Enseñar a consumir de forma responsable
Este artículo aparecerá en el próximo número de la revista Idea La Mancha
La escuela y la sociedad de consumo
La nuestra es una sociedad de consumo. Somos, más que en ninguna otra época, ejemplares de Homo Shopping, rodeados de posibilidades e incitaciones a comprar lo que necesitamos y lo que no. Si uno de los fines de todo sistema educativo es «La preparación para el ejercicio de la ciudadanía y para la participación activa en la vida económica, social y cultural»[1] no podemos olvidarnos de que nuestra participación social es, fundamentalmente, económica, y de que se hace necesaria una «actitud crítica y responsable» hacia la misma. Es por tanto una de nuestras responsabilidades tratar de que nuestros alumnos sean capaces de llevar a cabo esta interacción social en las mejores condiciones, de mantenerlos alertas para que no pasen de consumidores a consumistas, siendo engullidos por la vorágine de este modelo social.
Pero la educación para el consumidor es algo diferente. No se trata ya de saber las matemáticas elementales de una factura, ni de ser capaces de entender los términos de un contrato, que también. Hemos de ir más allá. Necesitamos además conocer el funcionamiento del sistema en su conjunto, desde la seducción publicitaria al destino de la basura, pasando por las oficinas de defensa del consumidor o los productos financieros. Así, la educación de consumidor no cabe dentro de ninguna de las materias ordinarias y tampoco es tenida en cuenta en cada una de ellas desde la desaparición de los contenidos transversales de las programaciones. Ni siquiera en la tutoría, demasiado saturada con las cuestiones del día a día, parece encontrarse un hueco para este aprendizaje. Educación para la ciudadanía, con un enfoque dirigido al conocimiento de los derechos y deberes derivados de la organización política, tampoco reserva espacio para estos temas.
La nuestra es una sociedad de consumo. Somos, más que en ninguna otra época, ejemplares de Homo Shopping, rodeados de posibilidades e incitaciones a comprar lo que necesitamos y lo que no. Si uno de los fines de todo sistema educativo es «La preparación para el ejercicio de la ciudadanía y para la participación activa en la vida económica, social y cultural»[1] no podemos olvidarnos de que nuestra participación social es, fundamentalmente, económica, y de que se hace necesaria una «actitud crítica y responsable» hacia la misma. Es por tanto una de nuestras responsabilidades tratar de que nuestros alumnos sean capaces de llevar a cabo esta interacción social en las mejores condiciones, de mantenerlos alertas para que no pasen de consumidores a consumistas, siendo engullidos por la vorágine de este modelo social.
Pero la educación para el consumidor es algo diferente. No se trata ya de saber las matemáticas elementales de una factura, ni de ser capaces de entender los términos de un contrato, que también. Hemos de ir más allá. Necesitamos además conocer el funcionamiento del sistema en su conjunto, desde la seducción publicitaria al destino de la basura, pasando por las oficinas de defensa del consumidor o los productos financieros. Así, la educación de consumidor no cabe dentro de ninguna de las materias ordinarias y tampoco es tenida en cuenta en cada una de ellas desde la desaparición de los contenidos transversales de las programaciones. Ni siquiera en la tutoría, demasiado saturada con las cuestiones del día a día, parece encontrarse un hueco para este aprendizaje. Educación para la ciudadanía, con un enfoque dirigido al conocimiento de los derechos y deberes derivados de la organización política, tampoco reserva espacio para estos temas.

Una nueva materia orientada a la comunicación
Vivimos rodeados de estímulos que buscan en nosotros una respuesta que, frecuentemente, es consumir. Televisión, radio, páginas Web, muros de pueblos y ciudades, en fin, todo está impregnado de una búsqueda del cliente, de una incitación al consumo como medio para encontrar la felicidad, en una, cada vez más acusada, mercantilización del deseo. En esta incitación al consumo encontramos una mezcla de estímulos visuales, lingüísticos, sonoros, etc., cuya interpretación no siempre resulta diáfana. Una actitud crítica y responsable hacia estos estímulos se hace cada vez más necesaria pues no podemos consumir sin límite; no todo está a nuestro alcance ni económica ni ecológicamente (y esto es quizá más importante). No es sostenible para nuestra economía la adquisición de todos los bienes disponibles y, aunque lo fuera, no lo sería para el planeta. Necesitamos herramientas para poder desenvolvernos en este juego de la seducción en que se ha convertido la vida y estas herramientas pasan por un mejor conocimiento de esa realidad, de los mecanismos con los que opera y, sobre todo, del lenguaje que utiliza. Por ello el equipo docente responsable del Programa de Diversificación Curricular del IES Enrique de Arfe de Villacañas, aprovechando la flexibilidad que tenía el mismo[2], decidimos incorporar al Programa una nueva materia que denominamos “Taller de comprensión y producción de mensajes”. Nuestras ideas de partida eran las siguientes:
Los alumnos tienen dificultades en general a la hora de comprender y elaborar mensajes en cualquier contexto académico (textos literarios, obras de arte, imágenes, etc.), dificultades que se hacen patentes incluso cuando el contexto está muy delimitado.
