2009

EL DISCURSO DE LA TRADUCCIÓN EN LA HISTORIA DE LA TRADUCCIÓN VASCA
Aiora Jaka


Universidad del País Vasco

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El discurso de la traducción en la historia de la traducción vasca

La mayoría de las teorías de la traducción que se han ocupado tanto de la evolución histórica como de la forma actual de los estudios de traducción se ha desarrollado sobre la base del pensamiento occidental, partiendo generalmente de las lenguas hegemónicas europeas.(1) Así, los tratados de traducción que más influencia han tenido en la evolución histórica de la disciplina desde el siglo XVI han sido escritos en su mayoría en inglés, francés o alemán, y han prestado atención preferente a sus respectivas literaturas. Sin embargo, al desviar nuestra atención a la historia de la traducción en el País Vasco, observamos que la reflexión sobre esta actividad no ha seguido los mismos pasos que en las grandes literaturas europeas, pero su trayectoria coincide, sin embargo, con la de otras lenguas europeas minoritarias y minorizadas. Lenguas como el euskera, el catalán o el gallego, por no mencionar las decenas de lenguas minoritarias europeas que se encuentran en una situación similar, han tenido que enfrentarse a problemas que no se plantean necesariamente en el ámbito de la traducción de lenguas hegemónicas; así, por ejemplo, el catalán «ha utilitzat sovint la traducció com una altra forma de “salvar-nos els mots” sempre que ha estat possible, en fer-se seu el món d’altres llengües per conservar el seu propi caràcter i, en definitiva, un cos cultural — i polític, doncs — autòcton» (Mallafrè 1991: 40-41), y podemos afirmar que ha ocurrido exactamente lo mismo en ciertas etapas de la historia de la traducción vasca. En la introducción a Cent anys de traducció al català (1891-1990), una antología de textos catalanes sobre la traducción, Montserrat Bacardí nos ofrece una interesante comparación entre, por un lado, la clasificación propuesta por George Steiner para el análisis de la historia de la traducción europea y, por otro, la evolución del pensamiento sobre la traducción en el contexto catalán. La conclusión a la que llega Bacardí es que las diferentes etapas del desarrollo del pensamiento sobre la traducción en los países de lengua catalana presentan un desfase conla traducción en la historia de la traducción vascasiderable en comparación a la evolución histórica de la teoría de la traducción en el resto de Europa. Otro tanto se podría decir con respecto a la historia de la traducción en el País Vasco. En lo que sigue, ofreceremos algunos ejemplos de textos vascos sobre la traducción, con el fin de mostrar cómo la teorización de esta disciplina se ha limitado durante siglos, al igual que en el contexto catalán, a textos «subjectes a una tradició fragmentària i a una pràctica sovint circumstancial que, només en comptades ocasions (…), es preocupa pels fonaments teòrics del procés» (Bacardí 1998: 12), y cómo la primera fase descrita por Steiner ha perdurado, al igual que en el caso catalán, prácticamente hasta el final del siglo XX. Por último, intentaremos mostrar el cambio que supuso la innovadora práctica literaria y traductora de Joseba Sarrionandia y del grupo literario Pott, fundado en 1977 por Sarrionandia y otros cinco jóvenes escritores vascos, en el advenimiento de una nueva fase de la teorización de la traducción en el contexto literario vasco.


La clasificación de George Steiner

En su influyente libro sobre la traducción After Babel (1975), George Steiner divide la teoría, la práctica y la historia de la traducción en cuatro fases. La primera fase comienza en el siglo I a.C. con las recomendaciones de Cicerón y de Horacio de no traducir verbum pro verbo, y termina en el año 1804 con los comentarios que incluye Hölderlin en sus traducciones de Sófocles. Los traductores de esta primera fase efectúan sus análisis sobre la traducción desde una perspectiva empírica, basándose meramente en sus propias experiencias traductoras. Steiner incluye en este periodo toda una gama de reflexiones provenientes de diferentes épocas y lugares, con autores tan dispares como San Jerónimo, Lutero, Montaigne, Chapman, Dryden, Pope, Florio o Huet, por mencionar solamente los más destacados.

La segunda fase descrita por Steiner empieza con las aportaciones de Tytler (Essay on the Principles of Translation, 1790) y de Schleiermacher (Ueber die verschiedenen Methoden des Uebersetzens, 1813), y se extiende hasta el año 1946, fecha en la que Valery Larbaud publica Sous l’invocation de Saint Jérôme. Esta época se caracteriza por una reflexión teórica y hermenéutica sobre la traducción, que da lugar al desarrollo de importantes teorías poético-filosóficas. Se comienza a estudiar la cuestión de la naturaleza de la traducción dentro del marco más general de las teorías del lenguaje y del pensamiento, sin limitarla a las particularidades de un determinado texto traducido. Steiner menciona a Schlegel, Humboldt, Goethe, Schopenhauer, Matthew Arnold, Paul Valéry, Ezra Pound, Walter Benjamin y Ortega y Gasset, entre otros, como representantes del pensamiento sobre la traducción de esa época.

La tercera fase, según Steiner, pertenece a la corriente moderna, y se desarrolla a partir de la década de 1940. En esta época se dan los primeros pasos hacia la traducción automática; por otro lado, investigadores rusos y checos empiezan a aplicar la teoría lingüística y los métodos estadísticos al estudio de la traducción. Es asimismo en esta fase donde adquieren una creciente importancia los traductores profesionales, las revistas especializadas en traducción, las asociaciones de traductores, etcétera.

La cuarta fase empieza en la década de 1960 y se extiende hasta la fecha de la publicación de After Babel, es decir, el año 1975. La principal característica de esta época sería el tratamiento interdisciplinario de la traducción; se plantean problemas concretos según el tipo de traducción, y cada problema requiere una respuesta específica. Ya no se permite aplicar a cualquier traducción el concepto de una fidelidad abstracta. Además, en esta época, vistos los límites de la traducción automática y discutidas tanto las perspectivas meramente lingüísticas como el reduccionismo abstracto del generativismo, algunos pensadores retoman las reflexiones hermenéuticas planteadas por los filósofos de principios del siglo XX, lo que supone una relectura de los trabajos de Benjamin, Heidegger o Gadamer, entre otros (Steiner 1975: 236-238).


