REDES- Revista hispana para el análisis de redes sociales
Vol.18,#13, Junio 2010
http://revista-redes.rediris.es

El poder por cambios a través de Netdoms vía el lenguaje indéxico y reflexivo

 

Jorge Fontdevila[1], Department of Sociology, California State University Fullerton

Harrison C. White, Department of Sociology, Columbia University

Abstract

In differentiated societies with far-reaching yet fragmented social networks, the ability to manage pervasive ambiguity is crucial to navigate domination orders. In this paper we contend that identities, to enhance their control through switchings across networks and domains (netdoms), manage growing ambiguity via language’s reflexive and indexical features. We elaborate on several features—metapragmatics, heteroglossia, and poetics—and assert that they are seldom innocent performances to build consensus in the reproduction of social orders. On the contrary, language is inherently implicated in relations of domination. We then argue that metapragmatic control of stories acquired in countless netdom switchings leads to strong footings that secure resources and opportunity; that rhetorics that include rich heteroglossic voicing via structural holes generate stories that can be reflexively transposed to other institutional arenas; and that poetic control of speech styles may transform identities into power-law constellations with robust footing that decouple into prisms to preserve quality. Our goal is to twofold: First, to show that the reflexivity and indexicality of language emerges from myriad switchings across netdoms; and second, to demonstrate that reflexive and indexical language is critical to identities’ struggles for control—of footing and domination—via their switchings across rapidly polymerizing netdoms.

 

Key words: Identity, Social Network, Indexicality, Power, Language.

Resumen

En sociedades diferenciadas con redes sociales de largo alcance pero fragmentadas, la habilidad de manejar la ambigüedad es crucial para navegar órdenes dominantes. En este artículo sostenemos que las identidades, para aumentar su control a través de cambios de redes y dominios (netdoms), manejan una ambigüedad creciente a través de las propiedades indéxicas y reflexivas del lenguaje. Explicamos varias propiedades—metapragmática, heteroglosia y poética—y afirmamos que éstas rara vez constituyen actuaciones inocentes de creación de consenso en la reproducción de los órdenes sociales. Al contrario, el lenguaje está inherentemente implicado en relaciones de dominación. Así, argumentamos que el control metapragmático de historias adquiridas en incontables cambios de netdoms conduce a posiciones firmes que aseguran recursos y oportunidades; que las retóricas que incluyen fértiles voces heteroglósicas a través de agujeros estructurales generan historias que se pueden transponer reflexivamente a otras arenas institucionales; y que el control poético de estilos lingüísticos puede transformar identidades en leyes potenciales con posiciones que se desacoplan en prismas para preservar su calidad. Nuestra meta es doble: primero, mostrar que la reflexividad e indexicalidad del lenguaje emergen en multitud de cambios a través de netdoms; y segundo, demostrar que el lenguaje indéxico y reflexivo es crítico en las luchas de las identidades por el control—de posiciones y dominación—a través de cambios de netdoms que se polimerizan rápidamente.

 

Palabras Clave: Identidad, Red Social, Indexicalidad, Poder, Lenguaje.

 

Introducción  

En sociedades diferenciadas con redes sociales de largo alcance pero fragmentadas, como en las sociedades post-industriales, la habilidad de manejar y sostener una ambigüedad omnipresente en las interacciones cotidianas es crucial para poder navegar los órdenes dominantes. Las identidades —desde individuos hasta organizaciones— luchan por controlar reflexivamente exigencias contradictorias y de desacoplamiento a través de cambios de redes y dominios interpretativos (en lo sucesivo netdoms[2]). A veces determinadas posiciones interactivas fuertes u otras ventajas competitivas pueden emerger al barajar con éxito (si bien temporalmente) varios marcos interpretativos inconexos durante los cambios de netdoms. Además, para poder manejar la ambigüedad y contradicción crecientes de netdoms que se polimerizan rápidamente los actores sociales utilizan hábilmente la insinuación y el lenguaje indirecto. Así, las complejidades crecientes de netdoms en las sociedades contemporáneas parecen desarrollarse en conjunción con actuaciones meta-comunicativas cada vez más virtuosas que pueden redefinir las expectaciones mutuas, siempre volátiles e impredecibles (e.g., lugares de trabajo con riesgos de reducción de plantilla, mercados laborales con tendencias caprichosas, incertidumbres en las relaciones de género, interacciones multiculturales cotidianas a un ritmo vertiginoso). Nosotros, en el siglo XXI, habitamos mundos que se sustentan por efímeras artes de epoché fenomenológicas a través de cambios rápidos de configuraciones de netdoms.

Lenguaje, Significado y Control

El lenguaje es singular por su capacidad reflexiva. El lenguaje se usa para hablar de si mismo, para describir su propia estructura y usos, para informar directa e indirectamente sobre las expresiones de otros hablantes, para indicar el rol cambiante de quien habla y para etiquetar la existencia mutable de entidades convencionales a través del uso de los llamados nombres propios. En todas estas instancias, y a través de su reflexividad omnipresente, el lenguaje mismo sirve de guía a los interlocutores para poder interpretar y definir con sentido sus expresiones lingüísticas.

El lenguaje también se utiliza para indicar (“indexicar”): por ejemplo ciertos aspectos del contexto o del evento narrativo. Un momento decisivo en el conocimiento del enfoque reflexivo y contextual del lenguaje fue cuando Peirce (1931) puso de relieve la dimensión indéxica del signo lingüístico. Los índices lingüísticos, a diferencia de los símbolos referenciales, no representan cosas pero señalan al mundo para crear o reproducir los contextos sociales en los que son expresados.

En este artículo sostenemos que algunas identidades, para aumentar su control ante las exigencias de netdoms cambiantes y de rápidos desacoplamientos, contextualizan y manejan la ambigüedad y contradicción crecientes a través de las características reflexivas e indéxicas del lenguaje. Otro artículo (Godart y White 2010) sugiere que una ambigüedad alta de contexto socio-cultural puede inducir un proceso sincopado de auto-reproducción, un estilo que llega a conformar los rasgos del lenguaje. Un tercer artículo (Mohr y White 2008) muestra como formaciones socio-culturales disciplinadas y de varios niveles pueden estabilizarse entorno a determinadas instituciones de significado.

El significado, más que residir en la semántica, emerge reflexivamente entre las gramáticas y el trabajo duro e interactivo de los interlocutores al esforzarse en enmarcar de forma indéxica sus situaciones en el curso del habla. El significado del lenguaje es pues un logro interactivo de identidades que buscan el control, y de ese modo, argumentamos, inducen y reproducen patrones de poder.

