El artÃculo analiza la equidad en la educación superior en México, un tema muy trabajado en décadas pasadas, que en la actualidad recupera su importancia en un escenario de profundas y persistentes desigualdades sociales y educativas.
Pese a las polÃticas dirigidas a democratizar este bien público, el sistema educativo sigue excluyendo a miles de jóvenes provenientes de sectores de pobreza y a otros tantos no les brinda la atención adecuada. En este marco, el tema requiere más trabajo y profundización, tanto teórica como normativa con base empÃrica, para orientar el diseño de polÃticas dirigidas a revertir de manera efectiva la desigualdad educativa e impactar en un mayor desarrollo social.
En primer lugar en el texto se examinan las polÃticas de equidad implementadas en México. Se advierte que los responsables del sector educativo tienen un limitado manejo conceptual de la equidad reducido a la ampliación del acceso a la educación superior. Esto denota un interés por facilitar el ingreso al sistema, especialmente para jóvenes provenientes de sectores desfavorecidos social y económicamente, pero esto sólo es un primer paso.
En este sentido, la autora propone una nueva conceptualización de la equidad educativa fundamentada en un principio de justicia social que contempla: el acceso efectivo, la compensación de desigualdades, la permanencia y la obtención de resultados significativos. La propuesta recupera las orientaciones medulares de importantes teóricos, principalmente, de Sen, Latapà y Roemer, haciendo notar que la definición y operacionalización de la equidad educativa exige pensar no sólo en cómo la escuela debe abrir las puertas, sino también en cómo debe atender el proceso que se inicia con el ingreso de los estudiantes y que prosigue hasta conseguir resultados significativos personal y socialmente. También enfatiza en la necesidad de compensar las desventajas socio-económicas y culturales acumuladas por los jóvenes.
De esta forma, la autora cuestiona el criterio meritocrático como una métrica justa de distribución y propone la instrumentación de acciones compensatorias y acciones afirmativas. En cuanto a la permanencia, señala que las estrategias e instituciones creadas para atender a la población antes excluida no siempre cumplen con los requisitos de calidad indispensables –infraestructura, profesores, bibliotecas, tecnologÃa y, sobre todo, prácticas de enseñanza relevantes- para atender las necesidades particulares asociadas con el bajo nivel cultural que poseen los jóvenes más pobres. Enfrentar estos problemas pasa por generar polÃticas de equidad que garanticen la justa distribución de la educación superior reconociendo las desventajas de amplios sectores de la población joven y atendiendo proporcionalmente sus necesidades.
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