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By Marcelo Pasetti 1 comentarios

Manuel Pampín y las confesiones de un editor


"La lectura de un libro todavía no se puede suplantar con nada.Venir a Mar del Plata e ir a la playa con un libro no es lo mismo que llevarse una notebook.¡ Por favor...!". Sonríe Manuel Pampín, máximo responsable de Ediciones Corregidor desde hace 36 años, hombre ligado a los libros desde que usaba pantalones cortos. Pampín es capaz de contar anécdotas de escritores tres horas seguidas, matizar con sus recuerdos de los "picados" que jugaba en las playas del Faro hace cuarenta años -"armábamos hasta tres partidos por tarde"-o lanzar una catarata de datos sobre el tango, otra de sus devociones.
Enamorado de Mar del Plata, estuvo en estas horas participando en la segunda edición de la Feria del Libro, oportunidad en la que "instaló su oficina" en un café frente a la carpa, donde le dedicó su tiempo a cada amigo de la ciudad. Allí, un grabador fue testigo de los recuerdos, las historias y las observaciones de quien fue amigo de Marco Denevi y Enrique Cadícamo, del editor que, año tras año, tiene la difícil misión de seleccionar entre cerca de un millar de originales que se presentan en su oficina, cuáles pueden convertirse en libro.
Dice que le agradaría tener más tiempo y más dinero, para poder editar todo lo que le gusta. Pero confiesa que "uno tiene que descubrir, tener la suerte de acertar para que un libro pueda tener éxito. Hay que tener un poquito de suerte", insiste y aprovecha para regalar una anécdota:
"Un amigo mío, Juan Grijalbo, contó que tuvo un año y medio en su escritorio un original por el que le habían pedido 500 dólares de anticipo, y nunca se le ocurrió mirarlo. Lo vio cuando ya estaba publicado y descubrió que era "Love Story". ¡Y le habían pedido 500 dólares!", dispara y sonríe.

"Jeringa", entre salamines y quesos

En lo personal tuvo un gran acierto -reconoce con indisimulable orgullo- cuando publicó "Jeringa", de Jorge Montes. Un libro "rebotado" por las editoriales de la época, que llegó a vender 50 mil ejemplares –cifra increíble en aquellos años- tras una presentación efectuada en el Viejo Mercado Spinetto, donde los puesteros aportaron salamines, queso y vino en uno de los actos más originales de la historia de la literatura argentina.
El hombre que no se cansa de escuchar "Naranjo en flor", su tango preferido, comenzó a relacionarse con los libros en 1955, cuando arrancó trabajando como cadete de la editorial Vergara. Luego pasó a desempeñarse en la firma Janes, que se transformó en Plaza y Janes, tras un accidente automovilístico en el que murieron los dos hermanos que crearon la empresa . "La compañía -reseña- quedó acéfala y la compró un señor de apellido Plaza, que no tenía nada que ver con el libro. Era un hombre de la construcción y formó Plaza y Janés. Llegué a ser gerente de la empresa, era muy jóven. Me casé también muy joven, allá por 1963, y formé una empresa para vender libros. Me mantuve hasta el año 70 en que me picó el bicho de la edición. Fui muy motivado por Carlos Barral, otro gran editor español. Lo representaba en la Argentina, y yo le decía que para ser editor tenía que tener autores, dinero, y todo lo necesario para desarrollar una editorial. Él me ofreció que seleccionara lo que quisiera de su catálogo, que me lo daba para editar en la Argentina, en coedición con Barral Corregidor. ¡Imagináte que bueno que era comenzar con un sello de esas características!. Seleccionamos casi 30 libros, y entre ellos había trabajos de García Márquez, de Vargas Llosa, de Piaget, de Raymond Chandler, de Carpentier, autores de primerísima línea. Y a su vez, yo empecé con los libros nacionales", dice Pampín.


