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Joan Coromines (1905-2005) y la Filología Española

Gloria Clavería
Departament de Filologia Espanyola

Las consecuencias de la Guerra Civil y el consiguiente exilio de una parte de la población ha dejado huellas indelebles en la historia cultural e intelectual española del siglo XX. La vida y obra de Joan Coromines, un joven brillantísimo y de sólida formación en los años treinta, constituye un buen ejemplo de ello, pues resulta imposible comprender su producción y su contribución a la Filología Española al margen de las circunstancias políticas vividas en el siglo pasado.

El interés de J. Coromines por el estudio de la etimología, la dialectología, la toponimia y la antroponimia especialmente catalanas constituyó su investigación prioritaria desde los inicios de su carrera filológica: desde 1925 había empezado a reunir materiales de carácter toponímico y antroponímico para el Onomasticon Cataloniae (Duarte y Coromines 1990: 20); publicó su primer artículo («Etimologies araneses») en el Butlletí de Dialectologia Catalana (vol. XIII, 1925) y había continuado publicando monografías sobre etimologías y toponimia del catalán. En 1928 estuvo en Madrid para completar sus estudios de doctorado junto a Américo Castro y Ramón Menéndez Pidal, seguidamente leyó su tesis doctoral (Vocabulario aranés) que después publicó en Barcelona (1931). Entre 1928 y 1929 se trasladó a Zurich y, más tarde, a París con el fin de profundizar sus estudios al lado de maestros de la Filología Románica como Jacob Jud, Arnald Steiger, Oscar Bloch, Mario Roques, etc. Desde 1930 hasta el inicio del exilio en 1939 desarrolló distintas actividades entre las que cabe destacar su incorporación como secretario a las Oficinas Lexicográficas del Institut d'Estudis Catalans (IEC) con el fin de ordenar materiales dialectales; también participó en la elaboración del nomenclátor de los municipios de Cataluña (Llista de noms dels Municipis de Catalunya, Barcelona, 1933) y formó parte del Comité de Redacción del Butlletí de Dialectologia Catalana[1].

Esta prometedora actividad sufrió un revés importante cuando J. Coromines pasó la frontera el 7 de febrero de 1939, después de la derrota del ejército republicano, y se reunió días después con el resto de su familia en París; aquel mismo año se marchó a Buenos Aires y el mismo verano de 1939 se instaló como profesor en la recién fundada Universidad de Cuyo (Mendoza), lugar en el que permaneció hasta 1946; después se trasladó a la Universidad de Chicago de la que fue profesor hasta su jubilación (1967), momento en el que volvió definitivamente a Cataluña después de casi treinta años de exilio.

El objetivo fundamental de las líneas de investigación que acompañaron al sabio etimólogo durante toda su vida estuvo centrado en el estudio de su lengua materna, pero su enorme tenacidad y poder de adaptación a las adversas circunstancias que vivió explican que, ya antes de partir hacia América, tuviese cierta idea de cómo podía orientar allí su actividad. Ya en una carta dirigida a Francesc de B. Moll, fechada en Chatou, el 7 de julio de 1939, unos tres meses antes de partir con su familia hacia Argentina, barajaba el proyecto que años después se haría en realidad:

Il y a longtemps que je réunis des matériaux por faire un Dictionnaire étymologique de ma langue maternelle. J'en ai énormément. En même temps, j'ai pris des notes assez abondantes qui pourraient servir de base a une Dictionnaire étymologique espagnol. Il y a là une des lacunes les plus remarcables de la bibliographie espagnole et de la bibliographie espagnole. Si vraiment je passe quelque temps en Argentine je ferais peut-être ce Dictionnaire étymologique espagnol. Ce ne serais pas un ouvrage aussi complet ni aussi ambitieux que l'autre, ce serait quelque chose de pratique et plutôt brief, dans le genre du Dictionnaire roumain de Puşcariu. [... ...] ce n'est là qu'un projet (Ferrer i Pujadas 2000: 98).

Efectivamente, tal como han señalado Pascual y Pérez Pascual (2003: 506), «El exilio argentino obligó al joven filólogo a desviarse momentáneamente ― ¿cuánto puede durar un momento?― de su orientación hacia el catalán, para adentrarse por el estudio del español». El propósito fundamental de J. Coromines a finales de los años treinta pasa a ser la elaboración de un diccionario etimológico castellano en el invertirá casi quince años de su vida siguiendo un riguroso plan de trabajo; a pesar de ello le resultaba imposible olvidar el catalán, tal como reconoce en una carta enviada a Pompeu Fabra en 1944 (Ferrer y Pujades 1998: 47): «He estat preparant en aquests cinc anys un diccionari etimològic castellà, però al costat de cada cèdula castellana, en feia una o dues per a l'obra catalana paral·lela i d'altres que serviran per a totes dues»[2]. Se trataba, por tanto, solo de un aplazamiento que le permitió, al cabo de muchos años y en palabras de Veny (1999: 155), levantar «un colossal edifici de tres plantes, que, per la seva grandiositat, exigiria tres vides: 1) el diccionari etimològic castellà, 2) el diccionario etimològic català, i 3) l'Onomasticon Cataloniae».