La clasificación de Steiner y las lenguas románicas

A pesar de su asimetría, la clasificación propuesta por Steiner ha servido de referencia a numerosos análisis sobre la traducción realizados en las lenguas hegemónicas de Europa. De hecho, la distribución de Steiner coincide más o menos con las que proponen Nida, Delisle, Newmark, Tur, Mounin, García-Yebra y Coseriu. Sin embargo, al estudiar la historia de la traducción en lenguas minoritarias, salta a la vista que su evolución difícilmente coincide con las cuatro fases propuestas. Refiriéndose al contexto catalán, Montserrat Bacardí observa que «el primer període assenyalat per Steiner, d’arrel empírica, es perllonga més enllà de finals del segle XVIII o de principis del segle XIX» (Bacardí 1998: 10). Esta fase empezaría hacia el siglo XIV en las tierras de habla catalana y se extendería hasta el siglo XX, pasando por la tradición medieval, la decadencia literaria de los siglos XVI-XVII, la Renaixença del siglo XIX y el Modernismo de finales del siglo XIX y principios del XX. De esta manera, la reflexión empírica «s’allargassa ben bé fins als anys setenta del nostre segle» (Bacardí 1998: 10), aunque entre el principio del siglo XX y la década de 1930 aparecen también algunos indicios que se podrían incluir en la fase hermenéutica delimitada por Steiner. Bacardí concluye que, debido a la opresión y a las prohibiciones de la dictadura franquista, la tercera fase descrita por Steiner se ha pasado prácticamente por alto en los países de lengua catalana, que se ven a finales de siglo sumidos en una reflexión profunda, que no incluye las etapas anteriores.

La historia de la traducción vasca es aún más breve, ya que no comienza hasta finales del siglo XVI, pero se podría afirmar, al igual que ocurre en el contexto catalán, que la fase de la traducción empírica perdura hasta las últimas décadas del siglo XX. Tal y como veremos en los ejemplos de la sección siguiente, desde la primera traducción vasca que se conoce (el Nuevo Testamento de Leizarraga publicado en 1571) hasta las más modernas traducciones contemporáneas, la reflexión sobre la traducción se ha limitado casi siempre a la experiencia personal de cada traductor. No sería insensato afirmar que las tres últimas fases delimitadas por Steiner han aparecido todas a la vez en los años posteriores al fin del franquismo, de manera similar a lo ocurrido en los países de lengua catalana y gallega. En lo que respecta a la segunda fase, nuestra hipótesis es que fueron los trabajos de Joseba Sarrionandia y de los demás escritores pertenecientes al grupo literario Pott los que dieron inicio a una reflexión «hermenéutica» en el contexto de la traducción vasca, a principios de los años 1980. En cuanto a las otras fases, diríamos que la traducción automática y el tratamiento interdisciplinario de la traducción empiezan a desarrollarse también en la misma época (la escuela de traductores de Martutene, 1980; la revista de traducción Senez, 1984; la Asociación de Traductores, Correctores e Intérpretes de Lengua Vasca EIZIE, 1987; el Servicio Oficial de Traductores del Gobierno Vasco IZO, 1989; masteres de traducción de posgrado, 1990; la licenciatura de Traducción e Interpretación de la Universidad del País Vasco, 2000; etcétera).


La traducción en el País Vasco entre 1571 y 1975


La historia de la traducción vasca comienza en 1571, con la publicación de la traducción del Nuevo Testamento realizada por Joanes Leizarraga. Se trata, de hecho, de la segunda obra publicada en lengua vasca, siendo la primera el libro Linguae Vasconum Primitiae (1545) de Bernart Etxepare, publicado apenas tres décadas antes que el Nuevo Testamento, lo cual nos lleva a afirmar que la historia de la literatura vasca se desarrolla pareja a la historia de la traducción en lengua vasca.(2)

La producción literaria vasca fue bastante limitada hasta el final del siglo XIX, ya que, antes de 1875, solamente se publicaron 100 libros en euskera. A partir de esta fecha, cuando los escritores del País Vasco peninsular ven en peligro la pervivencia de su lengua después de que hayan sido abolidos sus fueros o privilegios históricos, la literatura vasca conoce un nuevo resurgimiento, que será nuevamente interrumpido por la guerra civil española y el régimen dictatorial que le siguió. Los escritores vascos tendrán que esperar hasta la muerte de Franco y la llegada de la democracia para encontrar condiciones más favorables que les permitan recrear un nuevo sistema literario. Hoy en día, la producción literaria del País Vasco es bastante fructífera, y cuenta con unos 300 escritores, para una población de aproximadamente 700.000 vascohablantes.(3)

La traducción ha estado siempre muy presente en la producción literaria del País Vasco, con porcentajes variables en las distintas épocas de su historia. He aquí algunos ejemplos:

1545-1700
1701-1875
1876-1935

1960-1980

1993
2003
2006

16,0 %
35,2 %
13,3 %

22,3 %

43,6 %
30,8 %
33,7 %


Fuente: Jakin, 164, enero-febrero 2008

A pesar de las fluctuaciones de estos datos, podemos afirmar que el peso de la traducción en la producción literaria total del País Vasco ha sido relativamente grande a lo largo de la historia, lo que viene a confirmar las teorías de algunos investigadores como Itamar Even-Zohar, Gideon Toury o Lawrence Venuti, que observan que cuanto mayor sea la producción literaria de un país, menor será el porcentaje de las traducciones, y viceversa, como lo muestran los siguientes datos ofrecidos por Venuti (1995: 12-14):

Estados Unidos (1990)
Reino Unido (1990)
Francia (1985)
Italia (1989)
Alemania (1990)

 2,9 %
 2,4 %
 9,9 %
25,4 %
14,4 %


Al comparar estos datos con los que acabamos de exponer en referencia a las estadísticas del País Vasco, resulta evidente que la historia de la literatura vasca es la historia de una literatura minoritaria y minorizada, que se ha servido de la traducción para crear o para completar su producción literaria. Por lo tanto, no será de extrañar que la reflexión sobre la práctica y la teoría de la traducción no se haya desarrollado de igual manera que en las lenguas hegemónicas de Europa, y que las fases de la evolución del pensamiento sobre la traducción no coincidan con las descritas por Steiner.

En las líneas que siguen, intentaremos ofrecer una visión general del discurso sobre la traducción mantenido por los traductores a lo largo de la historia de la literatura vasca. Debido a la brevedad de este artículo, nos limitaremos a presentar unos pocos ejemplos extraídos de los prefacios de diversas traducciones vascas u otros textos sobre la traducción.


Joanes Leizarraga. Jesus Christ Gure Jaunaren Testamentu Berria, 1571

El primer ejemplo proviene de la introducción a la traducción del Nuevo Testamento realizada por Joanes Leizarraga, que constituye, como hemos dicho, la primera traducción al euskera. Dirigiéndose a Juana de Albret, reina de Navarra, por quien le fue encomendada la tarea de traducir la Biblia al euskera con el fin difundir entre el pueblo los textos canónicos de la Reforma calvinista, el traductor explica que el criterio principal de su proceder ha sido el de guardar fidelidad a la palabra de Dios:
:

me souuenant tousiours de l'expres commandement de Dieu, qui est de ne rien oster ni adiouster à sa parole, ie l'ay fait le plus fidelement qu'il m'a esté possible. Il reste que ie supplie vostre Maiesté de prendre le tout en bonne part, regardant plustost à la grandeur & dignité de l'œuure, qu'aux imperfections & à la petitesse du Translateur. (Leizarraga 1571: párrafo 2.)

