Hipàtia - Biblioteca d'Humanitats - UAB

 
EXPOSICIÓ BIBLIOGRÀFICA - Ramón Valdés del Toro

maig 2000 

      

 

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BREVE BIOGRAFÍA DE
 RAMÓN VALDÉS DEL TORO 

Nace el 6 de agosto de 1930 en Alcoy (Alicante), donde está solamente los primeros meses. Su padre, Ramón Valdés Piqueras, inspector del Tributo (Hacienda), solicita el traslado a Córdoba y en esta ciudad viven con su madre y su hermana Consuelo, que allí nació, los únicos años felices de su infancia y los únicos que alguna vez recuerda.

Comienza la Guerra Civil. Su padre, de Izquierda Republicana, es encarcelado y fusilado por los franquistas en la noche del 19 al 20 de agosto de 1936, junto con otros presos. Tenía entonces 33 años. Era gobernador militar de Córdoba el general Varela.

En Tetuán (Marruecos) vivían sus abuelos maternos y con ellos, en su casa, se quedaron los tres hasta que, conseguida una plaza en la administración local, su madre, Lola, logra independizarse. No fueron buenos tiempos: esta casa de un militar -teniente coronel- retirado y de derechas no era evidentemente un buen refugio para una viuda y dos huérfanos como ellos.

Después de aquel mismo verano del 36 en que había cumplido los seis años, comienza su primera escuela, el Grupo Escolar José Antonio. Hace el bachillerato, como becario de la Delegación de Cultura, en el Colegio del Pilar (Marianistas) de Tetuán. Ya para siempre estará obligado a un rendimiento exigente. Le interesan las matemáticas, el latín y el griego. Estudia, y discute mucho, la filosofía, la historia y la religión. Juega al ajedrez, ganando campeonatos juveniles escolares, pero sobre todo, al fútbol y es imprescindible en el equipo del Colegio. Tiene muy buenos amigos. Hace el examen de Reválida en la Universidad de Granada con Premio Extraordinario. Era 1947.

Terminado el bachillerato, se plantea continuar sus estudios o iniciar una vida laboral que ayude familiarmente. Ramón lo tiene claro y acuerdan arriesgar lo necesario para seguir estudiando. La única posibilidad económica que se ofrece es conseguir ingresar como becario en el Colegio Mayor Beato Juan de Ribera, de Burjasot (Valencia). Un número reducido de universitarios, entre diez o quince cada curso, vivían en el Colegio y se dedicaban por entero a sus estudios. El examen de acceso es duro y el tribunal lo forman los mismos colegiales de anteriores promociones (Ramón ha comentado alguna vez: "el único tribunal puro que he conocido"). Ingresa en el Colegio y se enfrenta a otra decisión "de riesgo": matricularse en la Facultad de Letras (en la sección de Historia) y no en la de Derecho, considerada entonces con más oportunidades económicas e incluso mayor prestigio. Tampoco duda de su preferencia intelectual.

En la Universidad de Valencia de aquellos años encuentra un buen rector, Corts Grau, antiguo colegial de Burjasot, y buenos profesores de Griego -Díez Regañón-, de Historia de la cultura -Julián San Valero- y de Historia contemporánea -José Mª Jover-. Desde su ingreso en la Universidad ya sólo vuelve a Tetuán una parte del verano; el resto del tiempo, incluso durante las vacaciones de Navidad, se queda en un Colegio casi vacío.