Índices

Desde locativos temporales o espaciales (e.g., esto, eso, ahora), pronombres personales (e.g., yo, tú, ellos) y tiempos verbales, hasta la alternancia de códigos (code-switching), cambios de registros profesionales, estilos de humor o tonos de voz, etc., los índices anclan el código lingüístico en contextos reales de uso, haciendo que el lenguaje sea plenamente operacional durante la práctica comunicativa. Según Silverstein (1976), los índices pueden clasificarse a lo largo de un continuo definido por dos dimensiones analíticas. En una dimensión los índices se pueden colocar en función de si muestran más o menos rastros de contenido semántico o referencial. Por ejemplo, en un cierto sentido los locativos indéxicos “esto” y “eso” reflejan un contenido semántico rudimentario acerca de relaciones proximales y distales con el mundo, a pesar de que sus significados “cambien” a través de los diferentes contextos pragmáticos. En la otra dimensión, los índices se pueden clasificar de acuerdo al grado con el que su uso pragmático presupone (refleja) o realiza (crea) el contexto extra-lingüístico que está siendo señalado. Así cuando varios compañeros de trabajo se explican alguna tarea usando slang o lenguaje informal y de pronto revierten a un lenguaje técnico porque se dan cuenta de que su jefe esta lo suficientemente cerca como para oírlos, el cambio de registro refleja o presupone relaciones de trabajo institucionalizadas a través de la indexicalidad del registro técnico apropiado. Sin embargo, si varios de los compañeros continuaran usando un registro informal delante de su jefe podrían surgir nuevos alineamientos creativos y retos a la autoridad que posiblemente requerirían aun más negociaciones entre todas las jerarquías implicadas[3].

Los índices no sólo presuponen o reflejan el contexto social sino que también pueden crear los tipos de relaciones sociales implicadas en una interacción. Por ejemplo, al cambiar el trato de “usted” a “tu” con un conocido, uno puede crear un contexto de familiaridad que a su vez puede traer consigo nuevas re-alineaciones en la relación. Muchas lenguas, como por ejemplo el javanés, incluyen índices complejos de deferencia y estatus que pueden señalar o crear diferencias de estatus en el acto a través de la alternancia estilística de opciones léxicas distintivas y variaciones gramaticales (Geertz 1960; Uhlenbeck 1970; Irvine 1985). En resumen, los índices son elementos o estrategias lingüísticas más o menos codificadas que trazan los parámetros contextuales de las interacciones extra-lingüísticas, a su vez señalando o constituyendo el tipo de relaciones sociales implicadas en la interacción (Fontdevila 2010.

Indexicalidad Reflexiva

A raíz del gran avance intelectual de Pierce, otras tradiciones importantes también han explorado la capacidad indéxica del lenguaje para crear y enmarcar el contexto social: así desde la función metalingüística y metapragmática del discurso (Jakobson 1960; Volosinov 1973; Bakhtin 1981; Silverstein 1976, 1993), la metacomunicación (Bateson 1985; Goffman 1974, 1981; Gumperz 1982, 1992a; Hymes 1964, 1972), hasta los relatos explicativos de la fenomenología durante la interacción social (Schutz 1970; Garfinkel 1967; Sacks, Schegloff, y Jefferson 1974; Cicourel 1985), nos encontramos con una abundancia de conceptos y herramientas analíticas —indexicalidad, posicionamientos interactivos firmes (footing), marcos interpretativos, señales de contextualización, estrategias y marcadores discursivos, estilo indirecto, voz, performatividad, narrativa y eventos narrados, dialógico, heteroglosia, función poética, etnopoética, inserciones (embeddings), marcos de participación, audiencias, principal, originador, públicos primarios y secundarios. Todos estos conceptos resaltan la capacidad que tienen los participantes de una interacción lingüística de indicar niveles múltiples de señales de contextualización, tanto de forma deliberada como involuntaria, que crean o reproducen marcos interpretativos anidados jerárquicamente entre sí para su mutuo entendimiento. A continuación explicamos con detalle varias de estas herramientas analíticas, antes de centrarnos más específicamente en los patrones de poder.

Metapragmática

Las actividades reflexivas ocurren continuamente en la interacción social para indicar y estructurar las prácticas lingüísticas y significativas en curso. Silverstein (1976), siguiendo las ideas de Jakobson sobre la ubicua función metalingüística (lenguaje sobre el lenguaje, sobre el código lingüístico), afirma que la mayoría de las capacidades reflexivas del lenguaje son esencialmente metapragmáticas, es decir, la mayor parte de las actividades metalingüísticas no giran entorno a la comprensión semántica sino fundamentalmente entorno al uso pragmático del lenguaje durante la interacción. De esta forma, aquellas partes de un meta-lenguaje que conciernen a la semántica —afirmaciones metasemánticas sobre verdades proposicionales, glosas y glosarios, y traducción entre lenguas—son sencillamente subcasos especiales de una función metapragmática más general y omnipresente del lenguaje. Algunos ejemplos claros donde la función metapragmática del lenguaje es expresada de forma indéxica por sus hablantes son: “…¡no te atrevas a usar ese tono conmigo!,” “Ay, no me llames señor, me puedes llamar por mi nombre de pila,” “Tuve cuidado en utilizar un lenguaje cortés para evitar más tensiones,” o “mi invitado se pasó cuando dijo: ‘¿me puedes pasar la sal, por favor? ¡Seria absolutamente maravilloso!’” Nótese que cuando el lenguaje es utilizado para hablar de lenguaje también se utiliza para negociar o redefinir las posiciones relativas de todos los interlocutores implicados en el marco de participación. Así, nos podemos imponer metapragmáticamente a un interlocutor al usar un imperativo directo con sus costes asociados (e.g., Repito: ¡CIERRA la ventana!), o podemos indicarle de forma indirecta el mensaje metacomunicativo que respetamos su autonomía de actuar de forma contraria (e.g., hace un poco de frío aquí dentro, ¿por casualidad está esa ventana rota?). Con varios niveles de consciencia, siempre utilizamos el lenguaje metapragmáticamente, es decir reflexivamente, al cultivar nuestros lazos sociales.

Además, cuando algunos hablantes se desvían de las formas tácitas de uso de una lengua (e.g., desviaciones de registro formal durante un pacto corporativo), otros pueden indicar su malestar a través de un “ataque metapragmático” (e.g., ¡mantengámonos profesionales y dejemos los chistes para después!) para poder volver al tipo de relaciones sociales previamente establecidas (Jacquemet 1994, 1996 para ataques metapragmáticos). En resumen, los hablantes de una interacción no decodifican de forma pasiva sus expresiones contra un telón de fondo de contextos culturalmente reificados, sino que utilizan sus interacciones lingüísticas cara a cara como índices metapragmáticos para organizar y crear sus propios contextos interpretativos cambiantes.

