ISSN: 1139-8736
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7.1. Algunas conclusiones generales 

La extracción automática de meronimias a partir de un diccionario legible por ordenador (Machine Readable Dictionary) es una tarea imprescindible para la representación completa del léxico, aunque no exenta de problemas. Hemos visto que existen ciertos requisitos para extraer relaciones de este tipo de la definición.

Evidentemente, en muchas ocasiones, el hiperónimo correcto no está en la definición. Esto nos impide cumplir con el requisito de extraer las relaciones de los elementos de la propia definición. El término genus puede indicar en bastantes ocasiones que existe una meronimia. El genus puede corresponder al hiperónimo, el cual es un término meronímico, o corresponder a un merónimo u holónimo.

Sin embargo, vimos en las definiciones expuestas que en muchas otras ocasiones necesitamos un mayor análisis del texto de la definición, pues tan sólo una preposición de (o adverbios como ‘delante’, ‘bajo’, etc.) que relacione dos sustantivos puede ser un indicio de una meronimia.

Con respecto a la clasificación y codificación hemos visto que la distinción entre meronimias especificadas y genéricas es de gran utilidad e incluso defendible desde el punto de vista teórico. Así pues, existiría una relación primitiva, la meronimia genérica, que se va perfilando en la interacción entre significados relacionados. De hecho parece existir una cierta interrelación o interdependencia entre las distintas relaciones.

Además, creemos que los conceptos de:

son también de gran utilidad para aplicar de diferente manera heurísticas y mecanismos de inferencia. Aportan una distinción que puede ser usada en el análisis semántico de la oración, si concebimos éste como la conjunción del análisis sintáctico y su interpretación semántica y de las relaciones paradigmáticas que existen entre las unidades léxico-semánticas que forman la oración. En cierta manera, podemos ver el origen de esta distinción, además de en la tradición de la lingüística, en el concepto de instanciación de la programación orientada a objetos y de los sistemas subsimbólicos de reconocimiento del lenguaje1.

Por otra parte, a pesar de la escasez de las meronimias por ausencia en el esquema de clasificación que hemos manejado, éstas parecen prevenir la posibilidad de heredar incorrectamente una relación meronímica. En muchos de los casos en los que aparece, el hiperónimo de la entrada semántica que estamos analizando haría que ésta heredara la meronimia que precisamente se niega en la definición, rasgo este que por otra parte suele ser la clave de desambiguación.

Si concebimos la meronimia como una operación simple que se puede especificar, esto es, subtipologizar, a partir de los significados que la entablan, estaremos adoptando un enfoque operacional, en el que sobre la operación de meronimia se realizan otras operaciones funcionales, espaciales, etc. que definen el tipo de meronimia ante la que estamos. Esta visión de operar con los resultados de operaciones previas ha sido muy utilizada en los sistemas de comprensión del lenguaje natural y provee además de ciertas herramientas metodológicas para el análisis y simplificación de procesos lingüístico-cognitivos2.

En este sentido podemos decir que las meronimias, dependiendo del nivel de la jerarquía taxonómica en el que aparezca y dependiendo del tipo de significados que relacione, podrá sufrir algunas restricciones o cambios. Es decir, existe una tendencia a que cuanto más abstracto sea el hiperónimo, más abstractos serán merónimos u holónimos (ver sección sobre hiponimia y meronimia). Pero... ¿Qué ocurre cuando en la definición se aporta un holónimo (o merónimo) indefinido y luego un par de ejemplos concretos? Podíamos considerar este caso de definiciones como dos estrategias para definir un significado:

a) Estrategia intensiva: proporcionando el rango de posibles relaciones (el conjunto de todas las unidades semántico-léxicas que pueden tener esa relación).
b) Estrategia extensiva: proporcionando las unidades semántico-léxicas, o algunas de ellas, que pueden tienen esa relación y que pertenecen a ese conjunto.

Esto significa que en muchos casos en los que aparecen meronimias especificadas, podemos codificar una meronimia genérica con alguno de sus hiperónimos. Este cálculo semántico podría ser denominado proceso de generalización de meronimias.

Con respecto a la representación, hemos dedicado una atención especial a las propiedades de las relaciones meronímicas. Vimos que estas propiedades cumplen al mismo tiempo una función distintiva para la desambiguación formal y amplían la información que puede ser luego utilizada en procesos sintáctico-semánticos. Vimos además que hay cierta relación entre las propiedades o atributos de una relación y el tipo de meronimia especificada.

Por otra parte, la elección del término relacionado constituye a veces un problema de representación generalizado. En estas ocasiones, como en el siguiente ejemplo, hay que tomar una opción u otra:

carrillada-#1|Sustantivo|clase|import|general|grasa-#1|holo-1?4|cara-#1>>cerdo-#1|mero-||sinónimo||cerdo|Grasa que tiene el cerdo a cada lado de la cara.

1) Hay que distinguir otro hipónimo de cara.
2) Podemos no representar esa relación.
3) Podemos incorporar esa relación a un significado de cara más genérico, dando así lugar a ambigüedades e imprecisiones.

Parece claro que desde el punto de vista computacional la primera solución es la mejor. Sería deseable que ese proceso de individualización o subclasificación fuera dirigido de una manera general mediante un algoritmo. Dicho algoritmo estaría basado en la comparación de relaciones semánticas entre objetos semánticos, es decir, si «cara» es una parte genérica de la cabeza de personas y animales, y un animal en particular se provee de una parte especial, perteneciente a la «cara» genérica, sería deseable la creación de un hipónimo (¿o quizás instancia, en términos de programación orientada a objetos?) de forma automática, el cual compartiría todas las propiedades del objeto semántico genérico «cara» y diferiría de él en cuanto a una de sus relaciones meronímicas, la que se establece con «carrillada». En este sentido, este proceso se adecuaría a la definición general de hiponimia y estaría pues en consonancia con los principios generales de representación. El fenómeno de subclasificación está ampliamente extendido y no parece diferir en nada de la representación taxonómica de sentidos si no es porque NO EXISTE una acepción separada en el artículo de ‘cara’ para la «cara» específica del «cerdo». Es decir, no se puede establecer a priori a partir del diccionario, sino que es un efecto del establecimiento de una relación meronímica sin producir una inexactitud.

En cuanto a los mecanismos de representación, concluiremos diciendo que es posible que haya un principio de accesibilidad que hable de la cantidad de relaciones y redundancia en las relaciones que afectan a los sustantivos (aunque en realidad podría aplicarse a las relaciones que afectan a entidades de primer y segundo orden, es decir, a sustantivos, verbos y adjetivos):

 Principio 1

Distintos tipos principales de relaciones no pueden unir a los dos mismos significados, ya que producen contradicciones. Es decir si R-1(A, B), siendo R una relación principal del tipo 1 y no el subtipo y A y B dos nodos o significados (no un significado y un concepto), entonces ¬R-2(A, B). En cambio, distintos subtipos sí.

Para mejorar este principio, habría que analizar qué pares de subtipos de relaciones conectan, de hecho, a los dos mismos significados y cuáles no lo hacen. Por ejemplo, se han visto casos en los que la meronimia componente-objeto (mero-1) coexiste necesariamente con la meronimia lugar-área (mero-6), ya que en muchos casos una parte funcional de algo está física y espacialmente situada dentro de los límites de ese algo.


NOTAS

1  Véase al respecto los trabajos de RelPred, Bernard, G., Boulle, J. Y Feat, J.

2  Ver al respecto Boulle J. 1990 «Opérations et résultats d'opérations», en Les Chemins du Texte, Slatkine-Champion, Genève-Paris.

 

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