En las situaciones reales, donde la interpretación es más abierta, aumentan las complicaciones y, a veces, ni siquiera se llega a encontrar una explicación satisfactoria.
En nuestra sociedad se producen continuamente intercambios de mensajes no siempre transparentes desde el punto de vista de las intenciones del emisor.
Analizar y comprender estos mensajes puede ser de utilidad para desenvolverse en todos los ámbitos, incluido el académico. Planteado en estos términos a la Inspección Educativa, fuimos autorizados a impartir la materia, que comenzó en el curso académico 2004/2005.
Los resultados eran prometedores aunque mejores en la parte de comprensión (más guiada) que en la de producción (más libre). El carácter no evaluable de la materia hacía que las producciones fueran realizadas sin mucho entusiasmo, resultando pobres. Estaban hechas sin la tensión que a veces da una nota, un resultado. Ese mismo curso participamos en un concurso patrocinado por el Museo de las Ciencias de Castilla La Mancha, así que decidimos dedicar los esfuerzos a la preparación de la comunicación de nuestro proyecto ante el jurado. Se trataba de hacer una puesta en escena en la que combinar la imagen con la palabra. Al fin encontrábamos la tensión requerida y el camino que seguiríamos en los cursos siguientes: Debíamos encontrar un concurso escolar en el que participar con nuestros alumnos y a través del cual alcanzar los objetivos.
Consumópolis 2
En noviembre del curso siguiente llegó la convocatoria del concurso Consumópolis 2, organizado por el Instituto Nacional de Consumo, junto con las Consejerías de Sanidad de distintas comunidades autónomas. El concurso consistía en dos fases, en la primera debíamos superar una serie de pruebas en una ciudad virtual, apoyándonos en unas fichas pedagógicas que podíamos descargar de allí mismo. Los datos que no aparecían en esas fichas había que buscarlos en distintas páginas Web. Superadas las pruebas, en la segunda fase había que desarrollar una campaña publicitaria con un cartel, un tríptico, un anuncio de radio y otro de televisión.
Parecía hecho a la medida de nuestra materia, así que decidimos participar en el concurso con dos equipos, dividiendo a los alumnos en dos grupos. Las pruebas de la primera fase tocaban todos los temas referidos al consumo. Se trataba, por tanto, de analizar nuestra forma de vida a través de nuestros hábitos de consumo (reciclaje, alimentación, viajes, servicios financieros, tarifas de servicios, derechos y deberes del consumidor, etc.) y en una segunda fase sintetizar en una campaña publicitaria. Los resultados fueron un éxito y un fracaso, en función de la forma en la que cada uno de los equipos se tomó su participación en el concurso. Uno de los equipos decidió participar en serio, el otro, derrotado desde antes de comenzar, consideraba que era un trabajo estéril. Por algún motivo pensaban que era imposible ganar y su decisión fue ni siquiera intentarlo (sin duda, acertaron en su predicción). Los otros superaron con éxito la primera fase, pasando a desarrollar el trabajo de la segunda. La realización de los anuncios, el cartel y el tríptico exigían dosis elevadas de colaboración y entusiasmo del que se contagiaron los no participantes, que quisieron aparecer como actores del anuncio de televisión y voces en el de radio. El éxito culminó con la obtención del premio de la fase regional del concurso. El fracaso con una moraleja: Hay que creer en nuestras propias posibilidades; la forma más segura de no ganar es no participar.
Parecía hecho a la medida de nuestra materia, así que decidimos participar en el concurso con dos equipos, dividiendo a los alumnos en dos grupos. Las pruebas de la primera fase tocaban todos los temas referidos al consumo. Se trataba, por tanto, de analizar nuestra forma de vida a través de nuestros hábitos de consumo (reciclaje, alimentación, viajes, servicios financieros, tarifas de servicios, derechos y deberes del consumidor, etc.) y en una segunda fase sintetizar en una campaña publicitaria. Los resultados fueron un éxito y un fracaso, en función de la forma en la que cada uno de los equipos se tomó su participación en el concurso. Uno de los equipos decidió participar en serio, el otro, derrotado desde antes de comenzar, consideraba que era un trabajo estéril. Por algún motivo pensaban que era imposible ganar y su decisión fue ni siquiera intentarlo (sin duda, acertaron en su predicción). Los otros superaron con éxito la primera fase, pasando a desarrollar el trabajo de la segunda. La realización de los anuncios, el cartel y el tríptico exigían dosis elevadas de colaboración y entusiasmo del que se contagiaron los no participantes, que quisieron aparecer como actores del anuncio de televisión y voces en el de radio. El éxito culminó con la obtención del premio de la fase regional del concurso. El fracaso con una moraleja: Hay que creer en nuestras propias posibilidades; la forma más segura de no ganar es no participar.