Heteroglosia

Un corpus importante de investigación que trata de los procesos mismos que tienen lugar cuando el lenguaje se utiliza de forma reflexiva para hablar de si mismo proviene de la tradición Bakhtiniana de estudios literarios. Después de la revolución rusa de 1917, Bakhtin y su círculo (Bakhtin 1986, 1981, 1983, 1984; Volosinov 1973), basándose en el joven Marx de la filosofía de la praxis, lanzaron una crítica definitiva al concepto de Saussure del lenguaje como un sistema semiótico abstracto apartado de la práctica social. Según Volosinov, “el lenguaje adquiere vida y evoluciona históricamente… en la comunicación verbal concreta, y no en el sistema lingüístico abstracto de las formas del lenguaje, ni tampoco en la psique individual de los hablantes” (1973:95). Esta escuela rusa se opuso con fuerza a la “expresión monológica aislada,” y su recepción pasiva, y en su lugar propuso la idea de que las expresiones lingüísticas se organizan dialógicamente. Por dialógico, estos intelectuales se referían a que el lenguaje, lejos de ser un medio abstracto y autocontenido, está típicamente insertado en una matriz social compleja donde la producción de tan sólo una expresión aislada es ya una yuxtaposición de “voces” múltiples o puntos de vista diferentes que provienen—y que invocan—esferas de vida social y cultural diferentes y alternativas. Esta voz heterogénea o heteroglosia se manifiesta a través de la expresión del hablante por la interpenetración de varias “consciencias” sociales, las cuales no se objetivizan entre ellas sino que coexisten en una especie de fértil dialogo heteroglósico (Bakhtin 1981, 1984).[4]

Direccionalidad (Addressivity). Además, una característica constitutiva de todas las expresiones lingüísticas es que anticipan el entendimiento activo, más que pasivo, de otra persona. En otras palabras, las expresiones tienen una cierta direccionalidad construida dentro de sí. El destinatario puede ser un participante específico o una audiencia abstracta, incluida la conversación interna e imprecisa del “yo-otro.” Según Bakhtin, “tanto la composición y, en particular, el estilo de la expresión depende de aquellos a los cuales se les dirige la expresión, de cómo el hablante siente e imagina a sus destinatarios, y la fuerza de su efecto en la expresión. Cada género discursivo en cada área de la comunicación verbal tiene su concepción típica de su destinatario, y eso lo define como género” (Bakhtin 1986:95). En otras palabras, es la orientación del hablante hacia clases diferentes de destinatarios o audiencias la que conforma y define las expresiones como manifestaciones representativas de varios estilos o géneros discursivos. Así, la oración completa y el vocabulario como unidad lingüística de pensamiento carecen de expresividad comunicativa real per se, ya que sólo la expresión enunciada se constituye con el entendimiento práctico del otro(s) en el horizonte y por ello puede provocar un respuesta comunicativa activa. En resumen, para Bakhtin y su escuela la expresión (utterance) es la unidad real de comunicación verbal, capaz de coordinar destinatario y hablante para llevar a cabo las tareas de lo social.

Gramática. Para esta tradición literaria rusa, la gramática y el estilo, aunque analíticamente distintos, no se pueden reducir mecánicamente el uno al otro y deberían combinarse “orgánicamente” al ser estudiados. Desde este punto de vista, cualquier decisión gramatical es en última instancia un acto estilístico. Y cualquier acto estilístico, a su vez, está influenciado o regulado por el repertorio de patrones que han asumido forma y función gramatical en la lengua a través de diferentes períodos de tiempo. En otras palabras, los cambios en el lenguaje siempre ocurren en el límite entre la gramática y el estilo. Un límite que es fluido y ambiguo “por el modo mismo de existencia del lenguaje, donde simultáneamente algunas formas están experimentando procesos de gramaticalización mientras otras están experimentando procesos de desgramaticalización” en la elección selectiva de estilos y géneros específicos apropiados a la situación social (Volosinov 1973:126). Solamente al analizar la expresión verbal como una forma expresiva de variedades tipificadas de géneros discursivos que convergen y divergen en sus gramáticas y estilos de acuerdo con la pragmática de la vida social puede llegar a ser entendido la totalidad del fenómeno lingüístico.

Insertando estilos directos e indirectos. Un tema significativo de investigación llevado a cabo por el círculo de Bakhtin ha sido en el área de los estilos directos e indirectos del discurso conversacional y literario, y el potencial reflexivo que existe al enmarcar eventos y voces cuando una expresión se inserta dentro de otra (Volosinov 1973). Todas las lenguas tienen verbos declarativos (verbum dicendi), como “ella dijo…,” o “el preguntó…,” entre otros, los cuales se pueden utilizar de forma metapragmática para enmarcar e informar sobre otros eventos discursivos que ocurren en otros tiempos y lugares. Dos estilos prototípicos, el directo y el indirecto, pueden ser manipulados para lograr una variedad de fines sociales. Por una parte, una cita directa entre comillas (e.g., él dijo: “¡estoy harto de tu actitud!”) está indéxicamente anclada en el evento narrado y no tiene ninguna conexión con el evento narrativo—el agente o el tiempo del evento narrado es diferente del narrador o del evento que lo narra. Por otra parte, el estilo indirecto (e.g., “él dijo que le disgustaba su actitud”) está indéxicamente anclado en el evento narrativo y por ello el enunciado indirecto debe de relacionarse formalmente con el evento que lo narra a través de reglas gramaticales de concordancia. Si bien las sutilezas de estos recursos lingüísticos reflexivos no pueden ser exploradas aquí, baste mencionar que el estilo directo se puede utilizar para transmitir una objetividad vívida y con autoridad al evento narrado al diluir la responsabilidad del agente narrador, mientras que el estilo indirecto puede llegar a eliminar aspectos del evento original que el narrador no quiere resaltar. En otras palabras, alternando hábilmente formas directas e indirectas del habla, la voz del narrador puede “infiltrar o manipular” la voz o el punto de vista del evento discursivo narrado.[5]