Los años vividos en África, en Tetuán, así como las repetidas visitas a Tánger, Ceuta y otros lugares de Marruecos, le ofrecieron ese observatorio privilegiado que, quizás, explique en una buena parte su interés por la etnología y su dedicación posterior a ella. En aquella ciudad de Tetuán de entonces las vidas de los españoles se entrecruzaban con las de moros, judíos y un grupo menor de indios, con quienes compartían el espacio y mantenían todo tipo de relaciones. En Tetuán había sólo una parroquia -la Misión Católica de los franciscanos-, una mezquita y varias sinagogas. Hospitales y clínicas privadas que atendían a toda la población. Escuelas y colegios públicos y privados, religiosos y laicos, a los que acudían la mayoría de los españoles y, con ellos, algunos moros y judíos. Escuelas coránicas para los escolares musulmanes y otros centros, como La Alianza, en el que había una mayoría de judíos. Además de comercios españoles y judíos, había zocos moros y bazares indios en la calle Luneta. En casa de Ramón se hacía comida española -aunque también moruna- porque la cocinera era Tetom, una mora del Rif, que estuvo muchos años con la familia manteniendo una relación entrañable. Hasta para comer carne tenían que someterse al ritual musulmán del sacrificio de animales. Tetom se bajaba a la calle con el animal en la mano y un cuchillo hasta que pasaba un moro y lo mataba, pues ella, mujer, lo tenía prohibido. En su escuela y en su colegio había compañeros moros y judíos: muy pronto empezó a interesarse y a preguntarles por qué habían faltado a las clases del viernes, los moros, o del sábado, los judíos. Precisamente este interés por la diferencia de las fiestas semanales la recuerda Ramón como una de las primeras, o incluso la primera, de las curiosidades provocadas por una convivencia como aquélla. 

Cuando venga a España, a Valencia (a la que seguirán más tarde Madrid, Almería, Oviedo y Barcelona), tendrá la oportunidad de constatar y reflexionar sobre estos modos de vida diferentes de los que él había dejado en África, viviendo en su casa de Tetuán con su madre y su hermana. Terminados sus estudios de Historia en Valencia, decide matricularse en Filosofía y aprovechar la oportunidad de seguir uno de los cursos que dio Xavier Zubiri en Madrid aquellos años. Precisamente en la puerta del aula 27, la clase de Leopoldo Eulogio Palacios, en la que se leía sin comentarlo el Organon de Aristóteles -en una edición de Presses Universitaires-, conoce, en el otoño de 1951, a Cristina. Pronto descubren que esta única Facultad de Filosofía de España a la que han llegado (desde Valencia y desde Granada) es un desierto. Los maestros que hubieran querido encontrar estaban en el exilio o alejados de la vida universitaria oficial. Apenas habían sobrevivido los escolásticos, e incluso sólo una parte de éstos.

El Director del Colegio de Burjasot, D. Ignacio Valls, un amigo para Ramón y para cuantos colegiales hubo de apoyar y por los que luchó años con entusiasmo y éxito, resuelve su estancia como becario en el Colegio Mayor de San Pablo (la suya y la de otros tres colegiales más). Es el mismo don Ignacio quien lo pone en contacto con Pedro Laín Entralgo, antiguo colegial de Burjasot y aquellos años Rector de la Universidad de Madrid y organizador de los cursos de Xavier Zubiri. A este curso de Zubiri al que Ramón asiste acudían, según él, "muchas señoras con sombrero y muchos obispos", estuvo dedicado en su mayor parte a Hegel y le provoca un gran deseo de seguir leyendo a Marx. Había iniciado su lectura en los últimos años del bachillerato, en libros de su padre y apoyado por su primo Alfonso. 

Terminado el curso, se vuelve a Tetuán, decidido ya a no continuar en aquella estéril sección de Filosofía, comienza su servicio militar y a escribir su tesis de licenciatura. Lee a Marx y a Engels en libros que le va dejando un inspector de Hacienda de Tetuán, amigo suyo. La situación de la clase obrera en Inglaterra, de Engels, muy bien camuflada, estuvo algunas noches en el Cuartel de Intendencia mientras Ramón hacía sus guardias.

En octubre de 1954 presenta en la Universidad de Valencia su tesis de Licenciatura, "Las Vidas paralelas de Plutarco como fuente para el estudio de la religión griega", calificada con sobresaliente. Su interés por la historia de las religiones es ya un hecho y continuarlo una urgencia que lo devuelve a Madrid.