Todo ello explica que, a pesar del interés por su propia lengua, se publicase en 1954-1957 la primera edición del Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana (4 vols. Madrid-Bern: Gredos-Francke), del que realizó más adelante una versión abreviada (Breve diccionario etimológico de la lengua castellana,  Madrid: Gredos, 1961) y una segunda edición en la que contó con la colaboración de J. A. Pascual (Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, 6 vols., Madrid: Gredos, 1980-1991). Esta segunda edición se publicó a la par que la primera edición del anhelado Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana (9 vols., Barcelona: Curial-'La Caixa', 1980-1991).

El español cuenta desde entonces con un excelente diccionario etimológico que integra todo el léxico de la lengua, un diccionario con unas características un tanto peculiares y muy novedosas en el momento de la primera edición; no en vano el Diccionario fue fruto de una reflexión teórico-metodológica importante y de un intenso trabajo de preparación, tal como puede percibirse por el prólogo de la obra y por las cartas en las que explica esta cuestión a Ramón Menéndez Pidal. Veamos los aspectos más destacables:

a)      Nomenclatura y estructuración del Diccionario.  Uno de los rasgos más encomiables de la obra es el hecho de considerar el léxico entero del español. Ya en la «Introducción» del Diccionario expone Coromines de manera clara el objetivo de su obra: «ofrecer una doctrina coherente y completa respecto a todo el vocabulario castellano, tal como lo juzgamos hoy, de acuerdo con los conocimientos actuales de la romanística» (DCECH, XXII); cada una de estas palabras es fundamental: sobresalen los adjetivos coherente y completa para referirse al vocabulario, algo muy difícil de conseguir en esta parte de la lengua, y también el hecho de integrar su investigación dentro del amplio marco de la lingüística románica[3].

Coromines supo encontrar un inteligente equilibrio entre su interés por considerar todo el léxico de la lengua y las energías y medios inevitablemente limitados de un esfuerzo estrictamente individual. La desigualdad de fuerzas se solventa con la estructuración un tanto particular de su obra: el Diccionario está formado por unos 9.000 artículos encabezados por un lema español estudiado con mayor o menor profundidad. En torno a cada una de las monografías de las que se compone el diccionario aparecen agrupados según criterios de familia etimológica el resto de palabras del léxico del español hasta llegar a las 47.000 vocablos tratados o simplemente citados[4] en los apartados de DERIVADOS (DERIV.) Y COMPUESTOS (CPT.). Cada palabra ocupa, así, su puesto en el diccionario[5].

b)      Primera documentación. Los diccionarios etimológicos de J. Coromines proporcionan este dato para todas las palabras que figuran como entradas en ellos y para un importante número de las voces que aparecen en los apartados de DERIVADOS y COMPUESTOS. Ya en la larga carta remitida a R. Menéndez Pidal en la que Coromines le exponía las bases metodológicas del DCELC se refería a este aspecto. Señalaba Coromines que el Diccionario contendría «la fecha de primera documentación del vocablo, pero con carácter enteramente provisional» (Pascual y Pérez Pascual 2003: 515), un adjetivo que vuelve a repetir en el prólogo del DCELC y del DCECH en el que deja claro el valor relativo que otorga a este dato en algunas ocasiones: «Lo incompleto de esta documentación no significa nada para la historia del vocablo, pero será útil para los que me sigan  -- lexicógrafos académicos o rastreadores particulares -- que les señale lo incompleto de la documentación disponible, mostrando así dónde hacen más falta las futuras pesquisas» (DCECH, XVII).

c)       Contenido del Diccionario: El aspecto realmente importante de la obra lexicográfica de J. Coromines se halla en su contenido. El Diccionario fue producto de un planificado y exigente «programa de trabajo», en palabras del mismo Coromines (Pascual y Pérez Pascual 2003: 517). Se inició con el «esquilmo» de datos de revistas especializadas y todo tipo de obras, primero en Argentina y más tarde en los Estados Unidos. Desde principios de 1947 comenzó con la redacción del Diccionario, tarea que le ocupó de manera absorbente hasta finales de 1951[6]. Como ha señalado Solà (2005: 23), se trata de un «buidatge sistemàtic d'una quantitat increïble d'obres i revistes: el lector té a les mans tot el que s'havia escrit abans de Coromines»[7]. No sorprende, pues, que el Diccionario sea un depósito riquísimo de datos de todo tipo (etimológicos, cronológicos y documentales, fonéticos, morfológicos, sintácticos, semánticos, dialectales y, en suma, filológicos) y ello se explica en parte porque su autor creía firmemente que su diccionario etimológico no debía ser «esquemático» como lo eran otros. Coromines partía de que la etimología debía sustentarse en la historia de la palabra y la base de esto, desde el punto de vista teórico-metodológico, se hallaba en la argumentación que se constituye uno de los fundamentos de quehacer etimológico de Coromines (Echenique (1990 y 1999), Prat Sabater (2003 y en prensa)).