La Función Poética

El legado de la escuela Bakhtiniana, con su énfasis en los dispositivos reflexivos e indéxicos, tales como los estilos indirectos y directos, se refleja en otro corpus de investigación conocido como los estudios performativos y etnopoéticos (Bauman y Briggs 1990; Bauman 1982, 1989; Briggs 1988; Fine 1984; Limon y Young 1986; Stoeltje y Bauman 1988). Estos estudios consideran significativa la idea de Jakobson sobre la función poética del lenguaje, el cual considera generalizada en el habla cotidiana. Mientras que la función metalingüística (ver más arriba) trata al código lingüístico como su propio referente, la función poética manipula las características formales del código para dirigir la atención a sus posibilidades persuasivas estéticas y de organización estilística. Por ejemplo, en inglés se dice “innocent bystander” en lugar de “uninvolved onlooker” debido a que su patrón rítmico es estéticamente más agradable (Fiske 1990:36). Para estas tradiciones, la performatividad lingüística o la práctica de la función poética, lejos de ser epifenoménica y derivativa, es un modo altamente reflexivo de comunicación, constitutivo de lo que hace funcional al lenguaje cotidiano en la vida social. Según Bauman y Briggs, “se entiende la performatividad como una forma especialmente marcada y hábil de hablar que crea o representa un marco interpretativo específico dentro del cual el acto del habla se hace inteligible” (1990:73). Este marco interpretativo incluye señales, afectaciones, o “claves” sutiles que marcan cambios en las actuaciones, como modulación de voz, postura, gesto, comentarios al margen, y también la interacción dinámica que tiene lugar entre los hablantes y su público, entre otras cosas. Además, a través del juego poético del habla figurativa y metafórica, citas, proverbios, acertijos, chistes, rimas, insultos, saludos, chisme, insinuación, y varios géneros retóricos y oratorios, así como otros rasgos formales de la conversación ordinaria, las expresiones lingüísticas pueden re-enmarcar contextos e indicar metamensajes que pueden llegar a ser bastante tangenciales a sus propios contenidos referenciales.

Patrones de poder a través de los cambios de Netdoms

En este artículo sostenemos que la utilización de recursos indéxicos y reflexivos durante la interacción es rara vez una práctica inocente para construir consenso en la reproducción de los ordenes sociales. Al contrario, las capacidades indéxicas y reflexivas del lenguaje son típicamente asimétricas y están intrínsicamente implicadas en las relaciones de dominación y conflicto. Captados relativamente por instrumentos analíticos, tales como hegemonía (Gramsci 1971), culturas oposicionales (Williams 1977), poder discursivo (Foucault 1978, 1980), o capitales lingüísticos (Bourdieu 1977, 1991), los fenómenos reflexivos e indéxicos nunca son universalmente accesibles para todos los miembros de la sociedad, y se producen, circulan, y acumulan de forma desigual en una “economía política” de intercambios lingüísticos. Como Bourdieu que afirma que el poder está en el centro de la vida social, White también considera la dominación como “el proceso fundamental de todo aquello que es específicamente social” (White 1995a:10; 1995b, 1995c).

Bourdieu (1977, 1991) ha teorizado más concretamente la “materialidad” del signo lingüístico a través de su concepto del mercado lingüístico.  Desde su punto de vista, dado que las prácticas lingüísticas están involucradas en procurar acceso a recursos materiales, aquellas se convierten en un recurso en si mismo de pleno derecho. En resumen, el lenguaje al ser un instrumento de comunicación también lo es de poder.

Gramaticalización

El lenguaje —que siempre es discurso de varios géneros, sublenguas, estilos, y registros— está cargado de luchas por la dominación e identidad a todas las escalas. Al contrario que las teorías sobre la gramática como desarrollo co-textual y “habituación” semántica (Hopper y Traugott 1993), nosotros entendemos la gramaticalización lingüística como los rastros acumulados a través del tiempo de discontinuidades radicales históricas y de luchas por la identidad y el control entre los netdoms, y entendemos las reglas gramaticales como la expresión histórica de esos patrones acumulados que a sus vez crean más variabilidad de opciones entre los cambios de netdoms.[6] Así, las gramáticas se van construyendo entorno a un conjunto limitado de elementos indéxicos y referenciales, una clase semi-cerrada de categorías en su estructura superficial como las deixis (e.g., él, eso, ahora, aquí), formas verbales, ordenes sintácticos, conjunciones, pronombres, y relativizadores, etc., que a diferencia de los vocabularios y el léxico, expresan las luchas históricas de los discursos (control) y estilos (identidad) que finalmente se solidifican en una lengua.

En otras palabras, la gramática se convierte en rutinaria, pero no tanto por habituación inocente sino por procesos de dominación sobre opciones de cambios desiguales entre redes sociales y dominios interpretativos. En este sentido, apelamos a los descubrimientos de la sociolingüística de las lenguas pidgin y criollas como modelos de procesos de gramaticalización localizados que están intrínsicamente insertados en relaciones de dominación, y quisiéramos adaptar estos descubrimientos a cualquier situación pragmática donde actores sociales, con fluidez variable en sublenguas diferentes y subsistemas indéxicos, se ven forzados a interactuar en una lingua franca común —así, no solo en puertos comerciales o plantaciones, sino también en lugares de trabajo multiétnicos de cualquier organización moderna atravesada por redes globales de transacciones y de gentes. En otras palabras, es importante entender como la gramaticalización, por ejemplo de deixis social en la corporación moderna, es el resultado de niveles anidados múltiples de registros y capitales lingüísticos que interactúan a través de varias interfases de dominación y cambios de netdoms entre transposiciones de “acrolectos lexificadores,” varios “mesolectos” intermedios, y “basilectos” fundacionales (Hymes 1971; Sankoff y Brown 1976; Sankoff 1980; Holm 1988; Fasold 1990; Bailey y Maynor 1987).

Cambios de Netdoms

Lejos de seguir pautas universales e igualitarias, los cambios entre netdoms son asidos y moldeados distintamente de acuerdo a posiciones sociales que luchan por el control material y semiótico. En este artículo argumentamos que los conceptos reflexivos de voces múltiples o de la heteroglosia de géneros discursivos a la Bakhtin, para ser del todo operacionales, deberían ser radicalmente insertados no tanto en capas múltiples de “mezclas” creativas y fenomenológicas sino en “cambios” de redes reflexivos y tangibles. Para ello seguimos la visión de Halliday por la cual el significado y los registros discursivos se originan a partir de cambios entre conjuntos de opciones alternativas que de manera inextricable están ligadas a determinadas actividades sociales y entornos funcionales (Halliday 1973, 1976, 1978, 1985; Dejoia y Stenton 1980; Swales 1990). De esta forma afirmamos que la reflexividad (es decir, cambios de netdoms) del lenguaje trata esencialmente sobre el manejo de la ambigüedad. Pero esta ambigüedad no debería eliminarse como error de medición sino que tendría que estar totalmente integrada en el modelo analítico a través de funciones y parámetros apropiados.