Con una beca, del Ministerio para postgraduados, en el Colegio Mayor Ximénez de Cisneros, vuelve a la Universidad de Madrid para hacer los cursos de doctorado. Sigue las únicas clases de Historia de las religiones que pudo dar Ángel Álvarez de Miranda, que acababa de conseguir su cátedra y ya estaba enfermo de una parálisis progresiva. Si su paso por la sección de Filosofía fue para Ramón una frustración, tal pérdida de tiempo se vio sobradamente compensada por este encuentro y la relación posterior mantenida con D. Ángel. Además de estas clases, fueron muchos los días y las horas que compartieron, en la Facultad y en su casa, hablando de su interés común por Grecia, la religión griega y la historia de las religiones, en una relación maestro-alumno muy gratificante. En estas charlas fueron buscando y confirmando el tema de la tesis de doctorado: la muerte en la mitología africana. En el verano del 55, Álvarez de Miranda da un curso en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y Ramón es secretario de la Sección de Humanidades. Así es posible continuar allí esa especial relación docente, y también personal, que en Madrid habían iniciado y que tan poco tiempo había de durar.

La pobreza de los fondos bibliográficos españoles en historia de las religiones, y más aún en mitología africana, hace necesario marchar a París, y Ramón lo hace pensionado por la Comisaría de Protección Escolar para realizar estudios en el Museo del Hombre. Marcha, pues, a París -vive en la Cité, en el Colegio de España- y se encierra en las bibliotecas de la Sorbona, la Nacional, pero sobre todo en la del Museo del Hombre. Fruto de este encierro es un fichero inmenso sobre mitología africana y muchas cartas a un Álvarez de Miranda ya inmóvil e ingresado en la clínica Jiménez Díaz, cartas que había incluso que leerle. Al avanzar la enfermedad, hasta esta difícil comunicación hubo que interrumpirla. Muchas de estas cartas dejan constancia de las dificultades que presentaba un tema tan ambicioso como el propuesto para la tesis y la urgente necesidad de un enfoque más limitado y preciso al que, con ayuda de D. Ángel, se iba aproximando Ramón.

Además de su trabajo en las bibliotecas, Ramón sigue en París las clases de Marcel Griaule en la Sorbona, que completa con encuentros más directos. También en el Museo del Hombre pudo escuchar algunas de las sesiones del seminario de Mircea Eliade. Asiste a reuniones políticas de exiliados españoles de izquierdas y franceses; conoce a Lucien Sebag. De París se traerá un abundante número de libros, algunos prohibidos o imposibles de encontrar en España: ediciones de Sartre, Camus o Malraux y obras de etnología e historia de las religiones de Payot, Gallimard y Presses Universitaires compradas en aquellas librerías.

Vuelve de Francia en 1956 para examinarse de los cursos de doctorado y su relación con D. Ángel continúa y se mantiene hasta que el avance imparable de su enfermedad la hace imposible (morirá en junio del año siguiente).

A fin de continuar la tesis y los estudios de etnología africana, Alemania parece entonces la mejor opción. Concretamente la Universidad de Munich, en la que enseñaban H. Baumann y D. Westermann. El Rector del Colegio Español de Santiago en Munich, D. José Mª Javierre, le ayuda a hacerlo posible. Marcha Ramón al Colegio en enero de 1957. Sobre todo estudia alemán y, ya en el semestre de verano, comienza sus estudios en la Universidad. Solicita una beca de la Institución Alexander von Humboldt, la beca de mayor importancia entonces en Alemania para postgraduados extranjeros, que le concede el gobierno alemán en junio de 1957 y le prorroga y aumenta en 1958. Con esta beca puede continuar sus estudios y hace un viaje con los otros becarios Humboldt por Alemania y parte de Europa. Sigue los cursos oficiales de Filosofía, Etnología, Historia, Prehistoria y Egiptología en la Universidad hasta el verano de 1959. Conoce a Hermann Baumann en sus clases y tuvo en él al mejor maestro de etnología africana tanto en estas horas de clase como en muchas otras de conversaciones y ocio.