La traducción de Leizarraga ha sido considerada como una traducción «formalista», es decir, una traducción bastante literaria, que intenta guardar la forma y seguir al original de la manera más fiel posible, prácticamente palabra por palabra, obedeciendo a la idea dominante de la época de que la palabra de Dios no podía ser manipulada en ningún caso. La traducción vasca de Leizarraga no tuvo la misma influencia que tuvieron otras traducciones de la Biblia realizadas durante la época de la Reforma protestante en Europa —como la de Tyndal en Inglaterra o la de Lutero en Alemania, que contribuyeron a la consolidación del inglés y del alemán, respectivamente, al fijar sus códigos lingüísticos y al adaptarlos a las necesidades modernas—, ya que el fracaso y la opresión que sufrió el movimiento protestante en las tierras vascas obstaculizaron la vía abierta por Leizarraga. Los traductores del siglo siguiente no se valieron del lenguaje formal y culto creado por Leizarraga, y optaron por otro modelo más populista promovido por los pensadores de la Contrarreforma católica.


Axular. Gero, 1643

El segundo ejemplo que queremos mostrar es un fragmento de Gero (1643), una obra de literatura ascética escrita por Pedro Agerre Azpilicueta «Axular». Aunque esta obra, única publicación de Axular, no se considera como una traducción, contiene sin embargo numerosas traducciones implícitas y explícitas del latín al euskera. Axular cita normalmente un fragmento en latín de algún autor clásico, seguido de su traducción al euskera. Sin embargo, estas traducciones son más bien extensiones o amplificaciones basadas en el texto original, tal y como reconoce el escritor en la introducción dedicada al lector:

al traducir las santas escrituras y las palabras de los sabios, no lo hago palabra por palabra, porque la lengua vasca y las demás lenguas son diferentes. (...) parece que los demás idiomas y lenguajes comunes están mezclados los unos con los otros. Pero el vasco mantiene su origen primero y su pureza. (Axular 1643: párrafo 12) (4)

Éste es, por lo demás, el método adoptado por muchos de los traductores religiosos de este siglo, y que consistía en abreviar, expandir, omitir o añadir fragmentos con el objeto de crear textos acordes a las normas establecidas por la contrarreforma católica. Otros traductores, sin embargo, seguían atendiendo al criterio de fidelidad, creando en numerosas ocasiones textos de un marcado tono foráneo, repletos de calcos y préstamos.


Joannes Haraneder. Testament berria, 1740

Las primeras tentativas de los católicos de traducir la Biblia al euskera datan del siglo XVIII, aunque la primera traducción completa de la Biblia no aparecerá hasta finales del siglo XIX. Entre los traductores más destacados del siglo XVIII se encuentra el cura católico Joanes Haraneder, quien en 1740 tradujo el Nuevo Testamento. En la introducción de dicha traducción confiesa que conoce la traducción del Nuevo Testamento realizada dos siglos antes por Leizarraga, pero por estar contaminada por la peste de los calvinistas, Haraneder se compromete a realizar una traducción digna de los católicos:

Es cierto que un tal Joanes Leizarraga, cura o rector de Berakoitz, hizo imprimir antaño el libro del Nuevo Testamento, traducido por él al vasco; pero dado que aquel desgraciado ya había para entonces abandonado la religión católica para convertirse a la secta infectada de Calvino, y estaba por lo tanto contaminado por aquella herejía venenosa, no pudo su obra quedar exenta de la peste que contrajo y del veneno que tragó. (Haraneder 1740: párrafo 3) (5)

Respondiendo así a la petición de algunos curas católicos, Haraneder se comprometió a traducir el Nuevo Testamento de una manera «pura y fiel». En cuanto al procedimiento de traducción, Haraneder declara lo siguiente:

me he empeñado con gran vehemencia en mantener no solamente el sentido del texto llamado Vulgata y aprobado por la Santa Madre Iglesia, sino también, en la medida de lo posible, la letra (…). (Haraneder 1740: parráfo 3) (6)


Juan Antonio Mogel. Cristaubaren icasbidea edo doctrina cristiana, siglo XVIII

Aunque ciertos traductores como Haraneder expresan su deseo de conservar tanto el sentido como la letra del original, cada vez más traductores del siglo XVIII privilegiarán la traducción del sentido en detrimento de la forma o de la letra, como lo muestra este fragmento de la introducción de la Doctrina Cristiana traducida por Juan Antonio Mogel en el siglo XVIII:

no me he atenido precisamente á la letra del original, (...); y asi me he tomado la libertad de añadirle algunas cosas especialmente en las instrucciones de los Mandamientos de Dios, y de la Iglesia y abreviandole otros puntos, que no son tan importantes para los poco instruidos (...). (Moguel 1987: 90)


Jean Pierre Duvoisin. Carta al Señor Fouquier, 1864

La razón principal que ha llevado a los traductores vascos a no alejarse demasiado de la letra o de la forma del original ha sido el deseo de mantener intacta la palabra de Dios. Al tratarse de textos bíblicos, los traductores no se atreven a dar rienda suelta a su creatividad, y permanecen más sujetos a la estructura del original que en la traducción de textos seculares. Es el caso de Jean Pierre Duvoisin, quien tradujo la Biblia a petición del príncipe Louis-Lucien Bonaparte:

La traduction de la Bible n’est pas elle-même très-propre à faire ressortir ce cöté original de notre langue, attendu qu’on exige qu’elle soit textuelle, et, comme l’on dit, au pied de la lettre. Mais la Bible est le livre universel par excellence. Sans cela, j’eusse préféré donner la traduction de Télémaque, travail dont j’ai exécuté la première moitié depuis près de trente ans. C’est là qu’on eût pris une juste idée des étonnantes ressources de la langue basque (...). (Duvoisin 1864 apud Daranatz 1928: 463)

Además de las restricciones que imponía el criterio de fidelidad a la palabra de Dios, Duvoisin debía responder también a otras condiciones asignadas por el príncipe Bonaparte, quien, movido por el espíritu romántico de la época, se trasladó al País Vasco con el objeto de estudiar la lengua y cultura vascas. Con el propósito de analizar los dialectos vascos y determinar su expansión geográfica, Bonaparte contrató a varios escritores vascos para que tradujeran algunos fragmentos, en su mayoría de textos religiosos, al euskera, utilizando cada uno su propio dialecto y limitándose a expresiones y palabras pertenecientes a ese dialecto particular.

En otro tipo de traducciones, como en Les aventures de Télémaque de Duvoisin, el traductor se sentía más libre para modificar el texto de manera que respondiera a su fin último (objetivo didáctico-moral, apología de la lengua vasca, difusión entre el pueblo no instruido de doctrinas religiosas, etc.). En los últimos años del siglo XIX y sobre todo en los primeros del XX, en las décadas que precedieron a la guerra civil española, la traducción adquirió una nueva importancia en el enriquecimiento de la lengua y literatura vascas.