Cuando se les observa como instantáneas sucesivas, los cambios de netdoms aparecen como zapping entre canales de televisión o como “shocks Schutznianos” en la jerga fenomenológica (Shutz 1970). En este sentido, estamos de acuerdo con Silverstein (1979, 1993) de que la mayor parte de lo que experimentamos como discurso ordenado sería caótico si no fuera por un continúo trabajo reflexivo, duro y metadiscursivo. Sin embargo, al contrario que las “heroicidades de indexicalidad” aparentemente replicadas en cada situación cara a cara, nosotros sostenemos que la reparación fenomenológica y el trabajo metapragmático no tienen por qué ocurrir a nivel de un “desorden miópico de díadas” sino canalizado por imposiciones sociales más amplias, como disciplinas y regimenes de control, además de otros patrones espaciotemporales.

Así el lenguaje está siempre discursivamente inter-animado por redes sociales y dominios interpretativos, y su reflexividad característica se alcanza a través de una multitud de cambios que ofrecen tanto oportunidad como restricción, y cuya indexicalidad está localizada en la dominación y el espacio social. Juntos las redes y los dominios se fusionan en tipos de lazos que a su vez producen un conjunto de historias y un sentido característico de su temporalidad vivida. Los cambios discursivos del habla entre dominios diferentes son a su vez cambios en donde determinados lazos sociales y sus historias respectivas de varios tipos están siendo activados y desactivados. Así pues el lenguaje se origina en las transiciones reflexivas entre dominios que por fuerza están ligadas a transiciones entre redes jerárquicas.

En resumen, la metapragmática de los cambios de netdoms, más que una actividad cognitiva, es profundamente social—la interacción diádica o interacción del cara a cara aun sigue siendo un eufemismo de lo cognitivo. Así, primero aparece lo social con especializaciones de “trabajo” y “rango” (los registros discursivos primordiales), y solo después de que se desarrolle suficiente poder y complejidad puede la variedad de formas discursivas mantener la indexicalidad a través de los cambios de netdoms. Nótese que queremos ir más allá de ciertos debates que tratan de explicar la función referencial por la función indéxica del lenguaje (la semántica por la pragmática) ya que estamos llevando el debate a un nivel superior al explicar  la indexicalidad por lo relacional a través de cambios de netdom diferenciados (la pragmática por redes y ámbitos sociales): “redes y dominios en su interpenetración como dominios-red nos permiten localizar cadenas sociales y ondas de consecuencia interpretativa, a las que el análisis diádico—o la interpretación puramente cognitiva o cultural, o la pura conectividad de red social—es ciego” (White 1995b:8). Y para trazar tales “resonancias interpretativas a varios nodos de distancia” se necesita caracterizar los patrones espaciotemporales de dominación y otras constelaciones polimerizantes de netdoms.

Manejando la ambigüedad

Las identidades —individuales o colectivas— emergen de los esfuerzos persistentes por buscar el control de entornos inciertos y turbulentos (White 2008; White, Godart, y Corona 2007; Godart y White 2010).[7] En sus luchas por controlar, algunas identidades logran posicionarse de forma más robusta y duradera en la red a través de sus posiciones interactivas que deben ser reflexivas. Así, la constante reflexividad es crucial para sostener y manejar la ambigüedad de tal forma que las identidades puedan anticipar y re-enmarcar sus cambios a través de netdoms que se desacoplan y se polimerizan rápidamente. Las posiciones robustas y emergentes de un conjunto de identidades relacionadas determinan a su vez los paisajes de netdoms para otras identidades que luchan por el control.

Las identidades viables producen relatos reflexivos sobre sus lazos y cliques de netdom que permanecen indéxicamente abiertos a marcos participativos y contingencias que son siempre cambiantes. De hecho, mantenemos, en contra de Luhmann, que navegar la incertidumbre de la vida social hace referencia no tanto a la estabilización de expectativas entre díadas aisladas para resolver el problema de la doble contingencia como al saber barajar de forma hábil y abierta conjuntos de expectativas a través de la contingencia múltiple de configuraciones de netdoms cambiantes (White 2007). A la vista de la significancia del lenguaje reflexivo en controlar y manejar la ambigüedad, distinguimos tres fenómenos emergentes entre los netdoms que son constitutivos de identidades—historias, retóricas, y estilos.

Historias vía el Control Metapragmático

En su lucha por asegurar una posición social las identidades reconfiguran sus netdoms al establecer o romper lazos con otras identidades. Durante este proceso hacen estallar significados que se “fusionan en historias” (Godart y White 2010:10). Las historias relacionan significados y eventos en patrones transponibles y reflexivos. Las historias son clave en la generación de identidades ya que los lazos sociales de los marcos participativos típicamente se expresan e interpretan a través de historias. Las historias proporcionan un sentido característico de continuidad y de temporalidad vivida a las relaciones de lazos, los cuales de no ser así se encenderían y apagarían en instantáneas inconexas durante la vida diaria. Además, las historias se pueden organizar en estructuras o líneas argumentativas, las cuales proporcionan a las identidades relatos a posteriori más o menos coherentes de discontinuidades y turbulencias vividas. Una línea argumentativa es como “un currículum vitae, una racionalización a posteriori de una trayectoria social inevitable y caótica” (Godart y White 2010:18).

En este artículo sostenemos que las historias y las líneas argumentativas que circulan a través de netdoms y que dan significado a las identidades, los lazos, y los cliques de redes rara vez son producidas de forma simétrica por todos los hablantes de un marco participativo. Así los participantes con posiciones más fuertes y duraderas en los ambientes institucionales tendrán más influencia metapragmática y control heteroglósico en el sentido Bakhtiniano para definir las historias que captan sus interacciones. Aquellos son los que tienen las “voces” más fuertes en la co-producción caótica de historias; son los que manejan las definiciones de las situaciones a través de una mayor influencia metapragmática, e invocan géneros discursivos y estilos indirectos, tiempos interactivos y ambigüedades, que configuran asimétricamente sus relatos emergentes. Además, los hablantes con posiciones metapragmáticas más fuertes tienen el poder de “entextualizar” indéxicamente las historias que circulan y “cerrar” o “abrir” sus significados a la ambigüedad interpretativa.[8] En este sentido, quién (y cómo y cuándo) tenga el poder de re-escribir historias, contarlas y recontarlas, transponer sus indexicalidades reflexivas a nuevos contextos, etc., está en el centro de la construcción social de la autoridad.[9]