En el Spanisches Kulturinstitut, dirigido entonces por el profesor Carlos Clavería, enseña Historia de España. Colabora en la revista Historical Abstracts (Munich - Nueva York) como redactor y responsable del coverage hispano-portugués. Consigue en ella sus mejores amigos de Alemania, con los que conoce la vida de aquellos años, aún muy cercanos a la guerra.

A principios de 1959 Ramón se plantea el retorno a España y prepara su regreso. Podía quedarse, seguir con los mismos trabajos, doctorarse en Alemania e incorporarse al Departamento de Baumann, pero era muy firme el convencimiento, compartido con muchos otros universitarios de su generación y de su entorno, de que era una obligación volver. De momento concursa a una plaza de profesor de Geografía e Historia en el Instituto Laboral de un pequeño pueblo asturiano, Tapia de Casariego. Acepta también la oferta de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) para traducir del alemán la obra, en tres volúmenes, Christus und die Religionen der Erde, dirigida y coordinada por el entonces Arzobispo de Viena, Dr. Franz König, y publicada por la editorial Herder en Friburgo hacía sólo tres años. Esta oferta estaba condicionada a una entrevista personal con König para obtener su autorización, lo que le obliga a viajar a Viena.

En el verano de 1959 vuelve a España y se casa a primeros de agosto. Conseguida la plaza en el Instituto, comienzan su vida en Asturias, en Tapia, en septiembre de aquel mismo año. Un trabajo entusiasta que no sólo transforma el Instituto, sino que activa todo el entorno, ocupa y llena estos años. La implicación es total, pero también muy gratificante. Los vecinos de Tapia acuden al Instituto a escuchar música y conferencias sobre el hambre en el mundo, la guerra, lecturas teatrales, poesía del África negra o la enseñanza de la historia y hasta de algo tan lejano como el poema de Gilgamesh, pero también a ver exposiciones de los trabajos escolares.

El primer curso en el Instituto estuvo sólo como profesor y pudo así dedicar el tiempo libre y muchas noches a la traducción de Cristo y las religiones de la tierra. La primera edición de la versión española del manual de König puede salir en diciembre de 1960. Cuando, en 1960, es ya director, la tarea más inmediata fue incrementar hasta el límite posible el número de alumnos, que consigue casi duplicar. Antes, incluso, de lograrlo, reclama del Ministerio de Educación y la Diputación de Asturias unas obras de renovación y adaptación del Centro -un antiguo edificio escolar construido por el Marqués de Casariego en tiempos de Isabel II- que permitieran dotarlo de los talleres y laboratorios necesarios para un Instituto Técnico como era aquél. Por último, algo tan difícil y complejo como una granja de explotación agrícola y ganadera, un campo de prácticas para aquellos alumnos que habrían de volver en su mayoría a la agricultura o a los oficios de sus padres. Hubo que luchar hasta para restablecer las lindes de la propiedad del Instituto: con el abandono, los paisanos habían ampliado sus fincas a costa de ella. Los pleitos a que hubo de recurrir, las reuniones para intentar evitarlos, así como los enfrentamientos previos, le enseñaron mucho sobre las relaciones de poder en aquellos lugares.

Con los dos veterinarios del Instituto fue a muchas ferias para comprar ganado y hasta se vio implicado en la difusión de las entonces nuevas técnicas de inseminación artificial para la mejora del ganado y en el cambio de la vaca asturiana ("ratina") por la holandesa, mejor productora de leche, que entonces se iniciaba. Años después, al volver a Asturias, los prados testimoniaban el cambio. Con César, el capataz, o los veterinarios, asistía a los partos de las vacas o las cerdas, si eran difíciles, y con el perito agrónomo, profesor de agricultura, fue a las fraguas y talleres para encargar nuevos aperos por todo el entorno. Incluso, más aún, cuando en uno de aquellos primeros años sesenta los paisanos se enfrentaron con la empresa lechera asturiana que les recogía la leche por el bajo precio que les pagaba, declarando una huelga de entrega, fueron el director de otro Instituto Técnico cercano, el de Navia, y Ramón quienes colaboraron con ellos para adoptar una respuesta común y luego, comisionados por ellos, buscaron en las empresas catalanas y madrileñas una comercialización más ventajosa y con un mejor precio. Después de su viaje a Barcelona y Madrid y de las negociaciones allí mantenidas, la producción lechera de aquella zona se quedó en Asturias, pero la empresa asturiana tuvo que pagar más por ella a los campesinos.

