero ahora he perdido mi trabajo político, ¿cómo voy a mantener a mi familia?’, y su amigo podría decirle: ‘no te preocupes, como tienes contactos con los rusos, te pondré a cargo de las importaciones de petróleo desde Rusia… Hemos pasado juntos muchos años y tenemos confianza el uno en el otro’”.

Ganev (2001) ejemplifica la dinámica de las redes sociales de directivos durante la transición en Bulgaria mediante el análisis de Multigroup, el conglomerado económico más fuerte después de 1989. La lógica del enriquecimiento de Multigroup es la lógica del empobrecimiento del estado. La dinámica que propulsó a esta empresa hasta lo más alto del poder económico y político consistió en redirigir el flujo desde un circuito que operaba dentro de los confines de las instituciones estatales hasta un ciclo más abierto con diversas compañías “privatizadas”. Esto fue posible gracias a que los oficiales de mayor rango confiaban exclusivamente en la pericia de los antiguos funcionarios que ocuparon posiciones delicadas dentro del estado comunista y quienes sabían “cómo funcionan las cosas”. Su presidente estaba casado con la hija del director de Contraespionaje Militar, quien le dio acceso a redes de oficiales secretos y otras personas con información privilegiada en la administración estatal. Los vice-presidentes y los directores generales del conglomerado eran todos antiguos dirigentes del poderoso Departamento de Seguridad del Estado, o jefes de departamentos estratégicos en el Ministerio de Asuntos Interiores, que incluía el Departamento de Información y Análisis. Otros eran directivos de empresas de propiedad estatal (industria petrolera, inversión industrial y micro-procesamiento) y ocho más eran antiguos ministros diputados en el antiguo régimen. En otras palabras, Multigroup creó un entorno en el que el “conocimiento almacenado” sobre la economía búlgara fue convertido en beneficios económicos. La biografía de los hombres fuertes de Multigroup da a entender que fue la forma en la que se conectaban los individuos en redes que controlaban la información y el acceso a distintos recursos lo que verdaderamente importa a la hora de comprender la dinámica de las “reformas económicas”- sus predisposiciones culturales, culturales, religiosas, étnicas y psicológicas pueden considerarse como atributos espuriamente significativos (Ganev 2001).

Conclusiones

Si aceptamos la afirmación de Karl Polanyi de que la acción económica está encastrada en las relaciones sociales, en este artículo he intentado estudiar la importancia de las redes sociales en el proceso de transición de una sociedad comunista centralizada a una economía de mercado capitalista.

Bajo el régimen comunista, las redes sociales actuaban como estructuras intermediarias, que permitían a los individuos y a los grupos sobrellevar las deficiencias del sistema formal. La gente mantenía relaciones egocéntricas (blat) mediante las cuales intercambiaba bienes escasos y servicios. Al mismo tiempo, confiaban en redes compactas y exocéntricas, compuestas de parientes, amigos y colegas con los que podían intercambiar recursos escasos y también discutir asuntos personales y políticos.

Las redes exocéntricas de los directivos disponían de mejor información sobre lo que sucedía en el mundo comunista, intercambiaban información vital sobre las nuevas direcciones que estaba tomando el sistema económico y político, incluso antes de que lo supiera el resto de la gente. Estas redes exocéntricas empezaron a evolucionar hacia grupos de acción verticales que promovían reformas legales sobre la propiedad, que con el tiempo les permitirían tener un gran control sobre los activos estatales. Al crear sociedades anónimas y sociedades de responsabilidad limitada, los directivos estatales pudieron transferir las firmas estatales a empresas privadas en manos de su red de contactos más cercanos. Durante este proceso, que fue conocido como la “privatización espontánea”, los directivos veían la extensión de sus contactos personales como la principal condición para el desarrollo. Por lo tanto, las redes sociales operaban como uno de los mecanismos por los que los activos no económicos –la pericia, los conocimientos prácticos, y de modo más importante, los contactos informales- se convertían en propiedad y control de las decisiones.

Como resultado, la transformación de la estructura de propiedad en Hungría, por lo menos durante la primera fase de cambio de propiedades, no se llevó a cabo en la esfera formal, sino que por el contrario, supuso la informalización galopante y sistemática de prácticamente todos los activos de la economía (Böröcz 1993). Después de que sucediera la transformación política, el proceso de privatización se centralizó en las manos de la Agencia Estatal de la Propiedad, fundada en 1990. Sin embargo, las relaciones informales todavía determinaban en una gran proporción el proceso de liberalización del mercado, con independencia de la presencia o la ausencia de las regulaciones e instituciones estatales formales.

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[1] Artículo traducido por Irene Cruz.

[2] Nos gustaría agradecer al Collegium Budapest por darle a la Dr. Lomnitz la oportunidad de realizar este estudio. También queremos agradecer a Csaba Gélenyi y a Luis David Ramírez de Garay por su inestimable ayuda al meterse en el laberinto de informaciones a partir del cual tratamos de recomponer una realidad compleja.

[3] En sociología se usa el concepto “organización formal” en referencia a grupos de personas que llevan a cabo prácticas sociales que se caracterizan por tener normas y regulaciones explícitas y personificadas –a menudo escritas profesionalmente, aceptadas ritualmente, y a disposicón pública. Se espera de todos los miembros su adhesión y su cumplimiento. El comportamiento que sigue esas normas fijadas se llama comportamiento formal. Todas las otras formas de acción social –eludir o burlar las regulaciones- se consideran comportamiento informal. El comportamiento informal precede al formal, tanto históricamente como entre los individuos, por lo que la mayoría de manifestaciones de informalidad constituyen la pauta natural de la vida social (Böröcz, 2000, p. 351).

[4] N.T. Estofado al estilo húngaro.

[5] Aquí sería conveniente agradecer a uno de los revisores de este texto, quien nos ha hecho notar la existencia de un sistema de compadrazgo húngaro llamado "protekció".

[6] Böröcz (1993) argumenta que el Imperio Soviético estaba marcado por el vacío de propiedad como la forma dominante de propiedad. Con el término de vacío de propiedad, Böröcz describe la definición poco clara en la asignación de derechos de propiedad.

[7] N.T. Hacer el capitalismo sin capitalistas

[8] En su estudio sobre las redes sociales en Alemania del Este, Völker (1995) observó que bajo el comunismo, los problemas de los ciudadanos eran: cómo garantizar la independencia y la honradez de los otros, y cómo obtener bienes escasos. Para resolver estos problemas la gente tenía dos tipos de redes: nichos, es decir, un grupo pequeño con vínculos fuertes, compuesto de personas con las que uno podía hablar de sus propias situaciones personales y discutir los acontecimientos políticos; y una amplia red de lazos débiles de carácter instrumental que servían de red de provisión. Durante la transición, ambas partes de la red cambiaron en cierta forma, las redes de provisión se convirtieron en vínculos importantes para la información y el consejo en asuntos financieros; por otra parte, los nichos perdieron importancia en su antigua función a medida que la libertad de opinión política se controlaba menos. Por lo tanto, las diferencias entre éstos y los lazos débiles se hicieron minúsculas.