Por ejemplo, los gatekeepers (guardianes) que existen a varios niveles de las estructuras organizativas y que controlan el acceso a las oportunidades y recursos (e.g., comisiones de contratación o ascenso laboral, supervisores, profesores, asistentes sociales, profesionales de la salud, jueces) lo más probable es que impongan sus señales de contextualización y reglas metapragmáticas en sus interacciones cara a cara. Ellos establecerán los límites generales de indexicalidad del marco participativo dentro del cual la interacción es normativamente aceptable, incluidos cantidad y tiempos correctos de cambios de géneros discursivos (e.g., un chiste, un comentario gracioso al margen, el contar una anécdota o proverbio), tono y prosodia apropiados, convenciones ritualizadas de silencios y turnos del habla, y las fórmulas de cortesía y deferencia, entre otros mecanismos (Gumperz, Jupp, y Roberts 1979, Gumperz 1992b para el concepto de “crosstalk” entre indexicalidades multiétnicas). Además, a pesar de la existencia de criterios formales (e.g., descripciones oficiales de puestos de trabajo, contratos laborales) para acceder a las oportunidades que ofrece una organización, los gatekeepers a raíz de sus interacciones cara a cara normalmente ingenian historias y líneas argumentativas que mayoritariamente incluyen sus propias voces heteroglósicas, estilos directos e indirectos, disgustos y ataques metapragmáticos, direccionalidades idiosincráticas, varios enmarques, y racionalizaciones a posteriori en referencia al por qué determinados actores sociales se merecen o no se merecen el acceso a tales oportunidades.

Así, en relación a las historias y al control metapragmático, formulamos las dos hipótesis siguientes bajo condiciones ceteris paribus:

HIPÓTESIS 1:          Cuanto más control de oportunidades y recursos tengan las identidades a través de netdoms, con más probabilidad ejercerán el control reflexivo y metapragmático de la co-producción de historias que dan significado a los lazos de sus marcos participativos.

 

HIPÓTESIS 2:          Cuanto más control indéxico y metapragmático ejerzan las identidades en el manejo de la ambigüedad interactiva dentro de sus marcos participativos, con más probabilidad aumentará el control de oportunidades y recursos a través de netdoms.

Nótese que el control indéxico y metapragmático implica, entre otras cosas, el conocimiento práctico de mantener un lazo conversacional en curso a través del uso competente de micro-rituales, tacto, y otras prácticas de reparación de las impresiones de imagen, incluyendo el saber cuando mantener o reducir la ambigüedad y el lenguaje indirecto para poder negociar un “consenso operativo” sostenible (Goffman 1959, 1967, 1971). En consecuencia, afirmamos que las identidades con capacidades excepcionales de enmarque metapragmático adquiridas en multitud de cambios de netdoms pueden a su vez asegurarse oportunidades y recursos a través de tales netdoms.

Retóricas vía la Voz Heteroglósica

Las retóricas son teorías populares o interpretaciones del sentido común que se sostienen y comparten conjuntamente por identidades interactuando en netdoms conectados como instituciones. Las historias hacen uso de las retóricas de fondo para expresar y construir sus lazos. A su vez, las retóricas “se realizan a través de las historias” (Mohr y White 2008; Godart y White 2010:25). Una retórica demarca un contexto interpretativo amplio que se convierte en “un componente fundamental de un sistema institucional” (White 2008:177). En este sentido, “las retóricas hacen explícitas a las instituciones en los contextos culturales” (Godart y White 2010:25). Así, por ejemplo, el matrimonio como institución es sustentado en algunos netdoms por una retórica de relaciones comprometidas entre dos adultos de cualquier género, mientras que en otros muchos netdoms se mantiene por una retórica de la unión exclusiva entre un hombre y una mujer. Las retóricas guían a las identidades por los cambios de netdoms al apelar a significados más amplios que simplifican la confusión de la vida social, y como el ejemplo anterior sobre el matrimonio da a entender, también están llenas de “dominaciones y exclusiones” (White 2008:177; Mohr y White 2008).

A este respecto, sostenemos que las retóricas pueden ser movilizadas y desplegadas de forma desigual para obtener acciones e historias selectivas a través de los netdoms. Por ejemplo, las identidades que hacen de intermediarias (brokers) en las transacciones entre dos o más netdoms distintos—los cuales están sustentados por retóricas diferentes—pueden ganar una ventaja competitiva al aprender como navegar de una a otra retórica, incluyendo la producción de retóricas “híbridas” (e.g., un tertius gaudens, un misionero religioso que es bilingüe y se beneficia de intermediar entre un jefe local y una autoridad gubernamental sobre la propiedad de las tierras, el coordinador administrativo de una empresa que filtra selectivamente las historias en base a conflictos retóricos entre los directivos y el resto de los empleados). Además, los netdoms que incluyen un número crítico de agujeros estructurales (Burt 1995) pueden incorporar retóricas múltiples al estar expuestos a voces heterogéneas y direccionalidades distintas ligadas a lazos separados y no redundantes.[10] Las retóricas heteroglósicas basadas en una multiplicidad de netdoms que no están relacionados entre sí y que incorporan diferente puntos de vista permiten que las identidades puedan enmarcar la ambigüedad ante los cambios y desacoplamientos de netdoms.

En este sentido, la existencia de retóricas híbridas y complejas, o simplemente un “repertorio” de retóricas, puede ofrecer a las identidades la capacidad de enmarcar la ambigüedad de netdom y evitar el cerrar indéxicamente el significado a un conjunto reducido de contextos. Sólo aquellas identidades que mantienen sus retóricas abiertas reflexivamente a otras retóricas tienen la capacidad rápida de redefinición y de asegurarse posiciones firmes y duraderas en paisajes de netdoms cambiantes; aquellas que cercan rígidamente sus retóricas dentro de límites irreflexivos puede que se encuentren al final en las periferias del netdom sin ningún posicionamiento firme.

