En la actualidad, uno de cada cuatro niños sufre algún tipo de violencia en alguna de sus formas -muerte, lesiones, refugiados, empleos peligrosos, prostitución, tráfico de seres humanos, guerras...., 200.000 niños son asesinados cada año en conflictos armados, 600.000 heridos de distinta consideración y más de 3,5 millones de menores viven refugiados a causa de las guerras. Además, según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), hay 300.000 niños soldados en los conflictos que están actualmente abiertos. 400 millones de niños trabajan en el mundo, de los cuales 253 millones realizan trabajos peligrosos que atentan seriamente contra su salud física o mental o contra su desarrollo normal. Dos millones de niñas al año, entre 5 y 15 años, son víctimas de explotación sexual. Los países industrializados no se libran de estar en estas estadísticas, alrededor de 3.500 niños menores de 15 años mueren cada año por maltrato físico o negligencia. Sólo en España el maltrato al niño ha crecido un 150% en los últimos cinco años, las formas más comunes son la negligencia y el abandono.

Según los expertos que participaron en este Foro, el maltrato infantil, aunque es más común en entornos desfavorecidos económicamente, y sólo un diez por ciento de los padres maltratadores tienen una enfermedad psiquiátrica que justifique las conductas de maltrato hacia el niño, aunque suele haber detrás una historia de déficit intelectual o de aprendizaje y trastorno de la personalidad que les impiden afrontar satisfactoriamente el día a día con sus hijos. Aunque la mayoría de las víctimas no crece como agresores, alrededor de un 30 por ciento tienen un comportamiento violento durante la adolescencia y la edad adulta. El maltrato que sufre el niño en su propio núcleo familiar le hace sentirse avergonzado y culpable en la mayoría de los casos, por lo que lo mantiene en secreto y no pide ayuda.

Prácticas como la mutilación genital siguen presentes incluso en los países occidentales, o son llevadas a países donde se practica. El turismo sexual, del que los europeos son los principales inductores, sigue creciendo, y muchas mafias abandonan el tráfico de droga, por el de los seres humanos, por ser mucho más rentable y menos peligroso.