A los nuevos alumnos del Instituto hubo que buscarlos en las escuelas y las caserías de las parroquias del Concejo de Tapia y de los vecinos, en la rasa litoral y en el monte, en contactos directos y prolongados con campesinos, pescadores y pequeños artesanos que llegan a conocer y, sobre todo, a confiar en Ramón hasta prescindir de la necesaria ayuda de sus hijos en el trabajo para dejarlos ir al Instituto.

Para hacer trabajo de campo como etnólogo, aquel tiempo y aquel lugar le ofrecen una oportunidad única. Sigue la vida diaria de aquella comunidad y recoge multitud de datos que luego usó en algunos de sus trabajos publicados y muchos otros inéditos aún. Es en estos años, de 1960 a 1964, cuando nacen sus tres hijos, Cristina, María y Ramón.

La dirección del Instituto le obliga a innumerables viajes a Oviedo, en los que consume muchas horas de entrevistas y gestiones en la delegación del Ministerio y la Diputación, pero en los que también conoce más y más profundamente Asturias.

En 1963, en la Cátedra Pío XII y el Seminario, da sus primeras conferencias en Oviedo: "La religión de los primitivos" y "Creencias de los pigmeos africanos". Por estas conferencias y la publicación española del manual de König se conocen Gustavo Bueno y Ramón. Muy pronto inician una etapa de trabajo en común en la Universidad y una relación personal que dura años y acaba influyendo de modo notable en el futuro de Ramón como profesor universitario. Es Bueno quien le invita a dar sus primeras conferencias en la Universidad de Oviedo, en el mismo año 1963, sobre "El tiempo en las religiones y en las mitologías del África negra" y "La ordalía", a las que seguirán otras muchas en los cursos sucesivos.

En el verano de 1965 pasan Gustavo Bueno y su familia una parte de sus vacaciones en Tapia y aprovechan ambos esta oportunidad para consumir muchas horas profundizando en los múltiples temas de interés que les unen. Es después de aquel verano cuando le ofrece a Ramón la posibilidad de incorporarse en la Sección de Historia de la Facultad como profesor de Etnología, contando con la buena acogida de Eloy Benito Ruano, entonces responsable de la Sección y que ya había conocido a Ramón Años antes en Madrid y lo valoraba. Una vez aprobada la propuesta por el claustro, se incorpora Ramón a la enseñanza universitaria en octubre de 1965. Todo el primer curso ha de compartir su tiempo y su trabajo entre las clases en el Instituto de Tapia y en la Facultad de Oviedo. El más difícil todavía se logra al coincidir el inicio de los ejercicios del concurso-oposición de Catedráticos Numerarios de Instituto, que le obliga a trasladarse unos días a Madrid, con el comienzo de curso en la Facultad de Oviedo. Por fin, superada la oposición, Ramón es ya Catedrático numerario, pero ... ¡en el Instituto de Enseñanza Media de Ribadavia (Orense)! Sólo un alarde de "ingeniería" administrativa, combinando tomas de posesión con permisos sin sueldo, comisiones de servicios o excedencias voluntarias, hace compatibles enseñar en la universidad y procurar la subsistencia de la familia.

