Petroni, Satíricon LXXXIX (Ed. Akal Trad. Carmen Codoñer)
89.1. Pero te veo completamente
absorto ante ese cuadro que representa la caída de Troya. De modo que
voy a intentar describirte la obra en verso:
Ya la décima cosecha ponía asedio a los frigios
hundidos en un terror indefinible, la fe en el adivino Calcante
vacilaba pendiente de un miedo impreciso,
cuando, siguiendo la voz del dios de Delos, se abaten
y traen los árboles de la cima del Ida, y los troncos cortados,
destinados a adoptar la forma de un caballo cargado de amenazas,
caen en montón. Se abre una caverna, se excavan enormes huecos
capaces de acoger un campamento. Ahí, llevado al paroxismo por una
guerra de diez años, se oculta el valor; se amontonan los dánaos
llenando las concavidades, y se esconden en su ofrenda.
"Patria mía, creímos ya lejanas las mil naves
y libre nuestro suelo de la guerra": así reza la inscripción
tallada en la bestia, así lo confirmaba Simón, colaborando
con el destino, y la inteligencia siempre capaz de dañar.
Ya la muchedumbre, sintiéndose libre de guerras, sale apresuradamente
por las puertas de la muralla en busca de la ofrenda. Lágrimas
se deslizan por las mejillas y el gozo de las mentes llenas de pavor va
acompañado de tristeza. El miedo la alejó. Pues el sacerdote de
Neptuno, Laocoonte, con sus cabellos al viento, llena de gritos
a la masa. Luego, tomando impulso, apunta al vientre con la lanza;
pero los hados traban su mano, rebota el golpe
y cobra cuerpo con ello el engaño. De nuevo, sin embargo,
intenta dar firmeza a su débil diestra
y tantea con el hacha los profundos costados. Ruge en el interior
la juventud cautiva y, mientras se propaga el murmullo,
la mole de roble exhala un miedo desconocido.
Avanzaba la juventud prisionera dispuesta a tomar Troya
y resolvía una guerra entera con un inaudito engaño.
Otros prodigios todavía: por donde la encumbrada Ténedos
llena el mar con su perfil, se yerguen los mares hinchados
y restallan las olas quebrándose sobre el mar en calma,
al igual que el sonido de los remos en el silencio de la noche
resuena a lo lejos cuando la flota deja sentir su peso sobre el mar
y la marmórea superficie gime al desplazarse oprimida por las naves.
Volvemos la mirada: unos dragones de doble anillo
lanzan las aguas contra las rocas; sus pechos hinchados,
al igual que las naves en alta mar, dejan una estela a sus costados.
La cola restalla, las crines surgidas del mar rematan en sus ojos,
el resplandor del rayo prende fuego a las aguas
y rugen las olas con sus silbidos.
Paralizose la mente. En pie, con las bandeletas del sacrificio
y el atuendo frigio, estaban los hijos de Laocoonte,
su doble prenda. De repente los brillantes dragones
los sujetan con su dorso. Llevan al rostro sus manos infantiles,
ninguno de ellos se preocupan por sí mismo,
ambos atienden al hermano. Se manifiestan el cariño y,
en su temor por la suerte del otro, la muerte los sorprende.
Y he aquí que el padre, inútil ayuda,
engrosa la tragedia de los hijos. Se lanzan sobre el adulto,
saciados ya de muerte, y dan con su cuerpo en tierra.
Yace el sacerdote como víctima en el altar
y golpea la tierra en su caída. Y así, con la profanación de los ritos,
Troya, destinada a perecer, hizo perecer en primer lugar a sus dioses.
Y ya Febe, en fase plena, había sacado su resplandeciente fulgor,
arrastrando tras de sí a los astros menores de radiante antorcha,
cuando los dánaos, en medio de Priamidas hundidos en la noche y el
vino, entreabren las puertas y hacen salir a sus hombres.
Se produce un primer choque entre los caudillos,
como cuando los solípedos de los montes tesalios, libres de ataduras,
sacuden la testuz y las duras crines disponiéndose al galope.
Desenvainan la espada, disponen el escudo en su mano
y entran en combate. En este punto el uno degüella a los aturdidos
por el vino y prolonga sus sueños hasta transformarlos en muerte
definitiva; el otro prende su antorcha en el altar
e invoca lo más sagrado de Troya en contra de los troyanos".
Text llatí
[LXXXIX] Sed uideo te totum in illa haerere tabula, quae Troiae halosin ostendit. Itaque conabor opus uersibus pandere:
Iam decuma maestos inter ancipites metus
Phrygas obsidebat messis, et uatis fides
Calchantis atro dubia pendebat metu,
cum Delio profante caesi uertices
Idae trahuntur, scissaque in molem cadunt
robora, minacem quae figurarent equum.
Aperitur ingens antrum et obducti specus,
qui castra caperent. Huc decenni proelio
irata uirtus abditur, stipant graues
recessus Danai et in uoto latent.
O patria, pulsas mille credidimus rates
solumque bello liberum: hoc titulus fero
incisus, hoc ad fata compositus Sinon
firmabat et mendacium in damnum potens.
Iam turba portis libera ac bello carens
in uota properat. Fletibus manant genae,
mentisque pauidae gaudium lacrimas habet.
Quas metus abegit. Namque Neptuno sacer
crinem solutus omne Laocoon replet
clamore uulgus. Mox reducta cuspide
uterum notauit, fata sed tardant manus,
ictusque resilit et dolis addit fidem.
Iterum tamen confirmat inualidam manum
altaque bipenni latera pertemptat. Fremit
captiua pubes intus, et dum murmurat,
roborea moles spirat alieno metu.
Ibat iuuentus capta, dum Troiam capit,
bellumque totum fraude ducebat noua.
Ecce alia monstra: celsa qua Tenedos mare
dorso repleuit, tumida consurgunt freta
undaque resultat scissa tranquillo minor,
qualis silenti nocte remorum sonus
longe refertur, cum premunt classes mare
pulsumque marmor abiete imposita gemit.
Respicimus: angues orbibus geminis ferunt
ad saxa fluctus, tumida quorum pectora
rates ut altae lateribus spumas agunt.
Dat cauda sonitum, liberae ponto iubae
consentiunt luminibus, fulmineum iubar
incendit aequor sibilisque undae tremunt.
Stupuere mentes. Infulis stabant sacri
Phrygioque cultu gemina nati pignora
Lauconte. Quos repente tergoribus ligant
angues corusci. Paruulas illi manus
ad ora referunt, neuter auxilio sibi,
uterque fratri; transtulit pietas uices
morsque ipsa miseros mutuo perdit metu.
Accumulat ecce liberum funus parens,
infirmus auxiliator. Inuadunt uirum
iam morte pasti membraque ad terram trahunt.
Iacet sacerdos inter aras uictima
terramque plangit. Sic profanatis sacris
peritura Troia perdidit primum deos.
Iam plena Phoebe candidum extulerat iubar
minora ducens astra radianti face,
cum inter sepultos Priamidas nocte et mero
Danai relaxant claustra et effundunt uiros.
Temptant in armis se duces, ceu ubi solet
nodo remissus Thessali quadrupes iugi
ceruicem et altas quatere ad excursum iubas.
Gladios retractant, commouent orbes manu
bellumque sumunt. Hic graues alius mero
obtruncat, et continuat in mortem ultimam
somnos; ab aris alius accendit faces
contraque Troas inuocat Troiae sacra."
