Xavier Rambla Sociologia

Brasil ha experimentado una considerable mejora de sus indicadores sociales y educativos durante la última década. No sólo la pobreza de ingreso se ha reducido sino que también la desigualdad entre los más ricos y los más pobres ha disminuido. Asimismo, en un contexto de crecientes gastos sociales y de considerables esfuerzos por mejorar la infraestructura escolar, la escolaridad se ha ampliado y los rendimientos académicos de los estudiantes menos favorecidos han registrado algunos progresos. Sin embargo, la mitad de estudiantes todavía asiste a la escuela sin adquirir las competencias académicas básicas, una gran parte de jóvenes está estudiando cursos que corresponden a una edad muy inferior a su edad cronológica, y a pesar de que su notable contribución a la matriculación y la asistencia escolar de los pobres, no está claro que las ayudas sociales Bolsa Familia ejerzan una efecto positivo significativo sobre los rendimientos académicos de sus beneficiarios.

Las investigaciones, los debates académicos y las evaluaciones de las políticas públicas empiezan a sugerir que varios aspectos de la pobreza multidimensional pueden estar actuando en contra de los avances educativos. ¿Será que el impacto de la educación contra la pobreza, teorizado por la teoría del capital humano, se ve coartado por el impacto de otras dimensiones de la pobreza sobre las mismas carencias educativas? Eso es lo que parecen sugerir algunas investigaciones recientes. En primer lugar, la persistente brecha de ingresos redunda en perjuicios considerables para los más pobres, que disponen de muchas menos ventajas que los ciudadanos con más ingresos. Los vasos comunicantes entre las desigualdades económicas y educativas probablamente transmitan efectos dañinos en ambas direcciones. En segundo lugar, dos de los factores más incisivos sobre el desfase entre la edad cronológica y la edad escolar quizá se cifren en el trabajo infantil y la vulnerabilidad social de los hogares formados por familias monoparentales o por familias con personas mayores a cargo. El hecho es que una protección social centrada casi exclusivamente en la población que dispone de un empleo estable deja completamente de lado estas otras circunstancias que tan directamente influyen sobre las oportunidades de los menores, puesto que estos hogares padecen un elevado riesgo de empobrecimiento si no reciben ningún tipo de apoyo público. En tercer lugar, el acceso a la escuela primaria sin haber cursado previamente una educación infantil adecuada, a veces sin haber recibido los cuidados apropiados para el desarrollo individual durante la infancia, muy probablemente también esté actuando como un poderoso obstáculo para que una gran parte de estudiantes logre los resultados académicos recomendados para su edad.

Estos problemas señalan decisiones de política pública especialmente sensibles para el desarrollo educativo del país. La redistribución fiscal, la protección social de las personas que viven en condiciones vulnerables, y el abandono de los programas de educación y cuidado de la primera infancia son, a un mismo tiempo, los nuevos puntos de la agenda política y unos viejos terrenos de conflicto entre gobiernos, grupos de presión y movimientos sociales. Detrás de todo ello se adivinan los procesos de producción de la pobreza estudiados por CLACSO-CROP, el acaparamiento de oportunidades conceptualizado por la sociología conflictivista (Charles Tilly, Goran Therborn), o bien la captura de rentas y los riesgos morales asimétricos que han introducido los economistas neoclásicos y neoinstitucionalistas en sus modelos.

In 2010 the Multidimensional Poverty Index was published for the first time. This indicator takes income into account, certainly, but it also synthesizes relevant information about education (schooling and enrolment), health (child mortality and bad nutrition) as well as an array of possible material deprivations (concerning electricity, drink water, sanitation, cooking fuel and others). Remarkably, it reports on the worldwide inequality between such regions as Sub-Saharan Africa and Southern Asia, on the poorer side, and others like the OECD and some Asian countries, in the richer one, with big regions like Latin America standing somewhere in the middle. But the MPI also unveils rampant divides within all these countries regardless of their average status as underdeveloped, intermediate, emergent or developed.

By reading official data carefully and looking at some bibliographical sources, students in the Social Structure and Change at UAB (2010-11) have convincingly shown that these internal inequalities also affect European societies. For instance, they have produced sound reports of gender disparities concerning labour and income in the better-off countries (e.g. the Netherlands), destitution affecting some minorities such as the Roma in Slovakia, multidimensional child poverty in the UK, or crucial institutional effects of welfare regimes on patterns of household poverty in Estonia and Spain.

Durante los años noventa se ha consagrado la idea política de que las antiguas formas de protección social mediante la garantía de rentas debían dejar paso a nuevas formas inspiradas en la promoción individual, el contrato de inserción social y el compromiso personal para con el propio destino. En Estados Unidos este tipo de programas se han venido a conocer como “welfare-to-work” o “workfare”, en Europa se han popularizado con el nombre de políticas de inclusión social, y el Banco Mundial los ha difundido por todo el mundo como programas de rentas condicionadas. En esencia, se trata de imponer condiciones a quien recibe un subsidio social a fin de que consiga salir de la pobreza y de la exclusión social aprendiendo a desenvolverse por sí mismo o por sí misma (aquí, el género no es sólo cuestión de corrección política).

Esta fue una de las soluciones aplicadas en Argentina como respuesta a la devastadora crisis de 2001-02. En aquel momento se puso en marcha el Plan de Jefas y Jefes de Hogar Desempleados, que más adelante se tradujo en dos sistemas distintos, un seguro de paro y una renta de inclusión social (Plan Familias para la Inclusión Social). Sin duda, aquellas ayudas tuvieron un efecto importante para mitigar las condiciones de indigencia en que una buena parte de la población se encontraba en aquellos momentos, y han seguido atenuando algunos de los rigores extremos de la pobreza durante los años siguientes.

Pero una serie de investigaciones muestran que los programas de “welfare-to-work” han reactivado el mecanismo social que el sociólogo clásico Georg Simmel identificó en las instituciones decimonónicas de asistencia social. Entonces como ahora el pobre se define como beneficiario/a de una ayuda de la que debe mostrarse merecedor/a cumpliendo una serie de condiciones que le son impuestas como producto de una norma social. Ello redunda en una enorme dificultad para mantener una identidad social digna, a pesar de las intenciones de activar sus capacidades inscritas en las nuevas políticas de lucha contra la pobreza.

Además de las carencias materiales, en Argentina esta denigración del colectivo beneficiario ha generado una serie de problemas específicos que acaban por “producir pobreza” en lugar de contrarrestarla. En primer lugar, los planes sociales se han institucionalizado como una solución transitoria de emergencia, de ningún modo como un derecho social. En segundo lugar, las condiciones adscritas a los subsidios han provocado que la inmensa mayoría de hombres se haya acogido al seguro de desempleo mientras que eran las mujeres las beneficiarias del Plan Familias. Y en tercer, lugar en este sistema de protección social se ha inmiscuido el juego de las fuerzas políticas locales, que pugnan por cooptar a unos u otros movimientos sociales a base de complementar las ayudas federales con planes provinciales o municipales ad hoc.

Un artículo sobre el tema:

Rambla, X.; Jacovkis, J. (2011) “Entre la gestión y la producción de la pobreza. Un análisis del discurso oficial sobre el Programa Familias para la Inclusión Social en Argentina“, Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, vol. 18, núm. 56, mayo-agosto, 2011, pp. 157-179.

Un grup de científics socials portuguesos han promogut el Manifesto para um mundo melhor sobre la crisi actual. M’hi he afegit.