Consumópolis 3
Para el siguiente curso contábamos con el precedente del curso anterior. Y aunque los éxitos precedentes no garantizan los futuros, sí se produce una corriente de ánimo inversor (como bien saben los anunciantes de productos bursátiles). Así no costó demasiado convencer a los cinco integrantes del equipo FLICK (son las iniciales de los nombres de los alumnos participantes) de que podían conseguir un buen rendimiento de su trabajo conjunto. El esfuerzo podía ser recompensado, así que merecía la pena intentarlo. Pronto nos pusimos manos a la obra. Este año la primera fase consistía en un recorrido virtual por distintas estancias: habitación, cocina, comedor, cuarto de baño, tiendas, etc., con la misma mecánica que el curso anterior; cuestiones y fichas pedagógicas relacionadas con datos ocultos que era necesario buscar por Internet. La segunda fase consistía en la realización de una revista con temas referidos al consumo. La revista debía contener una entrevista con algún personaje relevante (en términos del consumo), el resto debían ser contenidos frecuentes de las revistas como una editorial, artículos de opinión, pasatiempos, publicidad, etc. Todo ello en un total de 16 páginas. 
Lo interesante de esta fase fue cómo nos organizamos para cubrir todo el proceso de elaboración de una revista, pasando por las distintas etapas. En primer lugar hay que conseguir los contenidos, después seleccionarlos y, por último maquetar. El resultado debía ser una revista de apariencia profesional, como las que encontramos en los quioscos. Así que, una vez más se imponía la tarea previa de analizar los resultados de otros para poder saber qué es lo que queríamos hacer. Después había que trabajar para conseguir completar la tarea en la fecha señalada.
Dice José Antonio Marina en La inteligencia fracasada que «las empresas inteligentes consiguen que un grupo de personas, tal vez no extraordinarias, alcancen resultados extraordinarios gracias al modo en el que colaboran». Pues bien, estaba claro que no se trataba de seres extraordinarios, pero sí de alumnos que tenían ganas de trabajar en un proyecto común y así lo hicieron. Se concertaron tres entrevistas que hubo que realizar en otras tantas salidas. Se escribieron varios artículos, de forma que hubiera suficientes para elegir contenidos y se diseñaron varios contraanuncios.

Esta última idea provino de la página Web de la ONG Ecologistas en Acción[3]. Las bases especificaban que podíamos incluir anuncios inventados, pero lo que de verdad nos apetecía era incluir anuncios donde aparecieran críticas a distintos aspectos del consumo, es decir de anuncios a la contra. Analizados algunos de los contraanuncios de la Web, pasamos a seleccionar anuncios reales de revistas, buscando aquellos en los que podíamos cambiar los textos o las imágenes de forma que cambiase el sentido del anuncio. Esto sí supuso un gran reto; pocos lenguajes son tan complejos como el publicitario. Teníamos que ser capaces de transmitir un mensaje seductor por medio de una imagen y un texto breve, imitando la forma de trabajar de los diseñadores de anuncios, pero denunciando actitudes no deseables de los consumidores. Así lo hicimos, denunciando el uso indebido de la Viagra, la venta de vehículos de gran potencia, el mundo de las apuestas por Internet o el del abuso del alcohol.
El resultado final lo llamamos “La revista de FLICK” y ha resultado ganadora de las fases regional y nacional del concurso. Pero tan importante como esto, han sido los aprendizajes obtenidos a lo largo de la participación en el mismo, tanto en los temas referentes al consumo, como en los temas referentes a la comunicación y en la capacidad de trabajo en equipo.

Teresa Lucía Egido y Fco. Javier Pascual Burillo
NOTAS:
[1] Extraído del Artículo 2 de la Ley Orgánica 2/2006 de Educación.
[2] Y que ya no tiene, pues en la actualidad son la única parte de la Enseñanza Secundaria Obligatoria con una estructura horaria estrictamente definida por el marco legislativo. Compárese la Orden de 12/06/2007 sobre el horario y la distribución de materias de E.S.O. y la orden de 4/07/2007 sobre los programas de diversificación curricular en CLM.
[3] http://www.consumehastamorir.org
[3] http://www.consumehastamorir.org
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