El cine de Krzystof Kieslowski: la
Perfección y el Azar
Jesús Solera
Resumen:
Se analiza brevemente lo esencial de la obra cinematográfica del director polaco Krzystof Kieslowski
(Varsovia, 19411996) y de Krzystof Pisiewick (Varsovia, 1945) su guionista.
Básicamente son dos vectores (paradójicamente opuestos) los que la fundamentan: la
Perfección y el Azar. Ambos actúan sobre la vida del ciudadano del mundo occidental: a
la presión del primero, Kieslowski ofrece la abertura del segundo. Este
es su análisis de la sociedad europea y, lo que es más importante, así lo traslada a su
lenguaje cinematográfico. De esta forma, demostrando su inmensa personalidad, se aleja de
las tendencias frívolas y banalizadoras del cine en la posmodernidad, que ha esterilizado
y mecanizado el lenguaje cinematográfico.
Desde su soledad intelectual y artística nos
dejó una obra clave para la cinematografía mundial. Una obra que nos ayuda a entendernos
a nosotros mismos.
Palabras
clave: Perfección. Azar. Posmodernidad. Lenguaje. Mecanización.
Abstract: This article looks into the essence of the work of Polish
director Krzystof Kieslowski (Warsaw, 19411996) and his scriptwriter Krzystof
Pisiewick (Warsaw, 1945). Their cinematography rests on two pillars, which paradoxically
are confronted: Perfection and Chance or random events. Both pillars have a bearing on
common lives in the Western world. The pressure exerted on man by the first pillar is
countered by the lightness of the
second one. Kieslowski´s cinematography reflects his own views on European society and
this very approach separates him from the frivolity and
banality of postmodern cinema, characterized by the sterility and mechanization of
cinematographic language. Kieslowski´s solitary confinement and artistic isolation has
given us a product that is a key element in cinematography as we know it. Kieslowski and
Pisiewick created a work that helps us understand our own very self.
Key words: Perfection. Chance. Postmodernism. Language.
Mechanisation
Para muchos críticos y profesionales del medio la decadencia del cine
empezó a fraguarse a finales de los setenta y principios de los ochenta, todavía
entonces daban los últimos coletazos algunos de los grandes directores de otra época
antes de que la edad o el mercado les impidiera hacer más películas. Sin embargo en la
convulsa Polonia estaba surgiendo en la sombra el que sería uno de los últimos grandes
(algo parecido ocurría en Portugal con el viejo Oliveira),
y que se descubría fundamentalmente a través de la televisión de su país. Era Krzystof Kieslowski
(Varsovia, 1941 1996) y su inseparable guionista Krzystof
Pisiewick (Varsovia, 1945). Mientras
en la Europa libre la posmodernidad marcaba la tendencia hacia la frivolidad, mecanizando
el lenguaje cinematográfico y firmando la sentencia de muerte del cine, ambos mantenían
la llama encendida y apostaban, tras el telón, fuera del libre mercado capitalista, por
un cine que indagaba en lo más íntimo del ser humano en relación a la sociedad en la
que vive, en la línea de la más pura tradición cinematográfica centroeuropea.
El impacto de Kieslowski en el gran público tardaría en llegar a
España, de hecho no sería popularmente conocido hasta la famosa Trilogía:
Blanco, Azul y Rojo 1993-94. Sin embargo ya mucho antes en el resto de Europa Decálogo
1988 había dejado su huella, e indicaba que
estábamos ante dos grandes cineastas. Maestros hasta tal punto que uno de los capítulos,
No amarás de 55 minutos (más tarde también No
matarás), fue convertido en largometraje (90 minutos aprox.) y distribuido en las
salas comerciales de Europa. Los dos (capítulo y largometraje) funcionan a la
perfección, como un reloj de precisión; algo que será característico del cine del
director polaco. Y esto que parece una banalidad es sin embargo lo más difícil; en la
versión corta no falta un plano, en la larga no sobra tampoco ninguno: imposible de creer
pero cierto. Es la maquinaria perfecta de Kieslowski y Pisiewick. Pero lo que es pura técnica y austeridad narrativa
pasa a ser magia: la que desprenden sus películas; y lo que es una ajustadísima
mecánica se convierte en el misterio - mundano, diario, común - que envuelve a sus
personajes. Pocas veces un cine tan técnico y tan perfectamente ensamblado, pocas veces
la fría perfección ha transmitido tanto - ¡qué diferencia con el cine de Louis Malle! -. El cine de otros directores de
ese nivel emana sentimiento (Mizoguchi),
humanidad (Rossellini), sencillez (Truffaut,
Kiarostami), desasosiego (Angelopoulos)
; todos ellos se comprende que, como
espectadores, nos lleguen directamente porque yerran, ellos, sus películas y sus
personajes; porque son claramente imperfectos como lo somos nosotros, sin embargo
Kieslowski crea la perfección, crea con perfección que no es humana pero sus personajes
lo son y sus películas también. ¿Cómo entenderlo? Es más, ¿cómo explicarlo?