En 1966 es nombrado Profesor Adjunto de Antropología y Etnología en la Facultad y se trasladan a Oviedo. El Departamento de Filosofía de su Universidad era entonces un centro vivo y polémico gracias al valor intelectual y al éxito del trabajo entusiasta de Bueno. Los seminarios que imparten juntos ("Antropología y lógica", "Lenguaje y cultura" y "Análisis estructural del mito", de 1966 a 1970), así como los que cada uno de ellos dio por separado (en el caso de Ramón: "Dimorfismo sexual", "Nueve lecciones de Antropología"), han sido recordados en muy diferentes ocasiones años más tarde por algunos de sus alumnos, como Alberto Cardín, Aurora González, Xeni Uría, Ángela Castrillo o Amelia Valcárcel, y seguramente otros más, reconociendo la importancia que para sus intereses y trayectorias posteriores tuvieron. Otros departamentos de aquella misma Facultad, como el de Filología española, dirigido por Emilio Alarcos, el de Latín, por Carmen Codoñer, o el de Literatura, por Caso, hacían de ella una Facultad peculiar en "una universidad de provincias bajo el franquismo". Los despachos de Gustavo Bueno y Ramón, sobre el arco de la calle de San Vicente, estaban muy próximos y los alumnos se refugiaban en uno o en otro a trabajar libremente. La biblioteca era común, así como los ficheros, y hasta el uso de los libros "secretos" era compartido.

Ramón en estos años, además de sus clases y seminarios, atiende cuantas solicitudes le hacen para hablar, en lugares bien distintos, de los temas más diversos relacionados con la Etnología. Así acude, con otros profesores del Departamento de Filosofía de Oviedo, a la VII Convivencia de Filósofos Jóvenes de Montserrat (1970), en la que presenta una ponencia sobre "Sistemas de comunicación: aspectos antropológicos". Avanza con muchas dificultades en la redacción de su tesis doctoral: la falta de tiempo y la necesidad de renunciar a gran parte del material recopilado en París, Munich y Madrid contribuyen a desplazar su centro de interés. Han pasado muchos años, ha trabajado otros temas nuevos, más sugestivos para él entonces y que la relación mantenida con Gustavo Bueno y su quehacer en las clases y seminarios de aquel Departamento de Filosofía le han ido descubriendo. Aconsejado por Bueno, del material de mitología africana separa, no los mitos de la muerte, sino los de origen del mundo. Completando y corrigiendo, para su publicación, los antiguos trabajos de investigación sobre los misterios griegos, relaciona las teogonías hesiódica y órfica y el pensamiento presocrático con los temas de la mitología africana. Lee a Cornford, Vernant y Thomson. Las teorías de estos autores sobre el origen del pensamiento positivo en Grecia le descubren el que definitivamente será su nuevo tema de tesis: los conceptos etnológicos y el uso que de ellos hacen filólogos, historiadores y filósofos. Era necesario concluirla cuanto antes para urgir en la Facultad la convocatoria de una Agregaduría de Antropología y Etnología. El verano de 1970 Ramón se queda solo en Oviedo para acabar de redactarla. 

Tras la ruptura con Gustavo Bueno, Ramón continúa en la Facultad comprometido con sus clases hasta terminar el curso. Los alumnos del seminario de etnología se encerraron en él como nunca y siguieron trabajando. El apoyo de la Facultad a Ramón fue total: hubiera podido seguir en ella, pero desde un principio lo rechazó. El Decano, Álvaro Galmés, le propuso incluso dotar una cátedra de Etnología para el curso siguiente. Emilio Alarcos se ofreció para presidir el tribunal de la tesis doctoral, ya concluida, y Carmen Codoñer, que estaba en su cátedra de Salamanca desde aquel mismo año, para ser directora y gestionar la lectura en aquella Universidad contando con tres profesores compañeros suyos: Koldo Mitxelena, Francisco Jordá y Javier de Hoz. En enero de 1971, acompañado por alumnos y profesores amigos de Oviedo y por Cristina, defiende su tesis doctoral. Aquel sobresaliente cum laude fue mucho más que un mérito académico. Aquella solidaridad nunca se ha olvidado. 