Además, las identidades —individuales o colectivas— con posiciones duraderas y robustas están típicamente conectadas a una amplia gama de lazos y netdoms diversificados “de forma parecida a un mesa con patas múltiples en un estrado” (White 2007:5; Bothner, Smith, y White 2010). Aquellas a menudo se sitúan en la intersección de varios netdoms centrales que las atraviesan, pero también se apoyan en las periferias de muchas otras. Además, puede que hasta observen otros núcleos centrales en la distancia. Sostenemos que las identidades con posiciones robustas y duraderas que se extienden entre netdoms diversificados y no redundantes, y a varios niveles de netdom, tienen más posibilidades de situarse relativamente fuera de—y de ser observadores de segundo orden de—las retóricas varias que circulan entre ellas. Como observadores de segundo orden de otros netdoms, estas identidades más duraderas se dan cuenta de “cómo” otras retóricas de netdom se construyen reflexivamente, de cuales son los componentes básicos de su sentido común, y de si se les puede manipular o incorporar otras retóricas.[11] Las identidades robustas ligadas a netdoms diversificados tienen una ventaja reflexiva al poder ver las otras retóricas centrales y periféricas por lo que son, una construcción social, ya que “aquello que se le aparece como obvio y necesario a la red, se le presenta como improbable, variable, y contingente a sus observadores externos” (Fuchs 2001:39). Además, las identidades con posiciones robustas pueden no sólo deconstruir las retóricas de otras pero también ser reflexivamente conscientes de sus propias construcciones cuando vuelven a sus núcleos. De hecho, los cambios complejos y alternativos entre los diferentes niveles observacionales, centrales y periféricos, internos y externos, “desencadenan aventuras de reflexividad” (Fuchs 2001:25).

En relación a las retóricas con voces heteroglósicas, formulamos las dos hipótesis siguientes bajo condiciones ceteris paribus:

HIPÓTESIS 3:          Cuantas más posiciones robustas desarrollen las identidades en netdoms de agujeros estructurales con lazos diversificados y no redundantes, con más probabilidad generaran o seguirán retóricas de fértiles voces heteroglósicas y direccionalidades.

 

HIPÓTESIS 4:          Cuantas más historias basadas en retóricas de fértiles voces heteroglósicas y direccionalidades produzcan las identidades, más capaces serán de transponer y redefinir reflexivamente sus historias para poder asegurarse posiciones firmes a través de netdoms en procesos de desacoplamiento.

Estilos vía la Poética Reflexiva

Los estilos son “complejidades sincopadas” a través de netdoms que diferencian identidades pero que también las anticipan (Godart y White 2010; White 2007; White 2008). Los estilos emergen a diferentes niveles de acción de las identidades como una sensibilidad continuada “que de alguna manera sigue su ritmo y armonía a pesar de varianzas estocásticas en notas y frases específicas” (White, Godart, y Corona 2007:197; White 2008). Una vez que un estilo se cristaliza entorno a una identidad o grupo de identidades, las retóricas que informan los conceptos básicos del sentido común de aquellas ya no pueden desviarse demasiado de tal estilo. Entre estilos y retóricas existen afinidades significativas. De hecho, los tipos de retóricas que dan sentido a una identidad a través de sus historias con frecuencia están demarcadas indéxicamente por su estilo.

La función poética del lenguaje, argüimos, es crucial en la producción de estilos de interacción dominantes que aseguran posiciones firmes y duraderas. La función poética manipula el código lingüístico para dirigir nuestra atención a sus posibilidades persuasivas y estéticas. Así, el juego creativo y poético ejercitado por ciertas identidades dentro de sus configuraciones de netdom, tales como el habla metafórica y figurativa, cadencia y tempo, claves heroicas o de humor, proverbios y acertijos, y varios géneros retóricos y oratorios, les da una mayor ventaja “estilística.” En otras palabras, una utilización ágil de la función poética ofrece a las identidades una idiosincrática sensibilidad “sincopada” durante el habla que puede llegar a tener la capacidad persuasiva de asegurarse fuertes posicionamientos entre ciertos netdoms. Algunos estilos son muy inflexibles y por ello las identidades que surgen con nuevas retóricas y posiciones se desacoplan de tales estilos para crear los suyos propios. Sin embargo, también mantenemos que otros estilos interceptan ciertos netdoms y públicos que aparentemente casi los transforman en distribuciones de ley de potencia. Así, estilos que son únicos y con éxito a menudo provocan leyes potenciales en nodos de conexiones de netdoms en cuanto a imitación, estatus, o deferencia. Al final para evitar una devaluación estilística muchas de las identidades asociadas con estilos discursivos de éxito se organizan en “prismas complejos” de netdoms que protegen su calidad y prestigio vía refracciones selectivas y muchas más exclusiones reflectantes (Podolny 2001 para redes como prismas). Por último, desde la tradición Bakhtiniana, sabemos que estilos y gramáticas están entrelazados, y que cualquier acto estilístico tiene consecuencias gramaticales. En este sentido, el control estilístico de una lengua es en última instancia un control gramatical.

En relación a los estilos y la poética reflexiva, formulamos las dos hipótesis siguientes bajo condiciones ceteris paribus:

HIPÓTESIS 5:         Cuanto más control de la función poética tengan las identidades para persuadir estilísticamente a las otras identidades que están dentro de sus marcos participativos, con más probabilidad aquellas desarrollaran posicionamientos fuertes y duraderos a través de netdoms.

 

HIPÓTESIS 6:          Cuanto más se transformen ciertas identidades vía la función poética en nodos estilísticos de leyes potenciales a través de netdoms, con más probabilidad se desacoplaran al traspasar un determinado umbral en prismas estilísticos de calidad que refractaran selectivamente algunos lazos pero reflectaran otros muchos más.

Conclusión

Las identidades emergentes desencadenadas por netdoms que se desacoplan rápidamente no pueden sobrevivir tal turbulencia y contingencia a no ser que logren manejar una ambigüedad e incertidumbre generalizada. Para conseguir “acción fresca” que surta efecto y que asegure posiciones fuertes en la interacción, las identidades se cambian de netdoms polimerizantes buscando transiciones de fase situadas al borde entre demasiado y demasiado poco orden social (al “borde del caos”). En estas transiciones de fase las identidades son capaces de incorporar y soportar la turbulencia porque pueden construir lazos de reflexividad maleable, incluyendo miles de redundancias de marcos interpretativos que se pueden reorganizar fácilmente de forma metapragmática e indéxica y sin embargo nunca son totalmente aleatorios. En otras palabras, la capacidad indéxica y reflexiva del lenguaje para enmarcar y manejar la ambigüedad a través de los cambios de netdoms es precisamente lo que mantiene a los lazos e historias al “borde del caos,” lo cual es clave para la supervivencia de la vida diaria durante la interacción social.

Además, las identidades no sólo buscan transiciones de fase que les aseguren posiciones firmes a través de lazos reflexivos sino que también ellas mismas crean tales transiciones para conseguir acción fresca. En otras palabras, algunas identidades en su lucha por el control se las arreglan para descuajar lazos rígidos y traer netdoms enteros al “borde del caos.” Para ello, es necesaria una reflexividad excepcional a través de niveles diferentes. De hecho, para desbloquear y aflojar las rutinas e inercias metapragmáticas de la vida social a menudo se necesitan “ingenios de desacoplamiento y con agencia que se entrecruzan tanto con las historias de disciplinas como con las retóricas y estilos y los regímenes donde pueden acumularse” (White 2008:283).