En la amplitud del contenido de su obra, hay que considerar el significativo cambio en el título de la segunda edición en la que lengua castellana se amplía en castellano e hispánico. Además de las ricas informaciones sobre el catalán, del «contrabando» catalán en palabras del propio Coromines[8], el Diccionario es rico en informaciones de gallegoportugués y, muy especialmente, de vasco (Henríquez (1999), Echenique (1999)).

El DCELC, primero, y el DCECH, más tarde, se han constituido en verdaderas obras de referencia de la Filología Española. Han servido de punto de partida de cualquier investigación del español, especialmente, de carácter etimológico e histórico. Su importancia, además, se ha visto acrecentada por la inexistencia de un diccionario histórico completo para el español y  puede medirse en la ingente cantidad de reseñas y adiciones a las que ha dado lugar[9], algo ya previsto por el autor como una forma natural de avance del conocimiento científico, en este caso del conocimiento etimológico. Las hipótesis etimológicas, profundamente expuestas y argumentadas, son fácilmente contrastables. Los datos cronológicos y documentales que atesora el Diccionario constituyen un corpus de documentación inicial y básico que en la actualidad resulta fácilmente mejorable con los medios de que se dispone en la era de las nuevas tecnologías. Las informaciones lingüísticas, dialectales y filológicas son amplísimas y encierran múltiples pistas para la investigación.

No hay que olvidar, además, que J. Coromines es autor de una preciosa edición del Libro de Buen Amor (Madrid: Gredos, 1967), profusamente anotada y que constituye un hito importante en la historia de la edición de este importante e intrincado texto de la literatura española medieval (Blecua 1992: LVI, Blecua 1999) .

Hoy, cien años después del nacimiento de nuestro gran etimólogo, su obra lexicográfica castellana no puede ser juzgada al margen de las circunstancias y el momento en la que fue elaborada, a pesar de ello continúa siendo una obra no superada, que ha hecho avanzar la lexicografía histórica del español tanto con sus inevitables errores y limitaciones como con sus grandes aciertos. No en vano, en palabras de J. A. Pascual (DCECH, IX), es una obra que «da mucho más de lo que promete».

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Obras de Joan Coromines

Corominas, Joan (1972): Tópica Hespérica, 2 vols., Madrid: Gredos.

BDE: Corominas, Joan (1961), Breve diccionario etimológico de la lengua castellana (BDE), Madrid: Gredos.

DCELC: Corominas, Joan (1954-1957), Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, 4 vols., Madrid-Bern: Gredos-A. Francke A. G.

DCECH: Corominas, Joan, y José Antonio Pascual (1980-1991), Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (DCECH), 6 vols., Madrid: Gredos.

DECat: Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana, 9 vols., Barcelona: Curial-'La Caixa', 1980-1991.

Ruiz, J., Libro de Buen Amor, edición crítica de Joan Corominas, Madrid: Gredos, 1967.

Otras obras

Blecua, A. (1992): edición de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de buen amor, Madrid: Cátedra.

Blecua, A. (1999): «Joan Coromines, editor del Libro de buen amor», en Solà, J. (ed.), L'obra de Joan Coromines, Sabadell: Fundació Caixa de Sabadell, 133-143.

Blecua, J. M., y G. Clavería (1999): «La lexicografía castellana, antes y después de Coromines», en Solà, J. (ed.), L'obra de Joan Coromines, Sabadell: Fundació Caixa de Sabadell, 29-43.

Duarte, C., y A. Coromines (1990): «Perfil biográfico de Joan Coromines», en Joan Coromines. Premio Nacional de las Letras Españolas 1989, Barcelona: Anthropos-Ministerio de Cultura, 13-30.

Echenique, Mª T. (1990): «Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana. Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico», en Dónoan et al., Joan Coromines: Premio Nacional de las Letras Españolas 1989, Barcelona-Madrid: Anthropos-Ministerio de Cultura. Centro de las Letras Españolas, 55-70.

Echenique, Mª T.  (1999): «La lengua vasca en la obra de Joan Coromines», en Solà, J. (ed.), L'obra de Joan Coromines, Sabadell: Fundació Caixa de Sabadell, 211-219.