Al volver de Salamanca, solicita el ingreso en la Enseñanza Media: se incorpora al Instituto de Villaviciosa y allí trabaja con gusto todo ese curso.Sin embargo, pronto se presentan otras oportunidades. Una primera, en la misma Universidad de Salamanca: no pudo ser. La segunda, en Cataluña, sí. En el mismo verano del 71, se entera Eduardo Ripoll Perelló, ya catedrático de Prehistoria y Arqueología de la Facultad de Letras de la Universitat Autonòma y también Vicedecano, de lo ocurrido a Ramón en la Facultad de Oviedo y de su abandono de la universidad.Se habían conocido durante la estancia de Ripoll en Oviedo como profesor agregado y recordaba bien el entusiasmo y la competencia de Ramón como etnólogo y profesor. Era precisamente el responsable junto con el entonces decano Federico Udina Martorell, de contratar los profesores necesarios en la Facultad: uno de ellos, el de Etnología. Le informa a Ramón de esta oportunidad y espera su respuesta que es, después de muy bien pensada, positiva. Un año más tarde, superadas todas las dificultades burocráticas y el correspondiente concurso, en septiembre de 1972, es contratado como profesor agregado interino de Antropología en la Facultad de la Universitat Autònoma.

Desde el primer momento, contó con la confianza y el apoyo de Eduardo Ripoll, Federico Udina y también de Pere Luis Font.

Dejar Asturias fue doloroso, pero hizo mucho más fácil la separación la compañía de un grupo de alumnos del seminario de Etnología de Oviedo que se vinieron con Ramón a Cataluña: unos a seguir trabajando con él, otros para terminar aquí sus licenciaturas. Todos fueron bien recibidos; algunos continúan aún aquí, aquí han nacido sus hijos y han escrito sus libros y aquí viven.

En su primer curso como profesor en Bellaterra tuvo Ramón 11 alumnos de Etnología y 4 de Historia de las religiones. Después de treinta y cinco años de trabajo, demasiados, la enseñanza de la antropología parecía estar bien consolidada. Los años de Ramón en la Autónoma fueron desde un principio de un trabajo sin tregua, de día y de muchas horas de la noche: las clases (que han ser buenas cada día, nunca ha dejado de intentarlo) las conversaciones con los alumnos, en el despacho de la Facultad o en casa, las publicaciones (el curso de la UNED, artículos, las traducciones para Siglo XXI), reuniones de antropólogos en Puertomarín con Carmelo Lisón y en donde conoce a Teresa San Román y Enrique Luque o en el Valle de los Caídos. Dirige la tesina de Aurora González Echevarría, la primera de los alumnos de Oviedo que se presenta en la Universitat Autònoma.

Se convoca la oposición de Profesor Agregado sólo dos años después de estar en la Autónoma. Se carga aún más de trabajo un tiempo sin ningún momento libre. La oposición fue difícil y superadas todas las dificultades (incluida la enfermedad de Franco, que temimos acabara suspendiéndola), Ramón es Agregado Numerario de Antropología cultural en noviembre e 1975. Por razones administrativas, ha de incorporase nuevamente al Instituto de Villaviciosa (Oviedo) hasta la toma de posesión en Bellaterra.

Cuando el 20 de noviembre de 1975 Franco muere, Ramón estaba en Oviedo y sus hijos, con Cristina, en Barcelona. Estos primeros años después de la muerte de Franco fueron, para la izquierda de nuestra generación y la de muchas promociones de alumnos, de esperanza: un tiempo nuevo.

Ramón, sigue trabajando con entusiasmo y demasiado, aún más, por encima ya de sus posibilidades para cumplir todos los compromisos adquiridos (siempre le ha costado demasiado negarse). Continúa la publicación de las traducciones hechas para Siglo XXI, comienza a dirigir las primeras tesis doctorales y, ya desde 1978, la Secretaría del COU. Esta última responsabilidad dura casi ocho años, la aprovecha para conocer mejor Cataluña: dos veces al año, o alguna más, cuando fue necesario, cruzaba el país de Norte a Sur y de Oeste a Este. Son muchas las comarcas y los pueblos que conoce para poder visitar todos los centros de COU cuyos alumnos debían hacer la selectividad en la Universitat Autónoma.