En este sentido, afirmamos que las identidades—individuales o colectivas—que adquieren cierto poder y dominación en la vida social, es decir, que logran alcanzar una autonomía mayor para controlar sus posiciones firmes através de los cambios de netdoms, son también aquellas que tienen unos conocimientos prácticos excepcionales para manejar la reflexividad e indexicalidad omnipresente en la construcción de sus lazos sociales. Por el contrario, las identidades que cierran demasiado pronto su indexicalidad pueden encontrarse fácilmente fuera de las redes del poder. Dicho de otro modo, las identidades con posiciones firmes en netdoms dominantes tienden a crear historias que incluyen ambigüedad y una polisemia transponible, las cuales mantienen los lazos sociales flexibles en anticipación al cambio. Así, siguiendo a Leifer (1991) en su caracterización de los jugadores de ajedrez de calidad de torneo superior, sostenemos que alcanzar y atravesar netdoms para obtener acción robusta implica “mantener el estado de la interacción difícil de evaluar al hacer que muchas evoluciones posibles siempre parezcan posibles… lo que impide que nadie pueda ver claramente un resultado final que terminaría el lazo social” (White 2008:288).

En este artículo hemos argumentado que el control lingüístico indéxico y metapragmático de los lazos y sus respectivas historias adquiridas en incontables cambios de marcos participativos puede desarrollar posicionamientos interactivos fuertes, los cuales, a su vez, pueden asegurarse recursos y oportunidades a través de los netdoms. Hemos indicado que las retóricas institucionales que incorporan múltiples y fértiles voces heteroglósicas y direccionalidades a partir de agujeros estructurales producen historias que pueden ser transpuestas reflexivamente y con facilidad a otros netdoms institucionales. Finalmente, hemos sostenido que el control poético de estilos discursivos puede transformar las identidades en constelaciones de leyes potenciales con posiciones firmes las cuales luego se desacoplan en nuevos prismas de netdoms para preservar su calidad. En conclusión, nuestro objetivo ha sido doble: primero, mostrar que la reflexividad e indexicalidad del lenguaje emergen de multitud de cambios a través de netdoms; y segundo, demostrar que el lenguaje indéxico y reflexivo es crítico en las luchas de las identidades por el control—de posición y dominación—a través de cambios entre netdoms que se polimerizan rápidamente.

Agradecimientos

Los autores agradecen a Corinne Kirchner y Matthias Thiemann la lectura sutil del artículo y sus valiosos comentarios.

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[1] Enviar correspondencia a: Jorge Fontdevila (jfontdevila@fullerton.edu). Traducido por Jorge Fontdevila, 2010.

[2] El concepto de “netdom” relaciona las abstracciones diferentes de red social (network) y dominio cultural (domain). Redes y dominios se fusionan en tipos de lazos que a su vez producen un conjunto de historias y un sentido característico de su temporalidad (White 1995a, 1995b, 1995c, 1992, 2008; Godart y White 2010).

[3] Un caso extremo de indexicalidad que presupone y señala el contexto sin cambiar contenido referencial existe entre algunas lenguas aborígenes de Australia donde hay un cambio completo de vocabulario en las inmediaciones de una suegra o pariente afín equivalente. Este lenguaje “de suegra,” que simplemente apunta a la presencia de una audiencia de parentesco afín en los alrededores, es idéntica semánticamente al léxico estándar pero sirve como un índice de “tabú afín” dentro de la situación del habla (Dixon 1972).

[4] En este sentido, cabe destacar que Bakhtin considera a la novela, una forma de producción literaria históricamente tardía que incorpora una multiplicidad de géneros—voces—en su composición, la expresión por excelencia de la conciencia moderna.

[5] Volosinov (1973:141-159) menciona incluso una tercera forma, el estilo cuasi-directo, que incorpora posibilidades expresivas y experienciales propias de Occidente.

[6] Véase Lodge 1993 para los orígenes polémicos de la gramática francesa, por ejemplo.

[7] Es importante clarificar que “control” no se refiere necesariamente a “la dominación de otras identidades. Antes que nada, la idea de control trata sobre la forma de encontrar una posición firme entre las otras identidades. Dicha posición supone una actitud o postura, la cual conlleva una orientación con respecto a las otras identidades” (White 2008:1). En este sentido, una posición interactiva firme es una “búsqueda de continuidad, pero lo que esta continuidad implica varía—desde la pura supervivencia hasta la imposición de la voluntad de uno, por ello los intentos por controlar no están limitados a esfuerzos coercitivos o de dominación” (Godart and White 2010:5). Además, siguiendo a March (1994:86), el cual afirma que los actores sociales típicamente “actúan dentro de una mezcla de normas e incentivos,” en este artículo afirmamos que el encontrar una posición firme durante la interacción implica no tan sólo orientaciones instrumentales de medios-fines sino también actitudes morales y rituales.

[8] “Entextualización” hace referencia a todos los procesos que hacen que los discursos se puedan despegar de sus entornos interactivos y se puedan transformar en textos transponibles utilizando mecanismos reflexivos y metapragmáticas como anclajes indéxicos, heteroglosia, voces múltiples, estilos indirectos, etc. En este sentido, el poder de descontextualizar un discurso en textos rígidos y subsiguientemente recontextualizarlos en marcos participativos y audiencias diferentes es un acto fundamental de control político (Bauman and Briggs 1990).

 

[9] Aquí proponemos una definición provisional de poder y dominación de netdom como la “autonomía” mayor (más grados de libertad) de una identidad o un grupo de identidades para controlar sus posiciones firmes interactivas al cambiar a través de los netdoms.

[10] Los agujeros estructurales sólo son relativamente eficaces dentro de ciertos límites. Así, demasiados (red poco densa) o demasiado pocos (red redundante) agujeros estructurales en una red pueden llegar a ser funcionalmente equivalentes con respecto a la falta de flujos externos de recursos culturales y materiales. Esto es debido a que “todos los puntos conectados” o “ningún punto conectado” conllevan ambos un valor informacional o de recursos bajo (Burt 1995).

[11] Según Fuchs, “los observadores externos no observan los qué de primer orden, pero sí los cómo de segundo orden. Aquellos ven lo que no se puede ver desde dentro, descomponiendo invisibilidades y certidumbres fundacionales sin las cuales la red observada no podría hacer lo que hace” (2001:39).