Orixe. On Kixote, 1928; Tormes’ko itsu-mutila, 1929

El principal representante de esta tendencia que pretendía utilizar la traducción como medio para enriquecer la lengua vasca y adaptarla a cualquier fin es Nikolas Ormaetxea «Orixe», cuya traducción del noveno capítulo del Quijote ganó el primer concurso de traducción celebrado en el País Vasco, organizado por el Ayuntamiento de Pamplona en 1928. Jose Maria Agirre «Lizardi», otro de los poetas eminentes de la preguerra y participante del mismo concurso, elogia de la siguiente manera la traducción ganadora de Orixe:

Trátase de un trabajo de positivo mérito, más atento a interpretar el genio de la lengua que a copiar en detalle el modelo. Espontáneo, sobrio, fluído, expresivo, quizás a las veces lo supera suprimiendo hartas redundancias y alguna oscuridad (Lizardi, Euzkadi, 1928-07-20 apud Iztueta 1991: 646)

Lizardi compartía la opinión de Orixe y de los demás escritores-traductores de la época de que la traducción constituía una herramienta eficacísima de enriquecimiento de la lengua:

Es de un lado adiestramiento eficacísimo del escritor; forja donde pausada y sólidamente puédese ir adaptando la dúctil masa del idioma nuestro a la varia y compleja superficie de la esfera presente de la expresión humana; es, de otro lado, medio llano relativamente de ir enriqueciendo con joyas de precio nuestro pobre acervo literario. (Lizardi, Euzkadi, 1928-07-07 apud Iztueta 1991: 647)

Orixe es considerado en la tradición vasca como el pionero de la «traducción del sentido» o «traducción libre», es decir, de la traducción que pretende transmitir el sentido general del original respetando la identidad de la lengua meta, «más atento a interpretar el genio de la lengua que a copiar en detalle el modelo», como decía Lizardi. Es el método de traducción propuesto por Cicerón y llevado al extremo por los defensores de «belles infidèles», movimiento desarrollado en la Europa del siglo XVII. Orixe mismo menciona a Cicerón para justificar su método de traducción libre:

Cicerón opinaba que no debía de traducir precisamente, a no ser como ejercicio, y él nos dice que practicaba la lectura de los autores griegos y después se ejercitaba en trasladarlo a su manera al latín, hablándolo primero, con lo que nos dejó obras maestras. Es la idea recta de la traducción menos ceñida, pero del contenido cultural mejor asimilado. (Orixe, Euzkadi, 1928-12-16 apud Iztueta 1991: 649)

Un ejemplo que ilustra muy bien esta traducción «menos ceñida» lo constituye la traducción del Lazarillo de Tormes por Orixe, quien omitió por completo el séptimo capítulo para substituirlo por otro inventado por él, ya que su conciencia moral no le permitía traducir semejantes obscenidades.

Del texto original del autor, he suprimido toda esta sección y la he reemplazado por otra inventada por mí, ya que no me parecía digna de lectura. Asimismo, he suprimido una expresión obscena del primer capítulo, dieciocho líneas en el tercero y dos frases en el cuarto.

El crítico le debe respeto al texto original del autor; en cambio yo me debo respeto a mí mismo y al lector vasco (...). (Orixe 1929: 137) (7)

No obstante, la licencia que se toma Orixe para adaptar el texto a su manera no termina aquí. Dado que la traducción iba a ser publicada junto al texto original en una edición bilingüe, y como el séptimo capítulo, fruto de su imaginación, no coincidía con el original castellano, Orixe tradujo su versión al castellano, de manera que figurase como original.

Por lo tanto, la práctica traductora de Orixe incluía las intervenciones que él consideraba imprescindibles para crear un texto digno de lectura para el público vasco. Por ello Xabier Mendiguren Bereziartu ubica su método entre la traducción del sentido y la traducción libre, basándose en la clasificación propuesta por el crítico búlgaro Aleksandre Ljudskanov en cuanto a los tipos de traducción. Ljudskanov (1961) distingue cuatro tipos de traducción en su descripción de la evolución histórica de la práctica de la traducción: traducción palabra por palabra, traducción del sentido, traducción libre y traducción adecuada. El primer tipo se utilizaba sobre todo en las traducciones que pretendían transmitir intacta la palabra de Dios. El segundo, basado en los criterios de traducción propuestos por Cicerón, se consolidó con la traducción de la literatura laica. La traducción libre se basa en un pensamiento que emergió en Francia y se extendió a otros países de Europa durante los siglos XVI-XVII; este movimiento ha sido denominado como «les belles infidèles», y su objetivo «no consistía en transmitir intacto el original, sino en aspirar a una ley abstracta de lo bello, como si ese ideal de lo bello fuese algo concebido fuera del tiempo y el espacio». Por último, la traducción adecuada sería aquella que intenta transmitir tanto la forma como el contenido del texto original, «y ésta es la más difundida hoy en día entre los traductores de todo el mundo» (Mendiguren 1991: 524).
(8)

Mendiguren clasifica el método de Orixe entre el segundo y tercer tipos de traducción descritos por Ljudskanov, es decir, entre la traducción del sentido y la traducción libre:

La traducción de Orixe no ha encontrado la invariabilidad que requieren la teoría y la práctica de la traducción posteriores a los románticos alemanes, es decir, la inquebrantable unidad entre la forma y el contenido, y por consiguiente ha procurado siempre la transmisión general del sentido y la búsqueda de unos ideales estético-morales platonizantes y absolutistas. En este sentido, a Orixe le tocó cumplir una función histórica imprescindible dentro de ese ambiente cultural e ideológico del País Vasco que se encontraba muy atrasado en relación a los países vecinos: la función de agotar las etapas intermediarias necesarias para una traducción integral o adecuada que caracteriza la modernidad, es decir, las etapas de la traducción del sentido y de la traducción libre (…) (Mendiguren 1991: 525 ) (9)

El método de Orixe fue adoptado por otros traductores de la época, dando lugar a una práctica en la que «las traducciones constituían uno de los principales componentes de la literatura vasca de preguerra». Los escritores vascos coincidían en que «las traducciones son necesarias para enriquecer la lengua vasca, para conocer las cualidades de otras lenguas, para ejercitar la pluma, etc.» (Iztueta 1991: 662 (10).(10) Sin embargo, esta práctica no perduraría durante mucho tiempo, ya que la irrupción de la guerra civil española interrumpiría por algunos años el resurgimiento que estaban viviendo la literatura y la traducción vascas en las primeras décadas del siglo XX. Durante los años del franquismo, debido a la estricta censura aplicada a toda producción literaria, la actividad literaria del País Vasco estuvo limitado al modesto pero importante esfuerzo de un grupo de eclesiásticos vascos. Asimismo, cabe recordar la importante labor realizada por los escritores del exilio para mantener viva la lengua y la cultura vascas, a través de la publicación de poemas, artículos, relatos y traducciones en varias revistas literarias.


Andima Ibiñagabeitia. «“Orixe” Euskeratzalle», 1965

El modelo de traducción propulsado por Orixe siguió siendo la referencia principal de los traductores vascos durante las primeras décadas del franquismo, y la idea de que la traducción servía para demostrar la cualidades de la lengua vasca, así como para su enriquecimiento, perduró en el espíritu de aquella vieja generación de escritores y traductores hasta los últimos años de la dictadura franquista. Así lo demuestra Andima Ibiñagabeitia, escritor y traductor prolífico, en un artículo incluido en un volumen de homenaje a Orixe, publicado poco después de su muerte:

Los franceses (...) suelen decir: «La traducción —al igual que las mujeres— es fea si es fiel, insolente si es bella».