Prepara, para los trabajos de campo de los alumnos, una serie de diseños sobre medicina popular, la casa, la explotación campesina, industrias populares, santuarios catalanes o biografías. Durante el curso con grupos de alumnos o sólo con alguno de ellos se desplaza a los lugares en los que hacen trabajo de campo sobre antropología religiosa, económica o etnografías. Hasta en algunos meses de verano trabaja con ellos en Almería, en la Sierra de Filabres.

Transcurridos los años necesarios de servicio como Profesor Agregado accede a la cátedra en diciembre de 1982. No supone ningún cambio. Su trabajo es el mismo, igual que su entusiasmo y su dedicación a sus alumnos.

Se edita la enciclopedia de divulgación Las razas humanas, que Ramón dirige y coordina y para la que escribe 149 páginas. Colabora en varias obras con otros profesores y escribe entre otros artículos el de "Instituciones sociales", con María Valdés, para Perspectiva social.

En la segunda mitad de los 80 se preparan los planes de estudio de Antropología social y cultural. En la Universitat Autònoma son Teresa San Román, Aurora González Echevarría y Ramón los que emplean muchas horas de trabajo con reuniones en Barcelona y algunas en Madrid.

Desde 1987 y hasta 1991 es Director del Departamento: estaba aún integrado por las áreas de Ciencias y Técnicas Historiográficas, Prehistoria, Historia Antigua, Historia Medieval y Antropología. Cuatro años de gestión necesariamente complicada se superaron con esfuerzo, habilidad y muchas horas de trabajo.

Las tesis doctorales son cada vez más numerosas y requieren más dedicación. En febrero de 1990 presenta la suya Alberto Cardín. Ya estaba enfermo y sólo dos años más tarde, en enero de 1992, muere en Barcelona. Para Ramón fue muy doloroso. Durante muchos años la relación personal e intelectual de los dos, tan profunda y positiva, había llenado muchas horas.

Continúa trabajando con el mismo compromiso en sus clases y en sus relaciones con los alumnos, pero sí empieza a disminuir su actividad, las renuncias aumentan y algunos “nos” han sido ya inevitables. Por último, tribunales de oposiciones, comisiones de evaluación, seminarios, cursos de extensión universitaria, de doctorado, master, coloquios y conferencias completan su dedicación.

El 31 de diciembre de 1996 nace Celia Sales Valdés, la primera nieta de Cristina y Ramón, hija de dos alumnos muy queridos: Josep Sales Inglés y María Valdés Gázquez.

Su trabajo como profesor universitario ha llenado la vida de Ramón y, desde un momento indeterminado y casi de un modo inevitable, se ha ido adueñando de ella progresivamente. Después de treinta y cinco enseñando en la Universidad (1965-2000) y casi cincuenta (49, de 1951 al 2000) preparándose para serlo, es verdad que Ramón está cansado. Pero también es verdad, y él lo sabe y lo valora, que conserva el entusiasmo y el placer de enseñar, que conserva su capacidad de dudar, su capacidad inquisitiva, su curiosidad, su inquietud, que sigue siendo un agitador y un seductor intelectual todavía. Afortunadamente. Aún puede, creo, continuar aquella tarea que pretendía en su “Carta a mis alumnos de antropología” de mayo de 1976: “saber lo que sabemos, decirlo y usarlo”, “hablar de seres humanos a seres humanos”, comprometerlos como se siente comprometido, todavía.

Ramón Valdés del Toro

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Pàgina preparada per la Secció de Catalogació de la Biblioteca d'Humanitats
Durada de l'exposició: maig del 2000. Podeu fer comentaris.