La Historia del Tango

Se fueron sumando entonces los títulos nacionales, la colección con la historia de los partidos políticos, de Rodolfo Puiggrós y, simultáneamente, comenzó a conectarse con mucha gente del tango. "Ahí tenía a Enrique Cadícamo, a García Giménez, a José Gobello, a don Pepe Sierra, a don Pepe Barcia, una constelación de estrellas relacionada con el tango". Surgió de allí la idea de hacer una Historia del Tango en la que trabajaron todos. "Tuvimos cien autores que colaboraron en esa obra. De ahí que decían que la nuestra era la editorial del tango. Nosotros hemos publicado más de 200 títulos relacionados con nuestra música pero en realidad, en la editorial hoy día el tango representa el 10 por ciento de nuestro catálogo. La editorial Corregidor no es tango exclusivamente", aclara.
Editar y vender libros en plena dictadura no fue una tarea fácil, más para quien publicaba en esa época trabajos de Haroldo Conti, Rodolfo Puiggrós, Juan José Hernández Arregui o Juan Gelman. "Publiqué a Juan Carlos Onetti, cuando estuvo detenido en Uruguay acusado de estar relacionado con los Tupamaros. Viajé a Uruguay para pedirle los derechos y me dio los de los cuentos completos. Cuando fue liberado los vino a presentar acá con muchísimo éxito", evoca.
En su casa y en su trabajo recibía llamados intimidatorios, amenazas. Y por el local de Corriente 1583 "pasaban a mirar y revisar", y lo cuenta, ahora, con una sonrisa: "Suponete, yo tenía expuesto el libro "La balada del álamo carolina" de Haroldo Conti, y venían y me lo daban vuelta y me decían "llevátelo para adentro". Yo venía al otro día y lo volvía a poner donde estaba", dice, teatralizando aquellas insólitas escenas.
Pampín publicó también en aquellos años la primera novela de Osvaldo Soriano, "Triste, solitario y final", editó libros de Enrique Medina, hasta que una tarde lo subieron a un Falcon verde que "afortunadamente terminó deteniéndose en la comisaría primera de Lanús. Me preguntaron de todo sobre los libros, pero al final me dejaron ir...", simplifica.
El miedo, admite, estaba latente siempre pero "yo seguí editando libros de todas las ideologías, y hoy creo que tenemos una editorial que representa bien la cultura nacional en todo sentido, con poesía, teatro, folklore, clásicos argentinos, los grandes autores, las obras completas de Jauretche, de Marco Denevi , de Enrique Anderson Imbert o de Félix Coluccio, entre tantos otros, más Osvaldo Soriano, Enrique Medina, Néstor Lastra o Luis Guzmán"
Las bolsas de papeles de Macedonio
Pampín, con Corregidor, también publicó la obra completa de Macedonio Fernández. Por "una infidencia de un amigo" -reconoce hoy- sabía que Adolfo, hijo de Macedonio Fernández, tenía tres o cuatro bolsas llenas de papeles de su padre. "Fui y le comenté que estaba interesado en publicarlo y él me dijo que estaba loco, que nunca podría llegar a armar eso. Le pregunté cuánto tiempo necesitaba. Me dijo 20 años. Bueno, le respondí, tomémonos 30. ¿Qué apuro tenemos? Programamos la obra antes de publicarla. Editamos nueve volúmenes. Con el tiempo los fuimos sacando y hace muy poquito lo completamos. Adolfo vio la obra publicada", dice con satisfacción.
Manuel Pampín tiene el placer de trabajar en la editorial con sus cuatro hijos -como buen padre desparramó elogios sobre cada uno de ellos-y admite ser un enamorado de Mar del Plata.
"Empecé a venir a esta ciudad dos años antes de casarme, allá por el 61, 62. Vengo todos los años. Fui partícipe de varias actividades y recuerdo que allá por el sesenta y pico hubo una feria que se hizo en la plaza Libertad. Estuve bastante tiempo en las galerías del Hotel Provincial, y ahí exponíamos desde el 15 de diciembre hasta Semana Santa. Vendíamos libros a crédito en todo el país", cuenta y constata que el café definitivamente ya se enfrió.
La oportunidad es propicia para consultarlo también sobre esta segunda edición de la Feria del Libro de Mar del Plata.
"Me parece importante como idea. Después de algunos intentos que no resultaron positivos, como la misma feria en el Torreón del Monje hace unos años atrás, esto es alentador. Mar del Plata merecía un hecho cultural como la Feria del Libro". Y agrega que "después de Buenos Aires, Mar del Plata es la ciudad del interior donde se conjuga más la actividad cultural. Creo que tiene mucha fuerza cultural, y no solamente en verano. Esta Feria es un hecho positivo. Que la gente pueda entrar libremente, que no se caiga en el cobro de una entrada para ver un libro...Tendrá sus defectos, irá mejorando, pero lo más importante es ver la carpa llena de gente", sostiene.
Por fin llega otro café que volverá a convertirse en un adorno sobre la mesa. Pampín se entusiasma y habla ahora sobre la situación que atraviesa la industria del libro. No cree que vivan un mal momento. "Por ahí -dice-estamos sufriendo por la falta de crédito. Esperemos que se vaya solucionando porque es un tema muy importante. La industria del libro en la Argentina se podría desarrollar mucho más, y hasta creo que podríamos volver a viejas épocas, como a fines de la década del 50 y la 60 donde el libro argentino tenía tanta preponderancia en Latinoamérica, mercado que luego fueron ganando los españoles".
Dice que hay que seguir luchando para que salga la Ley del Libro, por la que vienen bregando desde hace más de 30 años, y remarca que "lo ideal sería que la gente tenga más acceso al libro. Que se pueda usar el libro en las escuelas, en la facultad. Menos apuntes y más libros", dice a modo de slogan.