Sin embargo, no son pocos los traductores que han logrado superar esos rumores, combinando la fidelidad y la belleza de una manera muy justa. Podríamos incluir a Orixe, sin ningún pudor, entre ellos.

Sí, la traducción debe ser fiel, no debe apartarse de la intención y del espíritu del autor extranjero. Por otro lado, también debe ser bella, de manera que siga sin desviarse al instinto y al espíritu de la lengua de traducción. Para ello, no obstante, el traductor debe conocer en profundidad los dos idiomas, el de la obra a traducir y el de la traducción. (Ibiñagabeitia 1965: 92-93) (11)


¿Fin de la fase empírica de traducción?


En este breve repaso no hemos pretendido realizar un examen exhaustivo del desarrollo de la historia de la traducción vasca;(12) nuestro objetivo ha sido simplemente dejar constancia de las reflexiones de algunos de los más destacados traductores de la historia de esta literatura, a fin de determinar si es posible vislumbrar en esta historia unas líneas directrices que marquen alguna tendencia o evolución en el pensamiento sobre la actividad traductora. Nuestra conclusión es que estos ejemplos, lejos de reflejar un desarrollo progresivo de la teorización sobre la traducción, constituyen consideraciones muy diversas y heterogéneas, que dependen más que nada de la propia experiencia (o de la inexperiencia) del traductor, que no siempre conocía la labor realizada por sus precursores. Por consiguiente, podríamos afirmar que la reflexión sobre la traducción en el País Vasco, desde sus orígenes hasta finales de la época franquista, no sobrepasa los límites de la primera fase delimitada por Steiner, a saber, la fase de la reflexión empírica de la traducción. Incluso la clasificación de Aleksandre Ljudskanov, retomada por Mendiguren en su análisis de la traducción de Orixe, debería incluirse en esta primera fase empírica, ya que los cuatro tipos de traducción que en ella se describen (incluido el cuarto, el de la traducción adecuada, «la más difundida hoy en día entre los traductores de todo el mundo») presuponen una clara división entre la forma y el contenido, y aspiran siempre a una abstracta noción de equivalencia. Es lo que, efectivamente, hemos constatado en los ejemplos analizados, donde los traductores procuran justificar su método (sea a favor de la forma o del contenido, o de un «equilibrio» entre los dos) y se disculpan por las pérdidas o las modificaciones a las que los ha obligado la transferencia del texto original a la lengua meta.

Esta percepción de la traducción, basada en la distinción dualista entre la forma y el contenido, refleja la visión tradicional desarrollada en Europa a partir del siglo de las Luces, donde la traducción está ligada a la idea de «transferencia», implicando que algo debe ser transferido, algo que se mantiene siempre constante e invariable. Consecuentemente, el traductor es concebido como una figura que permanece en medio, entre un origen y una meta, como si fuera neutro, desvinculado de toda historia y toda ideología. Según esta percepción, el traductor no llega nunca a una equivalencia perfecta y se ve por lo tanto obligado a justificar su procedimiento, como hemos podido constatar en las declaraciones de los traductores vascos. Existe, sin embargo, una importante contradicción entre la reflexión y la práctica de estos traductores. Hemos visto que los traductores vascos han tenido que recurrir a menudo a modificaciones, recortes, recreaciones, resúmenes o expansiones en su intento de traducir obras de otras lenguas al vasco; se diría, por lo tanto, que la actividad traductora del País Vasco no coincide con esta visión europea que acabamos de exponer, y que la traducción, debido al peso que ha tenido en la historia de la literatura vasca, ha tenido una atención que no se le ha dedicado en otros países con lenguas más hegemónicas. Sin embargo, aunque la mayoría de los traductores vascos hayan sido ante todo escritores eminentes de la literatura vasca que se han empeñado en defender por medio de sus traducciones la lengua y la cultura vascas, la figura del traductor aparece siempre representado como un sujeto secundario, que debe someterse al texto original y a su autor, así como a la lengua de la traducción, y debe pasar inadvertido para poder mostrar la grandeza de la obra y de la expresión de la lengua (recordemos aquí la súplica que hacía Leizarraga a la reina de Navarra para que prestara atención «plustost à la grandeur & dignité de l'œuure, qu'aux imperfections & à la petitesse du Translateur», o las declaraciones de Andima Ibiñagabeitia que, ya en la segunda mitad del siglo XX, seguía refiriéndose a la metáfora de las «belles infidèles» para insistir en el deber de fidelidad y de belleza del traductor).

Esta visión tradicional de la traducción, que contradecía a menudo la verdadera práctica traductora, empieza a perder su fuerza en la obra del escritor y traductor Gabriel Aresti, y es refutada de manera más radical en la práctica literaria de Joseba Sarrionandia.


Gabriel Aresti

Gabriel Aresti (1933-1975) pertenece a una nueva generación de escritores vascos que, en los últimos años del franquismo, empieza a cuestionar los valores tradicionales propulsados por Orixe y defendidos por los escritores de su generación. Joxe Azurmendi resume de la siguiente manera los motivos de la degradación del éxito de Orixe: su vinculación al mundo rural, que resultaba muy extraña para la nueva generación, más integrada en la vida urbana; su afinidad con la poesía épica y con los autores clásicos, que chocaba con las ansias de innovación de los escritores jóvenes; el tono religioso que desprendían sus obras; y el modelo lingüístico que proponía para la literatura vasca, que no complacía a los escritores de la nueva generación, los cuales insistían en la necesidad de crear una nueva literatura, propia y unificada, que estaría abierta a las diferentes tendencias literarias europeas (Azurmendi 1976).

Gabriel Aresti, junto con otros escritores de esta nueva generación, quiso modernizar la literatura vasca a través de la apertura hacia las corrientes literarias europeas, pero desarrollando al mismo tiempo un firme compromiso político por la lengua y la cultura vascas. Así, Aresti tradujo al euskera textos de diversos lugares, épocas y estilos, que comprendían poesía (Shakespeare, Baudelaire, Goethe, Marqués de Santillana, Antonio Machado, T.S. Eliot...), teatro (Valle-Inclán, García Lorca, Anton Chejov, Bertolt Brecht...), cuentos (Giovanni Bocaccio, Tomas Meabe...) y otros textos de prosa (Cervantes…). Cabe mencionar que, además de estas traducciones al euskera, Aresti tradujo al castellano los poemas de su famoso Harri eta herri (1964).

A través de la traducción de diferentes tradiciones, Aresti pretendía crear un nuevo lenguaje literario, tal y como declara Joseba Sarrioandia: «Sus traducciones —trabajadas todas ellas con esmero y calidad— constituyen una tentativa de búsqueda de un lenguaje literario» (Sarrionandia apud Aresti 1986: 284).(13) Además, la influencia de las obras que tradujo en cada una de las diferentes épocas de su carrera literaria se refleja de manera notoria en sus creaciones literarias.