Ferrer, J., y J. Pujadas (eds.) (2002): Epistolari Joan Coromines & Carles Riba, Próleg de J. Medina, Barcelona: Fundació Pere Coromines.

Ferrer, J., y J. Pujadas (eds.) (1998): Pompeu Fabra i Joan Coromines. La correspondencia dels anys de l'exili, Barcelona: Fundació Pere Coromines.

Ferrer, J., y J. Pujadas (eds.) (2000): Epistolari Joan Coromines-Francesc de B. Moll, Próleg d'Aina Moll, Barcelona: Fundació Pere Coromines.

Henríquez, Mª do C. (1999): «As fontes galego-portuguesas no Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico», en Solà, J. (ed.), L'obra de Joan Coromines, Sabadell: Fundació Caixa de Sabadell, 221-230.

Pascual, J. A., y J. I. Pérez Pascual (2003): «La pasión por la etimología. Crónica del Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas», Lexicografía y lexicología en Europa y América. Homenaje a Günther Haensch en su 80 aniversario, Madrid: Gredos, Valencia: Biblioteca Valenciana-Generalitat Valenciana, pp. 509-535.

Prat Sabater, M. (2003): Préstamos del catalán en el léxico español, tesi doctoral, Bellaterra: Universitat Autònoma de Barcelona. Versió digital: http://www.tesisenxarxa.net/TDX-1114103-150818/.

Prat Sabater, M. (en prensa): «La influència del català en el lèxic castellà: visió diacrònica», Llengua & Literatura.

Pujadas i Marquès, J. (1999): «Notes biogràfiques de Joan Coromines», », en Solà, J. (ed.), L'obra de Joan Coromines, Sabadell: Fundació Caixa de Sabadell, 231-248.

Rusinés, E. (1999): «Crítica Internacional De L'obra De Joan Coromines», en Solà, J. (ed.), L'obra de Joan Coromines, Sabadell: Fundació Caixa de Sabadell, 169-168.

Solà, J. (ed.)  (1999): L'obra de Joan Coromines, Sabadell: Fundació Caixa de Sabadell.

Solà, J. (2005): «Joan Coromines: el savi, el gegant, la persona», Serra d'Or, nº 542, febrer 2005, 23-25.

Várvaro, A. (1999): «Joan Coromines y la lingüística románica», en Solà, J. (ed.), L'obra de Joan Coromines, Sabadell: Fundació Caixa de Sabadell, 17-27.

Veny, J. (1999): «Joan Coromines i la dialectologia catalana», en Solà, J. (ed.), L'obra de Joan Coromines, Sabadell: Fundació Caixa de Sabadell, 155-168.



[1] Para las actividades desarrolladas en estos años, vid. Pujadas i Marqués (1999: 231-248, especialmente 232-234).

[2] De hecho, las  huellas de esta metodología son claramente palpables en el DCELC y el DCECH, en los que en la abreviatura DECat. se puede leer «con esta sigla se remite al Diccionari Etimològic i Complementari de la Llengua Catalana, que el autor de este libro tiene en preparación avanzada» y en los que la remisión a este diccionario no es rara.

[3] Vid. sobre esta cuestión Várvaro 1999.

[4] Se descubren más de 15.000 palabras que aparecen en el apartado de derivados y compuestos etimológicos de un lema, pero de las que no se proporciona ningún tipo de información. También hay, por supuesto, algunas pistas perdidas, algo completamente comprensible en un diccionario elaborado de manera casi artesanal.

[5] Este aspecto ha sido bastante discutido por la crítica, vid. Echenique 1990: 61-62, Péllen , Rusinés 1999: 175-176. También constituyó una novedad el hecho de que la nomenclatura del Diccionario estuviese constituida por las formas españolas y no por las formas etimológicas.

[6] Estos datos pueden extraerse de las cartas enviadas a Ramón Menéndez Pidal (Pascual y Pérez Pascual 2003).

[7] En una carta remitida a Carles Riba en febrero de 1949 (Ferrer y Pujadas 2002: 64) reconoce haber reunido más de 200.000 cédulas para el Diccionario.

[8] Utiliza esta expresión en una carta remitida a Carles Riba durante la redacción del DCELC (16 de febrero de 1949, Ferrer y Pujadas 1942: 64): «el «contraban» català que passo en aquest llibre és molt fort: són innombrables els articles com aquests on, sota el pretext del castellà estancar o esqueje, estudio en realitat les paraules catalanes tancar i esqueixar; l'aportació catalana a la civilització de tota la Península i de tota la Romànica, resulta fortíssimament subratllada a través d'aquesta obra».

[9] Sobre esta cuestión puede consultarse Rusinés (1999) y puede encontrarse una lista de reseñas en Blecua y Clavería (1999).

 


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