El preciso ensamblaje de sus películas (personajes y estructura
narrativa, planos y ritmo, tipos y ambiente
) es, trasladado al lenguaje
cinematográfico, la seguridad y estabilidad de la sociedad actual que nos envuelve; sin
embargo tras ella palpita el ser humano, pequeño, perdido pero presente bajo este
paraguas sobrecogedor de protección que, sin embargo, empuja sus sentimientos hacia la
marginalidad desvalorizándolos y vaciando así su existencia. (Así vive el amor y el
sexo la protagonista de No amarás: banalizado, sin valor; sin embargo el
adolescente todavía lo siente de otra manera aunque, incapaz de hacerlo suyo, lo vive a
través de la técnica y de la distancia, a través de la fría óptica del telescopio
-metáfora que cada espectador puede y debe interpretar a su manera-). Esto es lo que
refleja de forma insuperable, como ningún otro director, el cine de Kieslowski; no sólo
en el contenido sino, también y sobre todo, formalmente, muy lejos del habitual y
monótono plano contra plano en primer plano de la gran mayoría de las películas
actuales: no importa el tema, no importa quien las firma. Kieslowski no se divierte con
sus personajes, ni hace que el espectador se los tome a broma como otros directores
surgidos en los ochenta, tampoco dramatiza, simplemente los coloca en su
existencia real. El cine de Kieslowski nos ayuda a entendernos a nosotros mismos; es una
llamada de atención a nuestras conciencias
¿Que queda entonces tras esta trama mecanizada y perfecta en la que
vivimos? Sólo queda el azar. Kieslowski deja la puerta del azar abierta como salvación,
gracias a ella se puede decir que todavía es posible amar, sentir, vivir
Así el azar, ya sea en aspectos fundamentales como
a veces en los anecdóticos, es la segunda característica del cine de estos dos polacos - la primera era como hemos visto la perfección,
la precisión -. El azar es la base de La doble vida de Verónica 1990; por azar coinciden en el mismo barco, que naufraga
al final de Rojo, todos los protagonistas de la Trilogía; por azar la misma
señora tira la botella para reciclar en las tres películas de la Trilogía; un
perro que se escapa y es atropellado hace que se encuentren el dueño y la protagonista en
Rojo; una mujer madura que vive frente a un adolescente en No amarás, etc. Porque el azar rompe la perfección
y la predecibilidad, y al mismo tiempo liga las vidas de unos con otros con mayor o menor
consistencia (en Rojo, la protagonista y su vecino). En la sólida estructura de
sus películas -gracias a los guiones de Pisiewick, trabada visualmente con los colores en
la Trilogía - al final todo depende del azar - magistralmente insertado en la
narración -; porque las películas de Kieslowski
aparentemente se basan en la solidez de lo perfecto pero en realidad se sustentan en la
fragilidad de lo circunstancial: el perro que escapa, el barco que naufraga, la
vecina
Y eso es lo que las hace vivas y
creíbles, cercanas a nosotros. Aunque parezca lo contrario, nada está decidido de
antemano, el futuro es imprevisible y, por tanto, esperanzador. (El adolescente de No amarás hará comprender a la mujer que, a pesar
de todo, todavía existe la posibilidad de amar de otro modo.)
Kieslowski y Pisiewick fueron de los pocos cineastas con verdadera
calidad surgidos en aquellos años y que entendieron la posmodernidad como nadie, que
supieron mantenerse al margen de los fuegos artificiales imperantes (entonces y ahora),
demostrando su fuerte personalidad, y que, afortunadamente, no fueron marginados de los
festivales y de los medios de comunicación y por tanto no vetados al común
espectador-. Así Kieslowski, cuando un
crítico le preguntó en una de las últimas entrevistas que concedió, cómo se sentía
en el desolador panorama del cine de ese momento - hace solo unos años -, respondió que
era como hacer una travesía del desierto en solitario. Kieslowski se
sentía solo intelectual y artísticamente, como tantos de sus personajes, y fue uno de
los últimos en dejar testimonio de lo que el cine puede llegar a ser.