En cuanto a las ideas sobre la traducción, podríamos considerar a Aresti como el principal precursor de la reflexión desarrollada posteriormente por Joseba Sarrionandia y los demás escritores del grupo literario Pott. Son interesantes, en este sentido, las palabras pronunciadas a este respecto por Jon Juaristi, uno de los escritores pertenecientes a este grupo literario:

Aresti tiene un poema en castellano: «La poesía no se encierra en las molduras de un idioma / es como el cóndor que se asoma / tras cada monte, en cada tierra». Yo creo que es un homenaje a Huidobro, porque Huidobro también escribió algo similar, es decir, que la poesía no reside en las formas de una lengua, sino que la poesía es lo que se puede traducir, cualquier poema. Yo personalmente no comparto del todo esa opinión, pero cuando uno traduce un poema, está reescribiendo ese poema, es decir, los Cuatro cuartetos de Aresti no son los de Eliot. ¿Qué es lo que queda del poema de Eliot en el poema de Aresti? Quizá nada más que tópicos (Juaristi 1984 apud López 1984: párrafo 36) (14)

Esta referencia al poeta chileno Vicente Huidobro y al creacionismo es quizá una tentativa de explicar la forma en que concebía Aresti la poesía y la traducción. El creacionismo, basado en la idea de que un poema es algo completamente nuevo, que no hace referencia a una realidad del mundo externo, sino que «se hace realidad a sí mismo» (Huidobro 1925: párrafo 16), es una filosofía que va en contra de la visión tradicional occidental de la lengua, la literatura y la traducción. Según esa visión tradicional, respaldada por el humanismo y el racionalismo del siglo XVIII y consolidada con el positivismo del siglo XIX, un poema o una obra literaria es fruto de la inspiración de un escritor, quien, gracias a su capacidad de expresión, refleja mediante sus palabras una realidad objetiva del mundo externo. La tarea del traductor consiste por lo tanto en interpretar de una manera «objetiva» un texto escrito en una lengua, es decir, «descodificar» su forma a fin de llegar a su verdadero contenido, al sentido que el autor ha querido darle, para poder después expresarlo («recodificarlo») de una manera elocuente en otra lengua. Por consiguiente, el traductor es concebido como un simple mediador en ese proceso de transferencia, y debe servir al fin último de hacer relucir en otra lengua el genio y la originalidad del autor original.

Esta idea de originalidad y genio del escritor ensalzada por los románticos empieza sin embargo a ser cuestionada a finales del siglo XIX, y es poco a poco reemplazada por la visión de la influencia literaria. Algunos autores demuestran que es imposible ser original, ya que cada poeta pertenece a una tradición de cuya influencia no puede escapar. Al mismo tiempo, con el nacimiento de teorías contrarias al positivismo, la supremacía de la objetividad empieza a ser cuestionada tanto en las ciencias (la teoría de la relatividad, el principio de incertidumbre...) como en las artes (Picasso, Joyce...). Este cuestionamiento de la originalidad y de la objetividad inducirá a muchos teóricos de la traducción, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, a formular otras teorías más abiertas que definan la traducción como reescritura, recreación o transformación, donde la figura del traductor es concebida como un agente dotado de poder y de responsabilidad, ya que la interpretación (siempre subjetiva) y la reescritura (siempre creativa) que hará del texto que debe traducir influirá de manera notoria tanto en la lengua y en la cultura metas como en las del texto original.

En cuanto al País Vasco, nos atreveríamos a afirmar que esta nueva manera de comprender la literatura y la traducción, sugerida por primera vez por Gabriel Aresti, es retomada y llevada a la práctica de manera más explicita por Joseba Sarrionandia, tal y como procuraremos mostrar en la siguiente sección.


Joseba Sarrionandia

Joseba Sarrionandia (Durango, Bizkaia, 1958) fue miembro del grupo literario Pott, creado en 1977 e integrado por seis jóvenes escritores vascos: Bernardo Atxaga, Manu Ertzila, Jon Juaristi, Ruper Ordorika, Joxemari Iturralde y Joseba Sarrionandia. Cabe recordar la situación en la que se encontraba la literatura vasca en aquellos primeros años posteriores al franquismo. El ámbito cultural y literario del País Vasco se encontraba en un impasse, y las condiciones sociopolíticas de las décadas anteriores habían sumergido a los escritores vascos en una lucha política contra la dictadura. Los llamados «poetas sociales» se habían comprometido a luchar a favor de la lengua y la cultura vascas, y se habían servido de la literatura como instrumento para crear un lenguaje literario y para reforzar la identidad vasca. Su práctica literaria mezclaba la política con la actividad cultural, las cuestiones lingüísticas con las literarias. Ser escritor significaba ser militante. Asfixiados en este clima de compromiso político, los miembros del grupo literario Pott reivindicaron la autonomía de la literatura. Estimaban que era imposible escribir buena literatura si ésta quedaba encerrada dentro del marco impuesto por la «cultura oficial». Alegaban que la literatura no debía ejercer ninguna función política o ideológica, incluso si la mayoría de los miembros del grupo estaban implicados, de manera más o menos comprometida, en alguna lucha política (recordemos que Sarrionandia fue encarcelado por pertenencia a ETA en 1980, y que desde su fuga de la cárcel de Martutene en 1985 vive y escribe en la clandestinidad). Asimismo, la traducción debía quedar según ellos libre de obligaciones políticas o ideológicas, y su función no debía limitarse a compensar las carencias de la literatura vasca, como habían pretendido muchos traductores anteriores. La finalidad de los miembros de Pott era completamente distinta: pretendían crear un nuevo sistema literario, donde la traducción sería un medio de experimentar con la lengua y la literatura y de contribuir a esa tarea innovadora de creación. Querían crear un sistema literario propio, que no sería una simple imitación de otros sistemas literarios más hegemónicos o prestigiosos, sino un sistema que se alimentaría de diferentes literaturas y tradiciones.

De hecho, estimaban que toda literatura, sea «mayor» o «menor», es heredera de la tradición universal, que una cultura no es más que el conjunto de saberes y de costumbres extraídas de diferentes fuentes y orígenes. Defendían que «toda literatura es literatura de la literatura, es decir, que trata de la literatura, y cada poema tiene sus raíces en la tradición poética que le ha precedido» (Sarrionandia 1981: 6).(15)

Aunque más conocido como poeta que como traductor, Sarrionandia ha traducido textos de una gran variedad de autores pertenecientes a diferentes épocas y tradiciones. Además de algún que otro poema traducido y publicado en revistas literarias, Sarrionandia ha publicado ocho libros que contienen traducciones:

Lur eremua (1983). Traducción de The Waste Land de T. S. Eliot.
Hamairu ate (1985). Colección de cuentos de humor negro, traducidos en colaboración con Mitxel Sarasketa.
Marinela (1985). Traducción de O Marinheiro de Fernando Pessoa.
Izkiriaturik aurkitu ditudan ene poemak (1985). Colección de diversos poemas (Atharva Veda, Tu Fu, Herman Melville, Fernando Pessoa, Lucian Blaga, Cesare Pavese, Bobby Sands...).
Hezurrezko xirulak (1991). Colección de diversos poemas (Beowulf, textos nahuatl, Ho Xuan Huong, Johann Wolfgang von Goethe, Alexandr Pushkin, Bertolt Brecht, Ezra Pound, Miquel Marti i Pol...).
Galegoz heldutako poemak (1991). Colección de poemas gallegos (Manoel Antonio, Álvaro Cunqueiro, Luis Pimentel, Celso Emilio Ferreiro...).
Marinel zaharraren balada (1995). Traducción de The Rime of the Ancient Mariner de S. T. Coleridge.
Manuel Bandeira. Antologia (1999). Colección de poemas de Manuel Bandeira.