De Jauretche a Homero Manzi

Ya sobre el cierre de la charla, van surgiendo más nombres. Humilde, dice no estar capacitado para entender a Jorge Luis Borges, "el escritor argentino más importante en el mundo" y a continuación reflexiona que Macedonio Fernández "es la representación de lo rebelde. La juventud se siente muy representada por él". De Arturo Jauretche, de quien ha publicado también toda su obra, indica que "está muy de moda. Fue un hombre valiente, que se expresó libremente. Hay épocas para Jauretche", apunta. Y cuando le nombran a Homero Manzi no duda en calificarlo como "el poeta más importante que ha dado el tango", aunque se corrige y pide por favor no dejar afuera a dos Enrique: Santos Discépolo y Cadícamo.
¿Es duro decirle no a quien llega con un original a la editorial?, se le pregunta, aclarándose que es la última.
Manuel Pampín vuelve a gesticular, parece acariciar su agenda negra, y admite que "a mí siempre me molesta decir que no. No siento placer al rechazar un libro. Me gusta escuchar aunque sepa que no lo voy a publicar. Merece una explicación quien viene con un original", dice y hace una pausa. Entonces sí, antes de despedirse, parece lamentarse: "me falta tiempo", aunque por primera vez en toda la charla mira el reloj, y advierte que su esposa lo está esperando con el almuerzo, que también se debe haber enfriado. Se va entonces sin la prisa que uno imagina. Manuel saluda al mozo y en vez de dirigirse al departamento, vuelve a ingresar a la Feria.
-"Lo van a matar en su casa", alcanzó a decirle.
-"Por diez minutos más no se va a morir nadie", susurra, abriendo con delicadeza un libro de tapa blanca al que ayer ya le había puesto el ojo…

One Response so far.

  1. Lau says:

    Onetti tiene un decálogo, así como Quiroga, donde aconseja no limitarse a leer los libros ya consagrados (dice que Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz y hoy son genios).

    Aunque no creo en decálogos y además no soy escritora, últimamente pensé en esto porque Jorge Lafforgue defendió a Quiroga cuando los estudiosos lo consideraban un escritor menor y la semana pasada me encontré al mismo Lafforgue apostando por un escritor nuevo... y en mi cabecita empezaron a pasar cosas.

    O sea que el tipo, con una trayectoria de medio siglo, no tiene miedo en decir lo que piensa y levanta a un escritor que hasta ahora solamente ha publicado un libro.

    Yo me hice con el libro y lo leí porque si para Lafforgue es bueno debe ser bueno y pensé después de leerlos que sí, que es bueno, pero que no sé si yo sola me hubiese animado a decirlo sin la autoridad de un groso que me abra la puerta antes. Y esto me dejó pensando.

    Lo que quiero decir es cómo yo que no tengo ningún prestigio para perder nunca me animé a levantar a alguien que nadie haya consagrado antes. Ya sé que no me puedo comparar con Lafforgue que soy una lectora casi del montón, pero justamente por eso ¡¡¡¿por qué tenerle miedo a equivocarse?!!!

    Bueno... que por todo esto abrí un blog en http://misescritorespreferidos.blogspot.com con la idea de que la gente haga conocer a sus buenos escritores en las sombras, para que los compartamos y encontremos a los futuros Quirogas, Onettis, Cortázares y Borges por nosotros mismos. ¿Demasiado delirante? No será la primera vez que me lo dicen pero quiero hacerlo y creo que está bien que lo hagamos.

    Ojalá visiten el blog y opinen algo al respecto. Gracias.

    Lau.