La declaración más explícita que ofrece Sarrionandia en relación a su visión sobre la traducción es quizá un fragmento de la introducción a Izkiriaturik aurkitu ditudan ene poemak («Poemas míos que he encontrado escritos»), donde sitúa la traducción literaria al mismo nivel que la creación:

Al fin y al cabo, la creación misma de la poesía es una lectura, antes de ser una escritura. Según la teorización propuesta por el crítico Harold Bloom, todo poema pertenece a otro poema que se ha leído antes, y todo poeta escribe en respuesta a otro poeta. El poeta trata en sus poemas los poemas que ha leído. Su lectura es interesada e intencionadamente errónea, y, como una reelaboración o una negación de la tradición, su creación no puede ser otra cosa que revisión, comprendiendo la palabra revisión como una versión, o en un sentido más amplio, como una traducción. (Sarrionandia 1985: 8-9). (16)

Sarrionandia ve la traducción y la creación «original» como las dos caras de una misma moneda. Por un lado, la traducción ofrece un medio de crear algo nuevo, algo original, y por otro lado, la creación original no es más que una traducción de todas las tradiciones y experiencias vividas por el escritor. En esta nueva visión de la traducción, el concepto de «origen» o texto «original» no existe, y por consiguiente todo es copia. O al revés, no existe copia alguna, ya que todo es original y toda composición es una nueva creación. Sea como sea, desaparece la dicotomía que se establecía entre original (de primer rango, fruto del genio de un autor) y traducción (pura imitación imperfecta de un mediador servil), y todo se torna copia de la copia, traducción de la traducción, o «literatura de la literatura». Esta concepción de la traducción nos recuerda las teorías hermenéuticas de Walter Benjamin, Ezra Pound u otros escritores incluidos en la segunda fase de Steiner, así como las teorías propuestas por el movimiento deconstruccionista iniciado por Jacques Derrida y respaldado por numerosos traductores de los años 1970 y 1980, entre los que se encuentra, por ejemplo, Harold Bloom. Estas teorías invierten la jerarquía de la visión tradicional de la traducción para defender que es el texto original el que depende de la traducción; que sin la traducción, el original deja de existir; que el sentido de un texto no se encuentra en el original, sino en la traducción; que el texto original no tiene una identidad fija, y que necesita ser traducido para poder crear, recrear y redefinir una identidad. Estas ideas servirán asimismo como marco teórico a las diferentes corrientes postmodernas de la traducción, como son las teorías postcoloniales, la traducción feminista o las reflexiones filosóficas de la traducción.

Sarrionandia utiliza procedimientos recreativos a fin de demostrar la fragilidad de la frontera entre traducción y creación. Uno de los más sugestivos sería la inclusión en sus colecciones de traducciones de poemas apócrifos o pseudo-traducciones, es decir, de poemas cuya atribución a un autor determinado es falsa. Sabemos, por ejemplo, que Izkiriaturik aurkitu ditudan ene poemak incluye poemas apócrifos, aunque no resulta fácil identificarlos con total certeza, ya que el traductor en ningún caso proporciona demasiada información acerca del origen de los poemas, limitándose casi siempre a citar el nombre del autor (real o inventado), o incluso, en el caso de los poemas supuestamente anónimos, a mencionar la tradición de la que proviene el poema, como es el caso de los poemas Tuareg, Miskito o Chippewa.

Otro de los procedimientos de Sarrionandia donde se cuestiona la pertenencia exclusiva de un texto a un autor es el empleo de referencias intertextuales, en los que Sarrionandia «se apropia» de un fragmento de un autor para adaptarlo e incluirlo en sus composiciones. Podríamos mencionar, en este sentido, el relato titulado «Marinel zaharra», incluido en una de las más elogiadas obras de Sarrionandia, Narrazioak (1983). El título mismo evoca el poema de S. T. Coleridge, The Rime of the Ancient Mariner, y es que el relato no es más que una versión de dicho poema, cuya traducción publicó el propio Sarrionandia posteriormente, como ya hemos señalado. El relato es una versión... ¿o es ya una traducción? Al fin y al cabo, ¿qué diferencia existe entre esta «versión» en prosa y el poema Marinel zaharraren balada, considerado como la traducción del poema de Coleridge?

Podríamos seguir enumerando los procedimientos literarios del que se sirve Sarrionandia para demostrar que «toda literatura es literatura de la literatura», pero dicha labor excedería la extensión de este artículo. Por lo tanto, nos limitaremos a concluir que Sarrionandia rompe de manera radical con la visión tradicional de la traducción que ha predominado durante siglos entre los escritores y traductores vascos, y que por consiguiente resulta imposible analizar sus traducciones desde un punto de vista tradicional, es decir, midiendo el grado de equivalencia que ha obtenido en sus traducciones, o evaluando si ha sabido mantener el equilibrio entre la «fidelidad» al texto original y la «belleza» de la lengua meta. Estimamos que es mucho más interesante analizar las estrategias que utiliza para reescribir o responder a los textos que ha escogido.


Conclusión

Si retomamos la clasificación propuesta por Steiner y la comparamos con este breve repaso de la historia de la traducción vasca, podemos confirmar que la fase empírica dura en el País Vasco hasta los últimos años del franquismo, época en la que se inicia la segunda fase, la cual aborda una reflexión filosófica o hermenéutica, gracias especialmente a la obra de Gabriel Aresti. Su trabajo será reanudado por Joseba Sarrionandia, cuyas reflexiones sobre la traducción pondrán de manifiesto la necesidad de ampliar la definición de la traducción, limitada durante siglos a la noción de «transferencia». Mediante procedimientos literarios inusitados y recreativos, Sarrionandia muestra que las diferencias entre las traducciones y otros tipos de reescritura, como son la adaptación, la modificación o la transformación, no son tan nítidas como lo pretenden las teorías tradicionales sobre la literatura y la traducción, y que una teoría que sirva para el análisis de la traducción en diferentes contextos debe adoptar una definición de la traducción que incluya todos estos tipos de reescritura, que constituyen la mayoría de las traducciones de la historia de la traducción vasca, como ha ocurrido en muchos otros contextos de lenguas minoritarias y minorizadas donde las relaciones entre diferentes lenguas y culturas no son igualitarias. Por ello consideramos que el análisis de la traducción en lenguas minoritarias puede contribuir a extender la definición demasiado restringida y prescriptiva que ha perdurado en Occidente hasta nuestros días.


NOTAS

(1) La realización de este trabajo ha sido posible gracias a la beca de Formación y Perfeccionamiento de Personal Investigador concedida por el Departamento de Educación, Universidades e Investigación del Gobierno Vasco.
(2) El manuscrito de Joan Perez de Lazarraga, descubierto recientemente (2004), constituiría la segunda obra literaria escrita en lengua vasca, ya que según los expertos habría sido escrito hacia el año 1564. Si bien todavía no se han esclarecido muchas de las dudas concernientes a las referencias literarias que contiene el manuscrito, existe la sospecha de que ciertos fragmentos son de hecho traducciones de otros textos.
(3) Los datos de 2000 muestran que durante este año se publicaron 1.519 libros en euskera, de los cuales 509 (33,5 %) pertenecían a material escolar, 371 (24, 5 %) a la literatura infantil y juvenil, 256 (16,8 %) a libros de ciencias humanas y sociales, y 256 (16,8 %) a la literatura para adultos. De estos 1.519 libros, el 26,3 % fueron traducciones (fuente: Jakin, 128, enero-febrero de 2002).
(4) Esta cita aparece en euskera en el original, pero la hemos traducido al castellano para incluirla en el artículo. Hemos procedido de la misma manera con todas las citas escritas originariamente en euskera. Ofrecemos los textos originales en las notas: «eztitut bethiere, eskritura saindua eta doktoren erranak ere, hitzez hitz euskarara bihurtzen. Zeren euskara eta bertze hitzkuntzak diferent baitira. (...) badirudi ezen bertze hitzkuntza eta lengoaia komun guztiak bata bertzearekin nahasiak direla. Baiña euskara bere lehenbiziko hastean eta garbitasunean dagoela».
(5) «Egia da bada Joanes Leizarraga zeritzan Berakoizko aphez edo erretor zen batek noizbeit aspaldi inprimarazi izan zuela Testament berriko liburua, berak eskararat itzulirik; baiñan nola dohakabe hura, errelijione katholika eta egiazkoa utzirik ordukotz ja itzulia baitzen bera Kalbiñen sekta izurriztaturat eta haren heresia pozoatuaz kutsatua, ezin gelditu da bere obrari iretxeki gabe zenbeit lekhutan berak hartu izan zuen izurritik eta iretsi izan zuen pozoinatik.»
(6) « iretxeki izan gaizko lehia handi batekien Eliza Ama Sainduaz beregainki aprobatua Vulgata daritzan textuaren ez xoilki sensuari, baiñan oraiño egin ahal bezanbat letrari berari (...).»
(7) «Erdel jaubearen idazti jatorretik, jardun hau osoa kendu dot, eta neure buruz ordaindu, edonoren eskuetarako irudi etxatalako. Kendu dodaz ganera, esan zantar bat lehelengo jardunean, hamazortzi lerro hirugarrenean, eta bi koma-tarte laugarrenean.»
«Kritikuak begirapena zor ei deutsoe jaubearen idazti jatorrari; nik ostera begirapena zor deutsot neure buruari eta irakurle euskaldunari».
(8) «ez zen jatorrizkoa bere hartan transmititzea baizik eta ederraren arau abstrakto batera hurbiltzea, denbora eta espazioaz at kontzebituriko zerbait bailitzen ederraren ideal hori. (...) eta hauxe da gaur egun mundu guztiko itzultzaileen artean hedatuena.»
(9) «Orixeren itzulpenak ez du aurkitu alemaniar erromantikoen ondotik itzulpen teoria eta praktikak beretzat eskatzen duen inbariantzia, hots forma eta edukinaren arteko batasun etenezina, eta horregatik zentzuaren transmisio orokorrean eta ideal estetiko-moral platonizante eta absolutisten atzetik ibili da. Zentzu honetan, Euskal Herrian inguruko herrialdekin alderatuta atzeraturik zebilen kultur eta ideologi giro baten barruan funtzio historiko ezinbesteko bat burutzea egokitu izan zaio. Modernitatea ezaugarritzen duen itzulpen integral edo egoki baterako tarteko etapak diren zentzuzkoarena eta librearena erretzea (...).»
(10) «itzulpenek gerraurreko euskal literatura-gorenaren zatirik funtsezkoenetako bat osatzen dutela. / itzulpenak beharrezko dira euskara aberasteko, beste hizkuntzen kualitateak ezagutzeko, lumak trebatzeko, etab.»
(11) «Prantzitarrek (...) esan oi dute: "Itzulpena, —emakumeak bezela—, zintzoa balin bada itsusia, ederra balin bada lotsagabea".»
«Ala ere badira esames orien gainetik gaillen iarri diran itzultzalle ez gutxi, zintzotasuna eta edertasuna egoki aski elkartu ditutenak. Aien artean ezarri genezake, lotsarik gabe «Orixe» ere.»
«Bai, zintzoa bear du itzulpenak idazle arrotzaren asmo ta gogoetarik saldu gabe egiña. Ederra bear du bestalde, itzulketan darabillen izkuntzaren sen eta ispirituari azpi-ioko ta biurrikeri gabe iarraituz. Ortarako berriz, sakonki ezagutu bear ditu itzultzailleak izkera biak, itzulgaia eta itzulia, alegia.»
(12) A este respecto, el lector puede remitirse a las obras de Xabier Mendiguren Bereziartu (1992, 1995) y de Manu López (2005).
(13) «Bere itzulpen lanak –beti arretaz eta kalitatez landuak– lengoaia literario baten bilaketa entseguak dira.»
(14) «Arestik badu erdal poema bat: «La poesia no se encierra en las molduras de un idioma / es como el condor que se asoma / tras cada monte, en cada tierra.» Nik uste dut hori Huidobroren omenaldi bat zela ze Huidobrok holako zerbait idatzi zuen baita ere, hau da, poesia ez datzala hizkuntza baten moldetan baizik eta poesia dela itzul daitekeena, edozein poema. Neu ez nago oso konforme honekin baina poema bat itzultzen denean, poema hori berridazten da, hau da, Arestiren «Lau kuartetoak» ez dira Eliotenak. Zer gelditzen da Arestiren poeman Elioten poematik? Agian topikoak bakarrik.»
(15) «literatura oro literaturaren literatura da, hots, literatura berari buruzkoa, eta poema orok aurreko poemagintzan du erroa.»
(16) «Funtsean, poemagintza bera ere irakurketa da, izkiriatzea izan orduko. Harold Bloom kritikoak proposatu duen teorizazioaren arauera, edozein poema lehenago irakurritako beste poema bati dagokio, eta edozein poetak aurreko beste poeta bati erantzunez idazten du. Poetak, irakurriak dituen poemak tratatzen ditu bere poemetan. Bere irakurketa interesatua eta apropos okerra da eta, tradizioaren ber elaborazio zein ukazio gisa, bere kreazioa ezin da errebisio besterik izan, errebisio hitza bertsio edo, zentzu zabal batean, translazio gisa konpreniturik.»

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